1libro1euro

1 Libro = 1 Euro ~ Save The Children

traductor

Charles Darwin quotation

Ignorance more frequently begets confidence than does knowledge: it is those who know little, and not those who know much, who so positively assert that this or that problem will never be solved by science

Jean-Baptiste Colbert quotation

L'art de l'imposition consiste à plumer l'oie pour obtenir le plus possible de plumes avec le moins possible de cris

Somebody quotation

El miedo es la via perfecta hacia el lado oscuro. El miedo lleva a Windows, Windows a la desesperacion, esta al odio hacia Bill Gates y ese odio lleva a LINUX

Vares Velles

Vares Velles
Al Tall

Això és Espanya (vara seguidilla) per Al Tall

dimecres, 30 de setembre del 2009

Dimecres, relats d'altri. El contador de historias. Rabih Alameddine. Un fragment

Fa poc he llegit el llibre El contador de historias, del drus Rabih Alameddine, del qual he deixat constància de la meua opinió al meu bloc llibres llegits.

Una de les coses que més m'han agradat, a banda de l'estructura, que barreja el moment actual, amb els records del protagonista Osama Al-Kharrat, i amb els contes d'ell, del seu oncle i del seu avi, ha estat que els contes narrats són bastant incorrectes.

Aquí deixe una mostra d'un dels contes del llibre:

Una vez, no hace mucho tiempo, había un niño de tu misma edad, que vivía con su familia en un pequeño pueblo, no muy distinto a éste, no muy lejos de aquí. La familia no tenía mucho dinero. El padre era albañil, la madre se ocupaba de las labores domésticas y era una gran cocinera. Todos los hijos tenían tareas asignadas: nuestro héroe era el pastor de la familia.

Todas las mañanas llevaba a las ovejas hasta los campos. Las veía pastar, se aseguraba de que no se alejaban y las protegía de zorros, lobos y hienas indeseables. Las ovejas apreciaban al niño, así que no se apartaban mucho de él. Su trabajo se convirtió en una tarea fácil que le dejaba tiempo para jugar. Al principio jugaba con palos y piedras; formó un cuadrado a base de ramas y construyó un corral, con piedrecitas como si fueran ovejas. Pero luego los corderitos se acercaron al falso corral, para llamar su atención. Así que dejó de jugar con piedras y palos y se convirtió en un cordero más: saltaba con ellos, se revolcaba como ellos y fingía mascar los arbustos silvestres de lavanda. Era uno más del rebaño.

Aquella noche al volver a casa pensó que se había divertido tanto jugando que desearía ser un cordero. Antes de acostarse oyó que sus padres discutían por temas de dinero.

-Tenemos tantas bocas que alimentar – se quejaba la madre - ¿Cómo vamos a conseguir comida para todos?

-Tenemos las ovejas – la tranquilizó el padre -. Tenemos un poco de dinero. Yo trabajo. Sobreviviremos. Hemos sobrevivido durante generaciones.

Pero siguieron discutiendo, y el chico no pudo conciliar el sueño.

Al día siguiente él y los corderos volvieron a jugar con las ovejas como únicos testigos. El chico y los corderitos, corrieron, retozaron y chocaron unos con otros. Volvió a casa muy contento, pero al abrir la puerta, ansioso por contarles a sus padres lo mucho que había disfrutado ese día, los encontró discutiendo de nuevo.

-¿Cómo has podido prometer algo así? - preguntaba la madre -. No tenemos suficiente comida para nuestros hijos, ¿y quieres dar un banquete? ¿Es que no tienes cabeza? ¿No comprendes lo grave de nuestra situación?

-¿Cómo te atreves? - gritó el padre a la madre -. Estamos hablando del bey. Es un honor. Su presencia bendecirá esta casa. No comprendo cómo puedes pensar que no lo quieres en casa. La mayoría de la gente moriría por disfrutar de una oportunidad igual.

-¿Qué ha hecho el bey por mi familia? - susurró la madre.

El padre le propinó una bofetada. El niño corrió a su cuarto.

Antes de dormirse, nuestro héroe rezó. Deseó ser un cordero y poder pasarse el día sin más preocupaciones que corretear por los pastos. Deseó que su familia fuera feliz. Deseó ser él quien les proporcionara esa felicidad. Al día siguiente despertó en el corral de las ovejas. Miró a su alrededor y vio a todos sus amigos, los demás corderos, y se sintió feliz por hallarse con ellos, por ser finalmente un cordero más. Balaban con alegría. Todos brincaban.

El padre y la madre salieron juntos de la casa y se encaminaron hacia el corral.

-Peligro, peligro – dijo la oveja de más edad -. Los malvados se acercan.

-No, no – dijo el chico -. No son malos. Son mi familia.

-Cuando esos dos vienen juntos – dijo otra oveja -, una de nosotras desaparece.

El padre y la madre entraron en el corral. Intentaron decidir qué cordero escoger.

-Miradme – gritaba el chico -. Miradme. Miradme.

-Éste – dijo la madre -. Hace mucho ruido.

-Parece tierno y jugoso – añadió el padre. Puso el lazo alrededor de la cabeza del niño y lo sacó del corral.

-¡Pobre cordero! - dijo la más vieja de las ovejas mientras todas veían cómo se lo llevaban.

-Papá, papá – decía el corderito -. Ahora soy un cordero. ¿No te parece un milagro?

Y su padre cogió el cuchillo y le rajó la garganta.

Y el corderito vio cómo brotaba su propia sangre.

Y el padre le cortó la cabeza.

Y el padre le colgó de los tobillos para que se desangrara.

Y la madre empezó a despellejarlo con sus propias manos. Levantaba un pedacito de piel y golpeaba entre piel y cuerpo, levantaba, golpeaba, levantaba, golpeaba, hasta que por fin llegó al último fragmento de piel, en sus tobillos. Y le amputó los pies y las manos. Y le sacó las entrañas. Y su madre lo asó a fuego lento.

Su padre esperaba. Su madre cocinaba. Sus hermanos ayudaron a poner la mesa bajo el roble gigantesco. Sus hermanas limpiaron la casa, esmerándose. Se vistieron con sus mejores galas. A la hora del almuerzo, se colocaron en fila y esperaron. La madre preguntó dónde se había metido nuestro héroe. Sus hermanos apuntaron que probablemente soñando despierto, como siempre. Aquel crío escurridizo se había vuelto a librar de sus tareas. La familia esperó, esperó y esperó. Por fin llegó el alcalde y anunció que el bey había decidido no venir al pueblo.

El cordero estaba dispuesto en el centro de la mesa. Toda la familia salivaba.

-Hoy te has superado a ti misma – dijo el padre a la madre.

-Este cordero tenía una carne particularmente suculenta – dijo la madre.

Y el niño notó como su padre lo cortaba.

-Id pasando los platos, niños – dijo la madre -. Hoy comeremos bien para variar.

Y el niño sintió cómo sus hermanos le mordían la carne. Cómo sus hermanas masticaban jugosos trozos de él.

-Sabe tan bien – dijeron sus hermanos.

-La mejor comida de nuestras vidas – dijeron sus hermanas.

Y la madre le extrajo el estómago. Sus hermanos y hermanas se pelearon por sus intestinos.

-Toma ésto, querida – dijo el padre -. Sé que te encanta.

-Y tú esto, querido – repuso la madre -. Sé que te encanta.

-Soy muy feliz – dijo el padre.

-Soy muy feliz – convino la madre.

Y el niño sintió como su madre le mordía los testículos.

Y el niño sintió cómo su padre se tragaba un pedazo de su corazón.

Y el niño fue feliz.

divendres, 25 de setembre del 2009

El Club de la Cançó. The house of the rising sun. Bob dylan. Four women. Nina Simone

L'amic Nire ens proposa aquesta setmana que hi pugem cançons amb el rerefons de la violència de gènere.

Vull fer una declaració de principis: la violència és violència independentment del gènere o sexe de qui la produeix o de qui la suporta. Però la violència és tant més greu quant més grossa és la diferència de poder entre un i l'altre. Quant més impune resulta l'abús.

Perquè la violència implica la cosificació del receptor, l'esclavitud encoberta.

I és per això pel que a molts, la violència de mitja part de la humanitat sobre l'altra meitat, ens sembla (no a tots encara, desgraciadament: hi han molts segles de llibres "sagrats" estúpidament incontestables encara) particularment degradant.

Fins que no acceptem que la violència contra les dones ens afecta també als homes, que la violència contra les dones és un forat en la línia de flotació de la nostra humanitat, les lleis continuaran sent paper mullat.





Vull pujar dues cançons i portar un article llegit el passat dimecres a Vilaweb, que també he traduït.

La primera cançó és una versió de "The house of rising sun" cantada per Bob Dylan. Aquesta cançó que més tard van fer famosa The Animals, resulta estranya en la veu de Dylan, més folk, més sincera.




The house of the rising sun

There is a house down in new orleans
They call the risin sun
And its been the ruin of many a poor girl
And me, oh god, I'm a-one

Hi ha una casa allà baix a New Orleans
li diuen el sol naixent
i ha estat la ruïna de moltes pobres xiques
i jo, déu meu, en sóc una.


Hay una casa allá en New Orleans
se llama el sol naciente
y ha sido la ruína de muchas pobres chicas
y yo, dios mío, soy una de ellas

My mother was a tailor
She sewed these new blue jeans
My sweetheart was a gambler, lord
Down in new orleans

Ma mare era sastressa
ella va cosir aquests pantalons vaquers
el meu estimat era un jugador, Senyor
allà baix a New Orleans.


Mi madre era sastra
ella cosió estos pantalones vaqueros
mi novio era un jugador, oh, Señor,
allí en New Orleans


Now the only thing a gambler needs
Is a suitcase and a trunk
And the only time hes satisfied
Is when hes on a drunk

Ara bé, l'única cosa que un jugador necessita
és una maleta i un farcellàs
i l'únic moment que ell està satisfet
és quan porta un bon pet.

Lo único que un jugador necesita
es una maleta y un petate
y sólo está satisfecho
cuando está bebido.


He fills his glasses up to the brim
And he'll pass the cards around
And the only pleasure he gets out of life
Is ramblin from town to town

Omple els seus gots fins a vessar
i dóna les cartes
i l'únic plaer que le treu a la vida
és vagabundejar de ciutat en ciutat

Llena sus vasos hasta el borde
y reparte las cartas
y su único gozo en la vida
es deambular de ciudad en ciudad


Oh tell my baby sister
Not to do what I have done
But shun that house in new orleans
They call the risin sun

Oh, digueu-li a la meva germana petita
que no faci el que jo he fet
sinó que rebutgi aquella casa a New Orleans
li diuen el sol naixent.


Decidle a mi hermana pequeña
que no haga lo que yo hice
que rechace aquella casa en New Orleans
la que llaman el sol naciente.


Well, its one foot on the platform
And the other foot on the train
Im goin back to new orleans
To wear that ball and chain

Bé, amb un peu a l'andana
i l'altre al tren
estic tornant a New Orleans
per a portar aquesta bola i aquesta cadena.


Bien, con un pie en el andén
y el otro en el tren
estoy regresando a New Orleans
para llevar esta bola y esta cadena.


Im a-goin back to new orleans
My race is almost run
Im goin back to end my life
Down in the risin sun

Estic tornant a New Orleans
la meua carrera ja està quasi acabada
estic anant-me'n a acabar la meua vida
allà baix al sol naixent.


Estoy regresando a New Orleans
mi carrera ya casi ha terminado
estoy yéndome a acabar mi vida
allá al sol naciente.


There is a house in new orleans
They call the risin sun
Its been the ruin of many poor girl
And me, oh god, Im a-one

Hi ha una casa a New Orleans
li diuen el sol naixent
ha estat la ruïna de moltes pobres xiques
i jo, déu meu, en sóc una.


Hay una casa en New Orleans
le llaman el sol naciente
ha sido la ruína de muchas pobres chicas
y yo, dios mío, soy una de ellas.


La segona cançó elegida és Four Women de Nina Simone. Estremidora.





Four women

My skin is black
My arms are long
My hair is wooly
My back is strong
Strong enough to take the pain
Its been inflicted again and again
What do they call me
My name is aunt sarah
My name is aunt sarah

La meva pell és negra
els meus braços són llargs
els meus cabells són com llana
la meva esquena és forta
suficientment forta per suportar el dolor
que rebo un cop i un altre
com me diuen
el meu nom és tia Sarah
el meu nom és tia Sarah


Mi piel es negra
mis brazos son largos
mi pelo es como lana
mi espalda es fuerte
bastante fuerte para soportar el dolor
que recibo una vez y otra
cómo me llaman
mi nombre es tía Sarah
mi nombre es tía Sarah


My skin is yellow
My hair is long
Between two worlds
I do belong
My father was rich and white
He forced my mother late one night
What do they call me
My name is siffronia
My name is siffronia

La meva pell és groga
els meus cabells són llargs
entre dos móns
la meva vida es mou
mon pare era ric i blanc
ell forçà ma mare una nit a altes hores
com me diuen
el meu nom és Siffronia
el meu nom és Siffronia

Mi piel es amarilla
mi pelo largo
entre dos mundos
se mueve mi vida
mi padre era rico y blanco
violó a mi madre una noche a altas horas
cómo me llaman
mi nombre es Siffronia
mi nombre es Siffronia.

My skin is tan
My hair's alright, it's fine
My hips invite you
And my lips are like wine
Whose little girl am i?
Well yours if you have some money to buy
What do they call me
My name is sweet thing
My name is sweet thing

La meva pell és broncejada
Els meus cabells són bonics, són fins
Les meves caderes t'inviten
i els meus llavis són com el vi
De qui sóc la xica?
Bé potser teva si tens diners per comprar-me
Com me diuen
el meu nom és coseta dolça
el meu nom és coseta dolça


Mi piel es color bronce
mi pelo es bonito, fino,
mis caderas te invitan
y mis labios son como el vino.
¿de quién soy la chica?
Puede que tuya si tienes dinero para comprarme
cómo me llaman
mi nombre es dulzura
mi nombre es dulzura.


My skin is brown
And my manner is tough
Ill kill the first mother I see
Cos my life has been too rough
I'm awfully bitter these days
Because my parents were slaves
What do they call me
My
Name
Is
Peaches

La meva pell és marron
i les meves maneres són rudes
la malaltia mata ma mare
i aquest és el motiu de que ma vida hagi estat massa dura
Estic horriblement amargada aquests dies
perquè els meus pares eren esclaus
Com me diuen
El meu
nom
és
préssecs.

Mi piel es marrón
y mis maneras son rudas
la enfermedad mató a mi madre
y este es motivo de que mi vida haya sido tan dura
estoy horriblemente amargada estos días
porque mis padres eran esclavos
cómo me llaman
mi
nombre
es
Melocotones.


I per últim un article de David Fernández a Vilaweb del passat 23.09.2009

Morir a la Jonquera, robar al Palau

Dissabte una treballadora sexual va morir envestida a la Jonquera. Fugint. Fugint en veient un cotxe patrulla que entrava al pàrquing on treballava per sobreviure. Fugia. Fugia de les sirenes. Fugia de quelcom més? S'escapolia de la por? De quina mena de por? Provava de desempallegar-se del clima enrarit, de persecució obscena, sorgit aquests darrers dies? Intentava d'esquivar l'atàvica mirada estràbica de la societat contra la prostitució? Quantes coses més volia deixar enrere? Fugia també del proxeneta que l'extorquia? D'un altre 'mascle alfa' potser? Mil preguntes per a cada història. Com sempre.

Meravelles del país de la hipocresia on la marededéu és negra, el goril·la blanc, tot rutlla al revés i tot és possible, dissabte, dissabte mateix, un Al Capone català ens confessava a 'prime time' el saqueig continu del Palau via epístola. Sí: Fèlix Millet admetia que el robatori permanent era una tautologia d'espoliació i que els bitllets liles s'engolien d'aperitiu. Dry martini i a continuar robant. Sense gens de por ni de pena i en nom de la pàtria. Gàngsters amb corbata, que es creuen que el país són ells, mil voltes encimbellats a l'elit social, a còpia de delinquir durant anys des de les altes esferes. Per a arribar lluny cal robar a l'engròs; per a no anar enlloc cal sobreviure a la Jonquera. Però la diferència neuràlgica és que Millet, home de la FAES, va escollir. Ella, dona sense nom encara, no. Mai.

L'aporia de tots dos fets (la fragilitat d'ella, la impunitat d'ell) palesen, una vegada més, la doble moral, el doble sedàs i la doble economia a casa nostra. Per més que ens havien ensenyat, en la primera escola pública recuperada a la dictadura, que l'autoritat es demostrava sempre amb els forts protegint els febles. Per això ens ensenyaven a cantussejar 'La cançó de les balances', oi? Per albirar si algun dia, ni que fos per una vegada, la por canviaria de bàndol. Per poder aprendre que esclafar el dèbil és ben fàcil. Però que disciplinar el fort requereix molta ètica i, segurament, una certa èpica en vist de tantíssimes dificultats i entrebancs.

I és que, en aquestes hores, n'estem refotudament tips, tips i rebentats, que cada vegada que plantem cara a determinades desigualtats socials, els discursos estèrils de 'garrot i punt final' arrasin com Àtila. Discursos facilets, primaris i pre-polítics, empassables en digeribles píndoles, d'insadollable neteja social: més, en volem més! Que no en quedi ni una! Neteja social, hipocresia desbordada, o només jugar a fet i amagar? Tot sota la catifa, ben lluny dels ulls perquè no destorbin la vista i condensant l'estrenada política (criminal) de final de canonada: allò que fa mal de veure, a la bassa. Amb la mania consolidada, històricament comprovada, científicament verificada, que aquí només paguen la factura els sectors més indefensos, més desafavorits i més vulnerables. Entestem-nos a entendre'ns: qui manega els fils del negoci i s'enriqueix amb la prostitució als Països Catalans (a part l'extrema dreta, és clar)? Qui dirigeix la màfia i quins advocats (posem per cas, Fernando Martínez, dirigent del PP català) els defensen? Quins policies corruptes i corruptors (cas Saratoga, cas Riviera) ho encobreixen? Amb quins bancs i caixes operen i amb quina mena de dipòsits? Quant ingressen els grans mitjans que més bramen contra la prostitució per les pàgines de publicitat on s'ofereix? Si demanar mai no és ofendre, quines són les màfies de l'explotació sexual a casa nostra? Els qui les controlen, dormen en xalets o a la garjola? Fins on arriben els tentacles de la màfia en l'era del delicte global globalitzat?

I és clar, de què serveix matar mosques amb canonades i disparar cartutxos de sal a uns responsables que només senten pessigolles i, per tant, només riuen? Molta llei draconiana, ves; massa discursets recurrents de la mà dura que només esdevé covard clatellot a l'última baula de la cadena, bé; nou anunci de vells codis penals, oh; i totes les cíniques ordenances cíviques que vulgueu, sí. Però el negoci continua fent caixa. I la (in)justícia continua fent com la serp: solament mossega els descalços. Mentre la ciutat, ciutat-inquisició, continua a la deriva. No endebades, a 'Vida urbana i identitat cultural', Richard Sennet sosté que l'excés d'ordre i de seguretat que amenaça la nostra societat perilla, senzillament, d'exterminar-la. I per aquesta deriva traginem, amb la pornografia repressiva que només mira avall, mai a dalt, i on sempre perden les mateixes.

Aquesta antagònica dualitat social, moderna llei de l'embut classista, recorda massa Martín Villa, un altre del club-dels-demòcrates-de-tota-la-vida, quan deia, a propòsit dels crims del terrorisme d'estat: 'finalment, això que fem nosaltres són errors, això que fan ells, crims". En l'esfera econòmica passa avui exactament igual. Millet és un error, diuen; la dona sense nom de la Jonquera 'un accident'. Ahir o avui, perquè la història canvia poc. I la civilització, deia Voltaire, no elimina la barbàrie, únicament la perfecciona. Els Millet d’abans, esclavistes del cotó a Guinea Equatorial, i els d’avui continuen enllaçant directament amb l’esclavitud d’ara i sempre. Una dona sense nom. Un accident més. Dels que sempre passen desapercebuts, però que són finalment els que engreixen l'horror permanent en què vivim. Errada ‘accidental’ que fa que per als exclosos, Walter Benjamin dixit, l'excepció sempre sigui la regla. El mateix Benjamin que va deixar escrit lúcidament: 'a la meva ciutat tant els rics com els pobres tenen igualment prohibit de dormir al carrer'.

I és clar. És això que passa. Aporia ben sintètica: dissabte, una treballadora sexual, subsahariana, de vint-i-un any, va morir a la Jonquera. En la crònica no escrita, no sabem encara ni com es diu. Hauria valgut la pena d'haver pogut sentir, per la ràdio pública, la història de la seva vida. Però ens van obligar a escoltar el cinisme d'ell recreat en serial radiofònic: encapçala la indústria del robatori i li cedim els micròfons perquè s'expliqui, com si encara es meresqués la condició de 'gentleman'. Ben curiós, aquest país. Un, en aquesta cruïlla, només vindica el mateix dret inalienable per a ella. I solament suggereixo que acostar-nos al dolorós viatge d'ella diria molt més, massa segurament, de la nostra qualitat democràtica, social i pedagògica, que no pas escoltar pels altaveus dels mass media si Millet pren vàlium o no. Si es penedeix del saqueig continuat (únicament quan l'han enxampat; que valent, el vailet!) o si en el fons continua fotent-se de tots nosaltres. Sí: preocupa molt més saber qui era ella que no pas com dorm Millet. Encara que també voldria saber quants més pateixen d'insomni, pendents d'allò que Millet calla sota la llei del xantatge del silenci.

Quants Millets tenim? I quantes dones sense nom som? Víctimes, culpables, innocents? Qui és qui en el 'show' de la societat de l'espectacle? Tot un debat obert potser, al moll de l'os de la condició humana, però no cal ser cap savi per a esbrinar que hi ha moltíssima més dignitat acumulada quan fuges de les sirenes en una carretera de la Jonquera, que no pas en determinats despatxos d'alta volada delictiva de 'la crême de la crême' de la burgesia catalana.

És la diferència radical entre morir sobrevivint a la Jonquera i prostituir la democràcia i el país saquejant el Palau. Tot és qüestió de perspectives, és clar. Però en un projecte compartit de país, em quedo un cop i mil més amb ella. Que la terra et sigui lleu, dona sense nom encara, i fins sempre. I fins mai, 'senyor' Millet. Fins mai.

David Fernandez

Morir en la Jonquera, robar en el Palau (de la Música)

El sábado una trabajadora sexual murió atropellada en la Jonquera. Huyendo. Huyendo al ver un coche patrulla que entraba en el párquing donde trabajaba para sobrevivir. Huía. Huía de las sirenas. ¿Huía de algo más? ¿Se escapaba del miedo? ¿De qué clase de miedo? ¿Intentaba deshacerse del clima enrarecido, de obscena persecución, surgido los últimos días? ¿Intentaba esquivar la atávica mirada estrábica de la sociedad contra la prostitución? ¿Cuántas cosas más quería dejar atrás? ¿Huía también del proxeneta que la extorsionaba? ¿De otro "macho alfa" quizá? Mil preguntas en cada historia. Como siempre.

Maravillas del país de la hipocresía donde la virgen es negra, el gorila blanco, todo marcha al revés y todo es posible, el sábado, el mismo sábado, un Al Capone catalán nos confesaba en "prime time" el saqueo contínuo del Palau vía epístola. Sí: Fèlix Millet admitía que el robo permanente era una tautología de expoliación y que los billetes lilas se tomaban de aperitivo. Dry martini y a continuar robando. Sin ningún miedo ni pena y en nombre de la patria. Gánsters con corbata que creen que el país son ellos, mil veces encumbrados a la éltie social, a base de delinquir durante años desde las altas esferas. Para llegar lejos hay que robar a lo grande; para no ir a ninguna parte hay que sobrevivir en la Jonquera. Pero la diferencia neurálgica es que Millet, hombre de la FAES, escogió. Ella, mujer sin nombre todavía, no. Nunca.

La aporía de ambos hechos (la fragilidad de ella, la impunidad de él) hacen patente, una vez más, la doble moral, el doble cedazo y la doble economía en nuestra sociedad. Por más que nos hayan enseñado, en la primera escuela pública recuperada a la dictadura, que la autoridad se demostraba siempre con los fuertes protegiendo a los débiles. Por eso nos enseñaban a canturrear "La cançó de les balances", ¿no? Para divisar si algún día, aunque fuera por una única vez, el miedo cambiaba de bando. Para poder aprender que aplastar al débil es muy fácil. Pero que disciplinar al fuerte requiere mucha ética y, seguramente, una cierta épica en visto de tantísimas dificultades y zancadillas.

Y es que, en estas horas, estamos hartos hasta los mismísimos cojones, hartos y reventados, de que cada vez que plantamos cara a determinadas desigualdades sociales, los discuros estériles de "garrotazo y punto final" arrasen como Atila. Discursos facilones, primarios y pre-políticos, fáciles de tragar en digeribles píldoras, de insaciable limpieza social; más, queremos más! Que no quede ni una! ¿Limpieza social, hipocresía desbordada, o sólo jugar al escondite? Todo bajo la alfombra, muy lejos de los ojos, para que no estorben la vista y condensando la estrenada política (criminal) de aliviadero del alcantarillado: lo que no hay que ver, al charco. Con la manía consolidada, históricamente comprobada, científicamente verificada, de que aquí sólo pagan la factura los sectores más indefensos, más desfavorecidos y más vulnerables. Empeñémonos en entedernos: ¿quién maneja los hilos del negocio y se enriquece con la prostitución en els Països Catalans (a parte de la extrema derecha, claro)? ¿Quién dirige la mafia y qué abogados (pongamos por caso, Fernando Martínez, dirigente del PP catalán) los defienden? ¿Qué policías corruptos y corruptores (caso Saratoga, caso Riviera) lo encubren? ¿Con qué bancos y cajas operan y con qué tipo de depósitos? ¿Cuánto ingresan los grandes medios que más gritan contra la prostitución por las páginas de publicidad donde se ofrece? Si preguntar no es ofender, ¿cuáles son las mafias de la explotación sexual en nuestra casa? ¿Los que las controlan, duermen en chalets o en la cárcel? ¿Hasta dónde llegan los tentáculos de la mafia en la era del delito global globalizado?

Y está claro, ¿de qué sirve matar moscas a cañonazos y disparar cartuchos de sal a unos responsables que sólo notan cosquillas y, por tanto, sólo se ríen? Mucha ley draconiana, mira; demasiados discursitos recurrentes de mano dura que sólo llega a cobarde pescozón al último eslabón de la cadena, bien; nuevo anuncio de viejos códigos penales, oh; y todas las cínicas ordenanzas cívicas que queráis, sí. Pero el negocio continúa haciendo caja. Y la (in)justicia continúa haciendo como la serpiente: solo muerde a los descalzos. Mientras la ciudad, ciudad-inquisición, continúa a la deriva. No en balde, en "Vida urbana e identidad cultural", Richard Sennet sostiene que el exceso de orden y de seguridad que amenaza a nuestra sociedad, conlleva el peligro, sencillamente, de exterminarla. Y por esta deriva deambulamos, con la pornografía represiva que sólo mira abajo, nunca arriba, y donde siempre pierden las mismas.

Esta antágonica dualidad social, moderna ley del embudo clasista, recuerda demasiado a Martín Villa, otro del club-de-los-demócratas-de-toda-la-vida, cuando decía, a propósito de los crímenes del terrorismo de estado: "por último, lo que hacemos nosotros son errores, lo que hacen ellos, crímenes". En la esfera económica pasa hoy exactamente igual. Millet es un error, dicen; la mujer sin nombre de la Jonquera "un accidente". Ayer o hoy, porque la historia cambia poco. Y la civilización, decía Voltaire, no elimina la barbarie, únicamente la perfecciona. Los Millet de antaño, esclavistas de algodón en Guinea Ecuatorial, y los de hoy, continúan enlazando directametne con la esclavitud de ahora y de siempre. Una mujer sin nombre. Un accidente más. De los que siempre pasan desapercibidos, pero que que son los que finalmente engrasan el horror permanente en el que vivimos. Error "accidental" que hace que para los excluidos, Walter Benjamin dixit, la excepción sea siempre la regla. El mismo Benjamin que dejó escrito lúcidamente: "en mi ciudad tanto los ricos como los pobres tienen igualmente prohibido dormir en la calle".

Y está claro. Eso es lo que pasa. Aporía muy sintética: el sábado, una trabajadora sexual, subsahariana, de veintiú n(n años, murió en la Jonquera. En la crónica no escrita, no sabemos todavía ni como se llamaba. Habría valido la pena haber podido oir, por la radio pública, la historia de su vida. Pero nos obligaron a escuchar el cinismo de él recreado en serial radiofónico: encabeza la industria del robo y le cedemos los micrófonos para que se explique, como si todavía mereciera la condición de "gentleman". Muy curioso, este país. Uno, en esta encrucijada, sólo reivindica el mismo derecha inalienable para ella. Y sólo sugiero que acercarnos al doloroso viaje de ella diría mucho más, demasiado seguramente, de nuestra calidad democrática, social y pedagógica, que no escuchar por los altavoces de los mass media si Millet toma valium o no. Si se arrepiente del saqueo continuado (únicamente cuando lo han atrapado, qué valiente el zagal!) o si en el fondo continúa descojonándose de todos nosotros. Sí: me preocupa mucho más saber quién era ella que no como duerme Millet. Aunque también me gustaría saber cuántos más sufren de insomnio, pendientes de lo que Millet calla bajo la ley del chantaje del silencio.

¿Cuántos Millet tenemos? ¿Y cuantas mujeres sin nombre hay? ¿Víctimas, culpables, inocentes? ¿Quién es quién en el "show" de la sociedad del espectáculo? Todo un debate abierto quizá, en el tuétano de la condición humana, pero no se necesita ser ningún sabio para adivinar que hay muchísima más dignidad acumulada cuando huyes de las sirenas en una carretera de la Jonquera, que no en determinados despachos de altos vuelos delictivos de "la crême de la crême" de la burguesía catalana.

Es la diferencia radical entre morir sobreviviendo en la Jonquera y prostituir la democracia y el país saqueando el Palau. Todo es cuestión de perspectiva, claro. Pero en un proyecto compartido de país, me quedo una vez y mil más con ella. Que la tierra te sea leve, mujer todavía sin nombre, y hasta siempre. Hasta nunca, "señor" Millet. Hasta nunca.

David Fernández



Trobareu altres cançons sobre aquest tema a:

El club de las canciones

Acabarà el cas Gürtel sent el cas de la Rua? Temps al temps.

Sembla que el CGPJ, aquesta estranya cosa que mai no he tingut gens clar per a què serveix, ha emmudit sense remei.

Com, si no, s'explica que encara no hagin eixit a defendre el pobre jutge Juan Luís de la Rua, dels immisericordes atacs de la premsa?

Que era molt més que amic del molt honorable Camps? Que és pecat, ara, l'amistat?

Que no vol veure certs informes de la policia? No hem dit sempre que la Justícia és cega?

Què tindrà que veure que un altre amic, el bigotes, li hagi regalat al seu amic Camps quatre drapets de res?

Qué tindrà que veure que el govern del seu més que amic li hagi regalat (perdó, hagi signat) múltiples contractes a dit amb les empreses del mostatxos?

Quina importància poden tenir la rècula de factures falses, i el ball de diners entre aquestes empreses i certs pagaments mai no justificats de la Generalitat, i del partit que la domina?

I malgrat totes aquestes informacions (falses segur, tots sabem que la premsa és molt mentidera) que deixen fet un drap al jutge president del TSJV, el CGPV sense eixir al camp d'honor a defendre'l.

No, això no pot ésser de cap de les formes.

De genollons hauríem de demanar que el CGPJ intervingui i defensi la dignitat i honorabilitat de l'incorruptible jutge número 1 de la promoció del 69 (no és cap conya, ni insinuació sexual respecte al seu més que amic) per a que no li acabi passant com a Francisco Javier Gómez de Liaño, o com a Luís Pascual Estevill

Per cert, i el fiscal, on és?

dijous, 24 de setembre del 2009

Recuerden. Un article de Maruja Torres

Si bé el meu columnista (en espanyol, en català és Joan Francesc Mira) preferit, de fa anys i panys, és el Juanjo Millàs, tinc una especial afinitat amb Maruja Torres.

La seva passió pel cine, el seu amor pel Líban, -més que pel Líban, per Beirut-, la seva ironia que ràpidament es transforma en sarcasme quan el tema s'ho mereix, la fidelitat als seus orígens al barri del Raval de Barcelona, i la seva increbantable fidelitat a l'esquerra, m'empenten, cada cop que surt una columna seva, a llegir-la.

I avui, el seu "Recuerden" que porta el país a la darrera pàgina és impagable.

RECUERDEN

Maruja Torres

El País, 24.09.2009

En cada nueva reaparición del señor Aznar me vienen a la mente dos películas. Una, sólo aplicable a este caso por, precisamente, el título, es el hitchcockiano Recuerda; la segunda viene a cuento por el título, Remember my name (1978, Alan Rudolph), y por la trama, que muestra a una despechada Geraldine Chaplin regresando al que fue su hogar y vengándose de su ex marido, casado con otra.

Primero Chile y ahora Londres, siempre a lomos de esa FAES que pagamos entre todos, ese nido de cerebros fríos y neoconservadores. En sus actuaciones, nuestro incansable Josemari representa como nadie el apogeo de la ceniza que un país puede alcanzar en democracia, la miseria moral. Enriquecido y pimpante, cejijunto (qué sino tenemos con las cejas de los gobernantes), prístino en su oscurantismo. Cuanto es humano en el mejor sentido le es ajeno. Cuanto sirve para afianzar los intereses de la clase que representa -la derecha arribista, ultramontana, zafia y sin complejos-, le vale. ¿A quién puede extrañarle que el Partido Popular se pase por la entrepierna el asunto Gürtel, que aplauda a sus corruptos y que sus líderes mientan y calumnien sin medida, con desfachatez? Su paladín -que en su primera campaña electoral se dejó fotografiar para este periódico disfrazado de Cid Campeador, azote de herejes- tenía a Rupert Murdoch escondido en la guantera del coche, para ordeñarlo en cuanto dejara el cargo de presidente.

La izquierda comete idioteces y además las dice. Su peor estupidez, histórica, es su tendencia a la división o al acorazamiento, o a ambos; su lejanía de la realidad cuando está en el poder, sus promesas incumplidas, su patosidad y su optimismo a destiempo. Víctima de los tiempos, además, prescinde de sus mayores. Es nuestra, y nos duelen sus fallos.

Pero recuerden al que echamos, y recuerden su nombre.

dimecres, 23 de setembre del 2009

Dimecres, relats d'altri. D'uns vells papers de música (i II). Jesús Moncada

Segona part d'aquest relat, i última narració del llibre de Jesús Moncada, "Històries de la mà esquerra".

La alternativa, la bifurcació que troba l'oncle Ventura a l'eixida del bar, és fruit de que la mort ha arribat i l'espera, o és simplement deguda a que l'alcohol no li ha sentat gaire be?. Jo m'he quedat amb el dubte...

D'UNS VELLS PAPERS DE MÚSICA (i II)

L'oncle, enyorat, es mirava les mans: havien ja fugit les animetes i els llargs estius bonics. Les mans encara tendres agafaven el mànec de la pala, el carbó les ennegria i el sabó que la mare feia a casa coïa a la carn esgaiada. Dia a dia es van fer dures, amples. Sabien fer els cigarrets sense trencar el paper ni deixar caure el tabac, xocar una altra mà com cal, deixar el dissabte al vespre la cara neta amb la navalla d'afaitar del pare i donar un cop sec damunt les taules del cafè del Bartomeu, jugant a la manilla. Es posaven nervioses en estrènyer al ball la cintura d'una noia i també quan al llençol que servia de pantalla al petit cine del poble, unes dones misterioses amb els ulls molt pintats es desmaiaven d'amor als braços de Rodolfo Valentino. Totes eres mans amigues: de llaüter que remava, Ebre avall fins a mar, en els llaüts carregats de carbó; de miner, com les seves; de calafat, de pagès, de paleta; per damunt de totes, però, les mans de Manolet el pastisser, que, mentre el pa es coïa al forn, embolicat per l'olor del romaní, tocava el trombó de vares i llegia Bakunin, assegut damunt les saques de farina. L'oncle encara es veia les mans aplaudir, al cafè d'un Bartomeu trenta anys més jove, quan s'apagaven, entre crits, els llums i a l'escenari il·luminat eixia com un llamp Paca la Xina amb el pits quasi a l'aire i al cap un mocador de ratlles blaves; es posava a cantar, mentre un negre d'anunci de xocolata, amb barret de palla i elàstics florejats, tocava les maraques. Ara veia clar que Manolet era l'únic que s'adonava, enmig d'aquella gresca, que la cupletera era la darrera bocada d'un temps que fugia, i que faltava molt poc perquè s'apaguessin per sempre més les llums de les bambolines.


"On ets Paca? Ai, Paca, Paaaca...!


-Cony de lloro ...


* * *


Tots els altres s'havien pres el cafè. Al taulell només quedava el seu, ja fred. L'oncle, però, no se n'adonava.

Els seus ulls tan sols veien unes mans de vint-i-dos anys: sense feina, enrabiades. Havien tancat les mines. Els llaüts ja no baixaven fins a mar; com negres peixos morts es podrien en el silenci del riu, o a la vora de l'aigua; el sol d'estiu, quasi blanc, els obria la fusta amb un xerric sinistre i els gatells els creixien entre les costelles. No se sentia el soroll dels aixols dels calafats, ni les veus dels patrons. El silenci es feia agut, insuportable als carrers abrasats pels quals només passava, de tant en tant, un gos sense collar de qui ningú no sabia el nom de l'amo. Fins que les mans van agafar el fusell, del qual encara recordaven el pes, la forma, el contacte fred de la boieta de la tanca. A la trinxera, les mans dels companys: bastes i fines, fermes i tremoloses, enyorades. Les de Dalmau Cap de Cistella sempre dins les butxaques de la granota de milicià, les de Manolet el pastisser escrivint a Bartomeu cartes per a Paca la Xina, que s'havia quedat sola, amb els ulls despintats pels plors dels adéus, al cafè sense gent, sense gresca, sense música, a una biga del qual s'havia ficat una teranyina. Es va veure les mans d'aquell dia d'infern al contraatac de Singra, va recordar la veu tranquil·la de Manolet entre els sorolls del combat: “Com va, Jordi?"

-Com va, Jordi?

L'oncle es va sobresaltar. Li havia semblat per un moment que encara eren allí, veure a la bocamànega de la camisa de Manolet el galó roig de comissari del batalló. Però no era així. El temps havia passat i ell havia sentit una veu que el cridava.

-Bé, Manolet, bé.

-Que no et prens el cafè? Ja deu ser fred...


* * *


No podia. Desesperat, va provar una altra vegada mentre mirava de reüll els amics que parlaven de dones.

-La vaig agafar... -gallejava Dalmau.

-Darrera la porta? -va sucar Atanasi:

-Com ho has endevinat?

-Perquè les agafes totes al mateix lloc des de fa cinquanta anys...

-Què vols dir?

-Que a França esmolen!

No entenia què passava. Serrant les dents va intentar de nou separar les mans per agafar la tassa del cafè de damunt el taulell. Un dolor insuportable, com el d'una cremada, li mossegà els canells i gairebé el va fer cridar. En aquell moment l'oncle es va veure la corda, la mateixa amb què l'havien lligat quan el van fer presoner. Ara, al cap de trenta anys, encara no l'havien deslligat. Va estirar amb ràbia, va petar la corda i el puny dret, amb l'impuls, va fer caure la tassa del cafè, que es va esbocinar contra les rajoles.

-No et preocupis, Jordi. Tal dia farà un any! -va dir algú.

Anys? Dies? Què volia dir tot allò? Aquella nit el temps ja no tenia sentit, com no en tenia el calendari esfullat del vell anís, tocant del qual xerrava el lloro. No hi havia distància ni separació entre les mans que acabaven de trencar la tassa i aquelles, consumides i febroses, que tornaven a tocar les coses estimades, el març de l'any quaranta, quan va eixir del camp de concentració. Quina alegria entremesclada de tristor i por, la d'aquells dits que tocaven de nou la porta de casa, la cara adolorida i ansiosa de la mare, la del pare envellit i seriós, la gaiata de l'avi, mort quan ell era lluny! I al cafè, el mateix on era avui, quina sensació estranya la de les mans dels amics. Unes, trencades, buides, sense nervi, vençudes; d'altres, en canvi, senceres i fortes... I les mans dels absents, invisibles, que venien de lluny -de les tombes de Terol, de Singra, de l'Alt Aragó com un alè, a tocar les d'ell... Allí hi havia Dalmau Cap de Cistella, Atanasi, Manolet el pastisser, que aleshores pastava pa negre i ja no tocava el trombó de vares perquè les rates famolenques del forn, quan ell no hi era, se li havien menjat els papers de música. El cafè estava trist, mort. Damunt del taulell, retallat contra un fons de prestatges buits i polsosos, xerrava un lloro verd que Bartomeu, quan va tornar de França, duia per a Paca la Xina. Però la cupletista no era al poble. Havia marxat com tothom el dia de l'evacuació i ningú no n'havia sabut res més. I el lloro la cridava, traduint amb veu de rom el plany del cafeter: “On ets Paca la Xina? Ai, Paca, Paaaca...!”


* * *

-On ets, Paca la Xina? Ai, Paca, Paaaca... !


L'oncle hagué de fer un esforç per no saltar darrera el taulell i escanyar l'ocellot, parar per sempre més aquell crit sense esperança que li foradava el cervell. Però es va aturar. Va comprendre que, amb el lloro, mataria Bartomeu, dispersaria la pols d'aquells records que el feien viure.

-Que no hem de beure rom aquesta nit? -es va esbatullar Dalmau-. A veure quants som: dos, quatre, sis, a l'Atanasi no el compto perquè és un reaccionari..., nou. Total, tretze.

-Toca ferro!

-No t'esveris. Mon pare sempre deia que un home no s'ha d'espantar fins que no es veu el cap a quatre passes. Bartomeu: rom per a vint-i-quatre!

L'oncle Jordi ni va tocar el got. En anar a fer-ho li va arribar de nou la veu des de la plaça: “Jordi, Jordi...!» I el ressò dins el seu cap deia: “Vell, vell!” Vell?
Si era ahir que les mans enamorades descobrien el cos tot tremolós de Maria; ahir que acariciaven les trenes rosses de la petita Dora adornades amb llaçades blau cel. Va pensar, tanmateix, amb una esgarrifança, que ja feia molt de temps que la filla era una dona. Recordava el dia que Maria li ho havia dit -aquells dies la filla estava blanca, mirava avergonyida i per no res plorava-, recordava també la barreja d'orgull i de por que li va omplir el pit, i es va veure les mans, de sobte esporuguides, deixar, respectuoses, les trenes de la noia, no saber què fer i, a la fi, posar-se a jugar nerviosament amb la cadena del rellotge del pare, la qual ja feia catorze anys que li encreuava l'armilla.

Una angúnia molt forta va començar a oprimir-li la gola. L'oncle Jordi va sentir la necessitat d'aturar aquella veu, de tallar-la i tornar a ser ell; el que aquella tarda, assegut dalt del carro, somiava amb els amics i el rom, amb la tendra alegria de viure, un home amb esperança. Va comprendre, però, que no ho aconseguiria si es quedava allí dins, al vell cafè del passat, gemegant amb Bartomeu per la cupletista desapareguda que ja no cantaria mai més.

Havia d'eixir, pujar al carro que l'esperava fora i seguir endavant.


“La bella Carolina em va deixar per un mariner de mar... “


Tots estaven borratxos. Tan sols el pastisser, que no bevia mai i semblava un sentinella a l'aguait, el va veure sortir.


* * *


El xerric de la porta del cafè en tancar-se darrera d'ell va ressonar com una llarga queixa per l'espessa nit dels porxos de la plaça. En eixir, l'oncle ja pressentia allò que li esperava, i quan el silenci de la plaça va donar-li la mesura de la seva solitud, es va sentir feble, desemparat, covard. Volia tornar al cafè. Tanmateix, una gran vergonya li ho va impedir.

Es va acostar al carro. Però, de sobte, en anar a pujar-hi, va veure com el vehicle es desdoblava, el mateix que en una visió estràbica, i davant seu va trobar dos carros. Eren exactament iguals -les mateixes rodes, el mateix color, el mateix cavall vell enganxat a les barres. L'angoixa va apoderar-se de l'home; sabia que per força havia de pujar en un dels dos, que no podia quedar-se allí, a la plaça, ni entrar un altre cop al cafè de Bartomeu. Endevinava que un dels carros el portaria a un poble de fums i boires, habitat per gent sense nom i sense ombra, on els rellotges no tenien manetes; l'altre el duria de nou a l'esperança, a la vida, a ell mateix. Però també sabia que era inútil intentar esbrinar en quin dels dos era la trampa. Per a aquella pregunta que el cremava, mai ningú no havia trobat resposta.


* * *


Al cafè, les veus ronques de rom s'anaven apagant; -només Cap de Cistella, que havia anat a caure darrera el taulell, als peus del pastisser, que meditava, va tenir força per arribar a la darrera estrofa:


“Ai, que llargs són els dies sense la meva nina!”


I el lloro, mentre a fora se sentia soroll de rodes de carro, va rematar amb el plany del recoble:


“on vas anar, Carolina?”


FI


* * * * * * * * * *


DE UNOS VIEJOS PAPELES DE MÚSICA (y II)

El tío, absorto en sus recuerdos, se miraba las manos: habían pasado ya las ánimas y los veranos deliciosos. Las manos todavía tiernas cogían el mango de la pala, el carbón las ponía negras y el jabón que madre hacía en casa escocía en la carne abierta. Día tras día se hicieron duras, anchas. Sabían liar los cigarrillos sin romper el papel ni dejar caer el tabaco, chocar otra mano como toca, dejar el sábado por la noche la cara limpia con la navaja de afeitar de padre y dar un golpe seco sobre las mesas del café de Bartomeu, jugando a la manilla. Se ponían nerviosas cuando estrechaban en el baile la cintura de una muchacha y también cuando en la sábana que servía de pantalla en el pequeño cine del pueblo, unas mujeres misteriosas con los ojos muy pintados se desmayaban de amor en los brazos de Rodolfo Valentino. Todas eran manos amigas, de lautero que remaba, Ebro abajo hasta el mar, en los laúdes cargados de carbón; de minero, como las suyas; de calafate, de payés, de albañil; por encima de todas, sin embargo, las manos de Manolet el pastelero, que, mientras el pan se cocía en el horno, envuelto por el olor de romero, tocaba el trombón de varas y leía a Bakunin, sentado sobre los sacos de harina. El tío todavía se veía las manos cómo aplaudían, en el café de un Bartomeu treinta años más joven, cuando se apagaban, entre gritos, las luces, y en el escenario iluminado salía como un relámpago Paca la Xina con los pechos casi al aire y un pañuelo de rallas azules en la cabeza, se ponía a cantar, mientras un negro de anuncio de chocolate, con sombrero de paja y tirantes floreados, tocaba las maracas. Ahora veía claro que Manolet era el único que se daba cuenta, en todo aquel jaleo, que la cupletera era la última boqueada de un tiempo que se escapaba, y que quedaba muy poco para que se apagaran para siempre ya las luces de las bambalinas.


“On ets Paca? Ai, Paca, Paaaca...!”
(donde estás Paca?, Ay, Paca, Paaaca...!)


-Cojones con el loro...


* * *


Todo el mundo se había tomado ya el café. En la barra sólo quedaba el suyo, ya frío. Pero el tío ni se daba cuenta.

Sus ojos sólo veían unas manos de veintidós años: sin trabajo, enrabiadas. Habían cerrado las minas. Los laúdes ya no bajaban hasta el mar; como negros peces muertos se pudrían en el silencio del río, o a orillas del agua; el sol del verano, casi blanco, les abría la madera con chirrido siniestro y los piornos les crecían entre las costillas. El silencio se hacía agudo, insoportable en las calles abrasadas por las que únicamente pasaba, de cuando en cuando, un perro sin collar del que nadie conocía al dueño. Hasta que las manos cogieron el fusil, del que todavía recordaban el peso, la forma, el contacto fío del gatillo. En la trinchera, las manos de los camaradas: basta y finas, firmes y temblorosas, añoradas. Las de Dalmau Cap de Cistella siempre metidas en los bolsillos del mono de miliciano, las de Manolet el pastelero escribiéndole a Bartomeu cartas para Paca la Xina, que se había quedado sola, con los ojos, despintados por el llanto de las despedidas, en el café vacío de gente, sin juerga, sin música, en una de cuyas vigas se había hecho una telaraña. Se vió las manos de aquel día infernal en el contra ataque de Singra, recordó la voz tranquila de Manolet entre los estruendos del combate: “¿Cómo va, Jordi?”

-¿Cómo va, Jordi?

El tío se sobresaltó. Le había parecido por un momento que todavía estaban allí, ver en la bocamanga de Manolet el galón rojo de comisario del batallón. Pero no era así. El tiempo había pasado y él había escuchado una voz que lo llamaba.

-Bien, Manolet, bien.

-¿No te tomas el café? Ya estará frío...


* * *


No podía. Desesperado, probó otra vez mientras miraba de reojo a los amigos que hablaban de mujeres.

-La cogí... –galleaba Dalmau.

-¿Detrás de la puerta? –metió baza Atanasi.

-¿Cómo lo has adivinado?

-Porque todas las coges en el mismo sitio desde hace cincuenta años...

-¿Qué quieres decir?

-Que en Francia afilan!

No comprendía lo que pasaba. Apretando los dientes intentó nuevamente separar las manos para coger la taza de café de encima de la barra. Un dolor insoportable, como el de una quemadura, le mordió las muñecas y casi le hizo gritar. En aquel momento el tío se vio la cuerda, la misma con que lo habían atado cuando lo hicieron prisionero. Ahora, al cabo de treinta años, todavía no lo habían desatado. Estiró con rabia, la cuerda se rompió y el puño derecho, con el impulso, hizo caer la taza del café, que se rompió contra las baldosas.

-No te preocupes, Jordí. Dentro de doce meses un año –dijo alguien.

¿Años? ¿Días? ¿Qué quería decir todo esto? Aquella noche el tiempo ya no tenía sentido como no lo tenía el calendario deshojado del viejo anís, junto al que parloteaba el loro. No había distancia ni separación entre las manos que acababan de romper la taza y aquellas, consumidas y febrientas, que volvían a tocar las cosas amadas, el marzo del año cuarenta, cuando salió del campo de concentración. Qué alegría mezclada de tristeza y miedo, la de aquellos dedos que tocaban de nuevo a la puerta de casa, la cara doliente y ansiosa de madre, la de padre envejecido y serio, el bastón del abuelo, muerto mientras él estaba lejos. Y en el café, el mismo dónde hoy estaba, qué sensación extraña la de las manos de los amigos. Unas, rotas, vacías, sin nervio, vencidas; otras, en cambio, enteras y fuertes... Y las manos de los ausentes, invisibles, que llegaban de lejos –de las tumbas de Teruel, de Singra del Alto Aragón como un aliento, junto a las de él... Allí estaba Dalmau Cap de Cistella, Atanasi, Manolet el pastelero, que entonces pastaba pan negro y ya no tocaba el trombón de varas porque las ratas hambrientas del horno, cuando él no estaba, se le habían comido los pentagramas con la música. El café estaba triste, muerto. Sobre la barra, recortado contra un fondo de estanterías vacías y polvorientas, parloteaba un loro verde que Bartomeu, cuando volvió de Francia, traía para Paca la Xina. Pero la cupletista ya no estaba en el pueblo. Se había marchado como todo el mundo el día de la evacuación y nadie había sabido nada nunca más. Y el loro la llamaba, traduciendo con voz de ron el llanto del cafetero: “On ets Paca la Xina? Ai, Paca, Pacaaa...!”


* * *

-On ets, Paca la Xina, Ai, Paca, Pacaaa...!
(¿Dónde estás, Paca la Xina, Ay, Paca, Pacaaa...!)


El tío tuvo que hacer un esfuerzo para no saltar detrás de la barra y estrangular al pajarraco, detener para siempre aquel grito sin esperanza que le agujereaba el cerebro. Pero se deturo. Comprendió que, con el loro, mataría a Bartomeu, disolvería el polvo de aquellos recuerdos que le permitían vivir.

-¿No toca beber ron esta noche? –alborotó Dalmau-. A ver cuantos somos: dos, cuatro, seis, al Atanasi no lo cuento porque es un reaccionario..., nueve. Total trece.

-Toca madera!

-No te espantes. Mi padre siempre decía que un hombre no debe nunca espantarse hasta que no se ve la cabeza a cuatro pasos. Bartomé: ron para veinticuatro!

El tío Jordi ni tocó el vaso. Al ir a hacerlo le llegó de nuevo la voz desde la plaza: “Jordi, Jordi...!” Y el eco dentro de su cabeza repetía: “Viejo, viejo!” ¿Viejo?

Si todavía era ayer cuando las manos enamoradas descubrían el cuerpo tembloroso de María; ayer cuando acariciaban las trenzas rubias de la pequeña Dora adornadas con lazos de azul celeste. Pensó, sin embargo, con un estremecimiento, que ya hacía mucho tiempo que su hija era una mujer. Recordaba el día que María se lo había dicho –aquellos días la hija estaba blanca, miraba avergonzada y por nada lloraba-, recordaba también la mezcla de orgullo y miedo que le llenó el pecho, y se vió las manos, de repente asustadas, dejar respetusoas, las trenzas de la niña, no saber qué hacer y, al final, ponerse a jugar nerviosamente con la cadena del reloj de su padre, cadena que ya hacía catorce años que le cruzaba el chaleco.

Una angustia muy fuerte empezó a oprimirle la garganta. El tío Jordi sintió la necesidad de detener aquella voz, de atajarla y volver a ser él mismo; el que aquella tarde, sentado sobre el carro, soñaba con los amigos y el ron, con la tierna alegría de vivir, un hombre con esperanza. Comprendió, sin embargo, que no lo conseguiría si se quedaba allí dentro, en el viejo café del pasado, gimiendo con Bartomeu por la cupletista desaparecida que ya no cantaría jamás.

Tenía que salir, subir al carro que lo esperaba afuera y seguir adelante.


“La bella Carolina em va deixar per un mariner de mar...”
(La bella Carolina me dejó por un marinero de mar...)


Todo el mundo estaba borracho. Sól él, el pastelero, que no bebía nunca y parecía un centinela siempre alerta, lo vió salir.


* * *


El chirrido de la puerta del café al cerrarse tras él resonó como una larga queja por la espesa noche de la plaza porticada. Al salir, el tío ya presentía lo que le esperaba, y cuando el silencio de la plaza le dió la medida de su soledad, se sintió débil, desamparado, cobarde. Quería regresar al café. Sin embargo una enorme vergüenza se lo impidió.

Se acercó al carro. Peró, de repente, al ir a subir, vió como el vehículo se desdoblaba, lo mismo que en una visión estràbica, y delante suyo encontró dos carros. Eran exactamente iguales –las mismas ruedas, el mismo color, el mismo caballo viejo enganchado a las barras. La angustia se apoderó del hombre; sabía que forzosamente había de subir en uno de los dos, que no podía quedarse allí, en la plaza, ni entrar de nuevo al café de Bartomeu. Adivinaba que uno de los dos carros lo transportaría a un pueblo de humo y nieb la, habitado por gente sin nombre y sin sombra, donde los relojes no tendría manecillas; el otro lo llevaría de nuevo a la esperanza, a la vida, a él mismo. Pero también sabía lo inútil que era tratar de averiguar en cual de ambos estaba la trampa. Para la pregunta que le quemaba, nunca nadie había encontrado respuesta.


* * *


En el café, las voces ronques de ron se iban apagando; -sólo a Cap de Cistella, que había ido a caer detrás del mostrador, a los pies del pastelero, que meditaba, le quedaron fuerzas para llegar a la última estrofa:

“Ai, que llargs són els dies sense la meva nina!”
(Ay, qué largos son los días sin mi pequeña!)


Y el loro, mientras a fuera se escuchaba el ruído de ruedas de carro, remató con la queja del estribillo:


“On vas anar, Carolina?”
(donde fuiste, Carolina?)


FIN

dimarts, 22 de setembre del 2009

Una (in)formació escasament (és un dir) comprovada

Llig avui a Vilaweb que ABC ha publicat un article on es fa eco d'uns actes homenatge a etarres ocorreguts a una població inexistent. Que no, que Arralde és un poble fictici d'una sèrie, Goenkale, que fan a la EITB.

Anem millorant.

Fins ara només li coneixia a aquest il·lustre diari la tendenciosa i imaginativa informació sobre manifestacions festives transformades en violentes algarades (en recorde una a València, amb pares i xiquets i xarangues de música i globus i cançons, la informació de la qual, subministrada per l'ABC, fou realment exemplar com a exemple d'in-formació educativa per a la seua ciutadania)

Avui comprove que ja són a punt de superar el més autèntic periodisme groc de Kane/Hearst: que la realitat no ens destaroti el missatge. Si no existeix, se l'inventa.

Tot sigui per la causa/pàtria.

divendres, 18 de setembre del 2009

El club de la cançó. Anàrem a Sant Miquel. Uc. Jeanne. Georges Brassens

Aquesta setmana Mayka ens proposa el tema dels fills.

No em resulta fàcil. Els meus ja gairebé han volat del niu, almenys el major dels dos, vull dir que l'època de les cançons de bressol fa temps que va passar.

Al final m'he decidit per una cançó popular d'Eivissa, versionada per UC (per cert la cançó comença amb un UC o AHUC crit típic de l'illa que, a la nit, sona com no us podeu imaginar i del qual aquest grup va prendre el nom) es tracta de la cançó Anàrem a Sant Miquel, on la iaia, valenta ella com les eivissenques que vaig conéixer els meus anys a l'illa, els ofereix les seues filles als al·lots que arriben a la festa.









ANÀREM A SANT MIQUEL

Anàrem a Sant Miquel
una colla de gent bona
sa iaia mos va dir entrau
joves si és heu de mester dona
ses meues filles ho són
convenientes per un pobre
perquè m'han sortit petites
i han de mester poca roba
així mateix també tenen
alguna altra cosa bona
sa cosa no vos la dic
però ja hi deveu pensar-hi
tal volta valtros teniu
es jugaroi de posar-hi

FUIMOS A SANT MIQUEL

Fuimos a Sant Miquel
un grupo de gente buena
la yaya nos dijo entrad
jóvenes si buscáis mujer
mis hijas lo son
convenientes para un pobre
porque me han salido pequeñas
y necesitan poca ropa
y además también tienen
alguna otra cosa buena
la cosa no os la digo
pero ya os la debéis imaginar
quizá vosotros tenéis
el juguete que combina.




Però els fills tenen uns orígens, uns pares. I hi han pares sense fills. Aleshores m'ha vingut al cap aquesta preciosa cançó de Georges Brassens, Jeanne, una de les meves preferides.




JEANNE

Chez Jeanne, la Jeanne
Son auberge est ouverte aux gens sans feu ni lieu
On pourrait l'appeler l'auberge de Bon Dieu
S'il n'en existait déjà une
La dernière où l'on peut entrer
Sans frapper, sans montrer patte blanche

Chez Jeanne, la Jeanne
On est n'importe qui, on vient n'importe quand
Et, comme par miracle, par enchantement
On fait partie de la famille
Dans son cœur, en s'poussant un peu
Reste encore une petite place

La Jeanne, la Jeanne
Elle est pauvre et sa table est souvent mal servie
Mais le peu qu'on y trouve assouvit pour la vie
Par la façon qu'elle le donne
Son pain ressemble à du gâteau
Et son eau à du vin comme deux gouttes d'eau

La Jeanne, la Jeanne
On la paie quand on peut des prix mirobolants
Un baiser sur son front ou sur ses cheveux blancs
Un semblant d'accord de guitare
L'adresse d'un chat échaudé
Ou d'un chien tout crotté comm' pourboire

La Jeanne, la Jeanne
Dans ses ros's et ses choux n'a pas trouvé d'enfant
Qu'on aime et qu'on défend contre les quatre vents
Et qu'on accroche à son corsage
Et qu'on arrose avec son lait
D'autres qu'elle en seraient tout's chagrines

Mais Jeanne, la Jeanne
Ne s'en soucie pas plus que de colin-tampon
Etre mère de trois poulpiquets, à quoi bon
Quand elle est mère universelle
Quand tous les enfants de la terre
De la mer et du ciel sont à elle

JEANNE

Ca na Jeanne, la Jeanne
el seu refugi és obert a gent sense foc ni lloc
hom el podria anomenar l'alberg del Bon Déu
si no n'existís ja un
l'últim lloc on hom hi pot entrar
sense trucar, sense haver d'ensenyar la poteta blanca.

Ca na Jeanne, la Jeanne
hom és no importa qui, on ve no importa quan
i, com per un miracle, com per un encanteri
hom forma part de la família
Al seu cor, empentant una mica
encara hi trobareu una petita plaça.

Na Jeanne, la Jeanne
ella és pobra i sa taula ben sovint escasseja
més el poc que hom hi troba satisfet per la vida
per la forma en què ho dóna
el seu pa sembla un pastís
i l'aigua sembla vi com dues gotes d'aigua.

Na Jeanne, la Jeanne
hom li paga quan pot amb preus fantàstics
un petó al seu front o sobre els seus cabells blancs
un intent d'acord de guitarra
l'adreça d'un gat escaldat
o la d'un gos brut de fang de propina.

Na Jeanne, la Jeanne
ni als seus rosers ni a les cols ha trobat cap nadó
que pugui estimar i defendre contra els quatre vents
i que s'enganxi a la seva brusa
i que es mulli amb la seva llet
unes altres estarien ben apenades.

Però Jeanne, la Jeanne
no se'n preocupa gens ni mica
d'ésser mare de tres marrecs, tant li fa
quan ella és mare universal
quan tots els xiquets de la terra
de la mar i del cel són seus.

JEANNE

Casa Jeanne, la Jeanne
su albergue está abierto a la gente sin fuego ni lugar
se le podría llamar el albergue del Buen Dios
si no existiera ya uno
el último refugio donde uno puede entrar
sin llamar, sin mostrar pata blanca.

Casa Jeanne, la Jeanne
no importa quién seas, ni de donde vengas
y, como por milagro, por encantamiento
formas parte de la familia
en su corazón, empujando un poco
todavía queda un pequeño sitio.

La Jeanne, la Jeanne
es pobre y su mesa es a menudo escasa
pero lo poco que encuentras satisfecho por la vida
por la forma en que ella lo da
su pan parece un pastel
y su agua se parece al vino como dos gotas de agua.

La Jeanne, la Jeanne
uno le paga, cuando puede, con monedas de fantasía
un beso sobre su frente o sobre sus canas
algo parecido a un acorde de guitarra
la dirección de un gato escaldado
o de un perro ulcerado como propina.

La Jeanne, la Jeanne
ni entre sus rosales ni en sus coles ha encontrado un niño
al que amar y defender contra los cuatro vientos
y que se enganche a su blusa
y que se moje con su leche
otras en su lugar estarían apenadas.

Pero a Jeanne, la Jeanne
no le preocupa en lo más mínimo
ser madre de tres bebés, qué más da
cuando ella es madre universal
cuando todos los niños de la tierra
del mar y del cielo son suyos.


Trobareu altres cançons sobre aquest tema a:

agueda
cata
conciertoarte
Cristina
Estoesplanb
Gatita
Hurano
Jose Mari
Karmenj
Lita
Mariana
Mayka
Nire
Noah
Nyna
Proparoxitono
Rosa
FJNC
Imerburu
Guille
Iñaki
Erprofe
Sarcaes
Celia
Arice
GriseoMitran
CortesAmador

dimecres, 16 de setembre del 2009

Dimecres, relats d'altri. D'uns vells papers de música (I). Jesús Moncada

Li ha arribat l'hora al vell Ventura? Quan els records de joventut, a través d'una cançó, retornen com un exèrcit immisericorde disposat a prendre el castell de la memòria, quina sortida ens queda?

Aquest darrer conte del llibre "Històries de la mà esquerra", de Jesús Moncada, que avui publico en la seva primera part, si bé manté la ironia dels anteriors, sembla fosc, decadent, terminal.

D'UNS VELLS PAPERS DE MÚSICA (I)

L'oncle Jordi Ventura, miner de bona fusta, es reia de la bruixa encantadora, de les tisores obertes, de la sal escampada, del set de la baralla i de la cua del dimoni. Tanmateix, aquell capvespre, quan tornava cap al poble i ja es veia al cafè de Bartomeu amb els amics -Manolet el pastisser, Atanasi, Dalmau Cap de Cistella... - bevent el rom de la nit del dissabte i cantant, tots plegats, La bella Carolina, va sentir fred a l'esquena.

La primera vegada, la veu havia eixit de darrera el molí vell, per la vora de la bassa d'aigües quietes on suraven, immòbils, fulles podrides i sargantilles mortes. Era tendra, amb ressons de casa buida, i el cridava:

-Jordi, Jordi...!

L'oncle va aturar el carro i donà una ullada al seu voltant, però no va veure una ànima. Va escoltar un moment: res. Només de baix, de la vora del riu, pujava de tant en tant el raucar de les granotes. No s'hi va capficar; va donar a la mula un copet amb el ramal, i reprengué el camí.

Ja veia guaitar per damunt dels olivers les finestres del poble entre les llums vinoses del capvespre, quan va tornar la veu:

-Jordi, Jordi...!

Aquesta vegada l'oncle es va esverar una mica. La veu tenia alguna cosa familiar, el mateix que si l'hagués sentida en un temps molt llunyà. Va fer un esforç i just en el moment que la veu trobava un nom, un cos al món dels records, Jordi Ventura va tenir un calfred. Era la veu de l'oncle, de l'oncle Anselm, el que el portava a l'horta quan ell era petit i que havia mort feia més de quaranta anys.

Després de la de l'oncle va venir la veu de l'avi:

-Jordi, Jordi..!

En sentir-la es va haver d'agafar a la barra del carro per no caure davall les rodes; va tancar els ulls. Ja les veus se'n tornaven, cada vegada més febles, cap allà dalt, a les tombes familiars, on ja s'havien pansit, tocant dels vasos amb oli i xinxetes consumides, i de les pàl·lides fotografies, les flors del darrer Tots Sants.

A l'oncle va semblar-li que ja mai més no arribaria al poble. En aquelles quatre passes que faltaven, el cavall envelliria, s'aniria consumint -cada vegada més tibant la pell retallant-li les costelles, més insegur el pas, la boca més oberta- fins que cauria mort, ensenyant les dents grogues amb una ganyota amarga. I ell, Jordi, damunt del carro, clavat como un espantall, sense poder baixar ni cridar ni moure's, immòbil per sempre més, se sentiria créixer per les galtes xuclades llargues barbes de cendra; a poc a poc el vent li deixaria terra al damunt, i la terra aniria atapeint-se al solc de les arrugues de la pell, amagaria les velles espardenyes, es ficaria a la butxaca de la fosca camisa i encallaria, a la fi, la corda del rellotge. I un dia, al cap de molt temps, quan les pluges haurien podrit la fusta del carro i ell fos estirat a terra, el vent de la tardor li deixaria llavors de blat a l'orella.

El carro va aturar-se amb una queixa.

-Ara caurà la mula -es va dir Jordi-. Ja no hi ha res a fer...

De sobte va sentir soroll de veus. Esverat, va obrir el ulls i es va trobar davant mateix del cafè de Bartomeu. A dins, els amics cantaven La bella Carolina.


* * *


“La bella Carolina em va deixar per un mariner de mar...!”


Ca Bartomeu. Entre taules velles i cadires coixes, la nit de dissabte feia olor de cafè, d'alcohol i fum de tabac negre. Es bevia, es cantava, es feia la manilla.

Tothom estava content. Només el lloro, un lloro escardalenc de ploma verda, amb ronca veu de borratxo, cridava amb desesperació tocant d'un calendari sense fulles, que anunciava un anís d'abans de la guerra: “Paca! On ets Paca la Xina? Ai, Paca, Paaaca!” L'ocell sentia la tinya rosegar-li la ploma, deixar-li els canons pelats i veia la llarga paciència de les teranyines nuar les ampolles dels estants amb la bombeta groga, embolicar el mateix Bartomeu, aturat a un altre temps. Només el lloro s'adonava del silenciós escatar-se del guix de les parets, flairava el negre presagi d'enfonsament i runa que surava com una boira dins el vell cafè. El seu instint endevinava la biga que l'havia d'esclafar, la carta de la baralla que trobarien arrugada entre els dits del seu amo el dia que els traurien a tots dos de davall les runes d'aquell món de records. I per això cridava: “Ai, Paca, Paaaca...!” amb xerrics, escanyades i pífies de molinet de cafè, a l'antiga amant de l'amo, tot i sabent que no tornaria mai.


“Ai, que llargs,
ai, que llargs són els dies sense la meua nina!
On vas anar,
on vas anar,
Carolina?”


-Au, Atanasi, deixa-ho córrer, que aquest any ja n'hi ha prou de tronades!

-Calla, badoc!

A l'oncle Jordi, recolzat al taulell amb els amics, se'l menjava la tristesa. Feia un esforç, no obstant això, per no donar a entendre res. Parlava, fumava, procurava oblidar el que li havia passat i no ho aconseguia. Després d'allò del camí res no era com abans. Li semblava com si entre ell i les coses hagués caigut una malla, i que colors, veus, moviments quotidians, en passar-hi, hi deixessin enganxat el seu sentit i a ell només li arribaven colors freds, esmorteïts, veus buides i moviments d'espantalls articulats. Sentia la mateixa sensació de solitud que, de noi, experimentava la darrera nit de les festes majors, a la plaça buida, davall de les garlandes de paper que penjaven tristament, ja mig desfetes, quan veia els músics recollir els instruments i anar cap a unes altres festes que també s'acabarien davant d'uns altres ulls d'adolescent.

-Jordi -la veu de Joan, el paleta, li arribava de molt lluny i també buida-. Quantes dents li vas arrencar a l'agutzil la nit que us vau barallar?

-No ho sé.

-Quan agranava el cafè l'endemà al matí en vaig trobar quatre -va aclarir Bartomeu.

-I les que es va empassar, què? -burxava Joan.

-Si almenys va estar dos mesos menjant sopes escaldades!

Es va fer un silenci i l'oncle, esgarrifat, es va adonar que tothom continuava parlant. Movien les mans, els llavis. Eren en un món del qual ell ja no formava part. Dalmau Cap de Cistella va obrir la boca esdentegada, negra, en el que devia ser una riallada que Jordi no va sentir. Perquè el que ell va sentir era la veu, la veu d'abans que el cridava des de fora a través de la porta del cafè:

-Jordi, Jordiii...!

Agafat al taulell, es va estremir. En aquell moment va escoltar la riallada de Dalmau.

-Què voleu beure? -deia Manolet el pastisser-. Aprofiteu que us convido!

-Conyac!

-Rom!

-Un cigaló de lleixiu!

-Aquesta nit no estic per a trencaclosques. Així que tots cafè -va sentenciar Bartomeu, empipat perquè no li eixia el solitari.

-D'això, en diuen democràcia!

No podia ser que la veu el cridés. Encara no era un vell, tenia força, treballava. Allí estaven les seves mans que mai no havien parat. Les va aixecar com per mostrar-les a algú invisible i es va quedar esgarrifat. Quin joc sinistre era aquell? Qui li havia canviat les mans, grans i fortes, per aquelles d'infant? Passat el primer esverament es va adonar, però,que no li eren desconegudes, que reconeixia com a seves les sensacions dolcíssimes d'aquells dits, petits i tendres, que tot just començaven a conèixer les coses: la cadira, la taula, la clau del pany de cals pares, la palmatòria d'aram, el misteriós costurer que hi havia a la cuina, ple de fantàstics botons, de rodets de fil, de llargues agulles i estampes descolorides, de recordatoris; les ulleres de l'avi, aquell home alt i ferm que tenia una gaiata, un rellotge de plata i un gos que es deia Quinto. A través dels dits tornaven sense parar les coses entranyables: era fred el ferro de la pica amb què el pare arrencava el carbó a la mina, tendra i suau la cara de la mare i no s'havien de tocar els tions de la llar ni el ganivet perquè si no les animetes a la nit no deixaven xocolata davall del coixí.

La veu forta d'Atanasi va trencar l'encantament.

-Què hi has ficat dins el cafè, Bartomeu del dimoni?

-Sense veure-ho, ho endevino -cridà un altre-. Els mitjons del capellà!
'
-Al meu hi havia un pollastre amb ulleres!

-I al meu un sissenyor amb butxaques!

-Quina sort teniu, nois! A mi només m'ha tocat la canya de la doctrina!

-A veure si em fareu pujar el fum al nas i us engego tots a dida! Què hi teniu a dir del meu cafè?

...CONTINUARÀ


* * * * * * * * * *


DE UNOS VIEJOS PAPELES DE MÚSICA (I)

El tío Jordi Ventura, minero de raza, se reía de la bruja encantadora, de las tijeras abiertas, de la sal derramada, del siete de la baraja y del rabo del demonio. Sin embargo, aquel atardecer, cuando regresaba al pueblo y ya se imaginaba en el café de Bartomeu con los amigos –Manolet el pastelero, Atanasi, Dalmau Cap de Cistella... –bebiendo el ron de la noche del sábado y cantando, juntos, La bella Carolina, sintió un escalofrío.

La primera vez, la voz había salido de detrás del molino viejo, por la parte de la balsa de aguas quietas donde flotaban, inmóviles, hojas podridas y lagartijas muertas. Era tierna, con ecos de casa vacía, y lo llamaba:

-Jordi, Jordi...

El tío detuvo el carro y dió una ojeada a su alrededor, pero no vió ni una alma. Escuchó un momento, nada. Sólo de abajo, de la orilla del río, subía de cuando en cuando el croar de las ranas. No se preocupó; le dió un golpecito con el ramal a la mula y retomó el camino.

Ya veía aparecer por encima de los olivos las ventanas del pueblo entre las luces avinadas del atardecer, cuando volvió la voz:

-Jordi, Jordi...

Esta vez el tío se espantó un poco. La voz tenía algo familiar, como si la hubiera escuchado en un tiempo muy lejano. Hizo un esfuerzo y justo cuando encontraba un nombre para la voz, un cuerpo en el mundo de los recuerdos, Jordi Ventura tuvo el escalofrío. Era la voz de su tío, del tío Anselm, el que le llevaba al huerto cuando él era pequeño y que había muerto hacía más de cuarenta años.

Tras la voz del tío, llegó la del abuelo:

-Jordi, Jordi...

Al oirla se tuvo que asir a la barra del carro para no caer bajo las ruedas; cerró los ojos. Ya las voces se volvían cada vez más débiles hacía arriba, a las tumbas familiares, donde ya se habían mustiado, junto a los vasos con aceite y las chinchetas consumidas, y a las pálidas fotografías, las flores del último día de difuntos.

Al tío le pareció que ya no llegaría nunca al pueblo. En aquellos cuatro pasos que quedaban, el caballo envejecería, se iría consumiendo –cada vez más tirante la piel recortándole las costillas, más inseguro el paso, la boca más abierta- hasta que caería muerto, mostrando los dientes amarillos con una mueca amarga. Y él, Jordi, encima del carro, clavado como un espantapájaros, sin poder bajar ni gritar ni moverse, inmóvil ya para siempre, se notaría crecer por las mejillas enjutas largas y cenicientas barbas; poco a poco el viento lo iría cubriendo de tierra, y la tierra iría rellenando los surcos de las arrugas de la piel, taparía las viejas alpargatgas, se metería en el bolsillo de la oscura camisa y encallaría, finalmente, la cuerda del reloj. Y un día, al cabo de mucho tiempo, cuando las lluvias hubieran podrido la madera del carro y él estuviese estirado en el suelo, el viento del otoño le dejaría semillas de trigo en la oreja.

El carro se detuvo con una queja.

-Ahora caerá la mula –se dijo Jordi-. Ya no hay nada que hacer...

De repente escuchó ruído de voces. Espantado abrió los ojos y se encontró delante mismo del café de Bartomeu. Dentro, los amigos cantaban La bella Carolina.


* * *

“La bella Carolina em va deixar per un mariner de mar...!”
(La bella Carolina me dejó por un marinero de mar...)


Casa Bartomeu. Entre mesas viejas y sillas cojas, la noche del sábado hacía olor a café, alcohol y humo de tabaco negro. Se bebía, se cantaba, se jugaba a la manilla. Todos estaban contentos. Sólo el loro, un loro flaco de pluma verde, con ronca voz de borracho, gritaba con desesperación junto a un calendario sin hojas, que anunciaba un anís de antes de la guerra: “Paca! On ets Paca la Xina? Ai Paca, Paaaca!” El pájaro notaba cómo la tiña le roía las plumas, le dejaba los cañones pelados y veía la lenta paciencia de las telarañas que unían las botellas de los estantes con la bombilla amarilla, envolver al mismo Bartomeu, detenido en otro tiempo. Sólo el loro se daba cuenta del silencioso desescamarse del yeso de las paredes, olía el negro presagio de hunidmiento y escombros que flotaba como una niebla dentro del viejo café. Su instinto adivinaba la viga que lo iba a aplastar, la carta de la baraja que encontrarían arrugada entre los dedos de su amo el día en que los sacarían a los dos de debajo de los escombros de aquel mundo de recuerdos. Y por eso gritaba: “Ai, Paca, Paaaca...!” con chirridos, ahogos y pifias de molinillo de café, a la antigua amante del dueño, teniendo claro que nunca regresaría.


“Ai, que llargs,
ai, que llargs són els dies sense la meua nina!
On vas anar,
On vas anar,
Carolina?”

(Ay, que largos,
ay, que largos son los días sin mi pequeña!
Dónde fuiste,
Dónde fuiste,
Carolina?)


-Vale, Atanasi, déjalo estar, que este año ya hemos tenido bastantes tormentas!

-Calla, imbécil!

Al tío Jordi, apoyado en la barra con los amigos, se lo recomía la tristeza. Se esforzaba, no obstante, para no darlo a entender. Hablaba, fumaba, procuraba olvidar lo que le había ocurrido y no lo conseguía. Después de lo del camino, nada era como antes. Le parecía como si entre él y las cosas hubiese caído una red, y que colores, voces, movimientos cotidianos, al pasar, dejasen enganchado allí su sentido y a él sólo le llegaran colores fríos, mortecinos, voces vacías y movimientos de espantapájaros articulados. Sentía la misma sensación de soledad que, cuando muchacho, experimentaba la última noche de las fiestas del pueblo, en la plaza vacía, bajo las guirnaldas de papel que colgaban tristemente, ya medio deshechas, cuando contemplaba cómo los músicos guardaban los instrumentos para ir a otras fiestas que también terminarían ante otros ojos adolescentes.

-Jordi –la voz de Joan, el albañil, le llegaba de muy lejos y también vacía-. ¿Cuantos dientes le rompiste al alguacil, la noche que os peleasteis?

-No lo sé.

-Cuando barría el café, a la mañana siguiente encontré cuatro –aclaró Bartomeu.

-¿Y las que se tragó, qué? –pinchaba Joan.

-Si almenos estuvo dos meses comiendo sopas escaldadas!

Se hizo un silencio y el tío, espantado, se dió cuenta de que todos seguían hablando. Movían las manos, los labios. Estaban en un mundo del que él ya no formaba parte. Dalmau Cap de Cistella abrió su desentada boca negra, en lo que debía ser una risotada que Jordí no oyó. Porque lo que escuchó era la voz, la voz de antes que lo llamaba desde afuera a través de la puerta del café:

-Jordi, Jordiiii...!

Asido a la barra, se estremeció. En aquel momento escuchó la risa de Dalmau.

-¿Qué queréis beber? –decía Manolet el pastelero-. Aprovechad que invito!

-Coñac.

-Ron.

-Un chupito de lejía.

-Esta noche no estoy para rompecabezas. Así que todos café –sentenció Bartomeu, molesto porque no le salía el solitario.

-A eso es a lo que llaman democracia.

No podía ser que la voz lo llamara. Todavía no era viejo, tenía fuerza, trabajaba. Allí estaban sus manos que nunca habían parado. Las levantó como para mostrárselas a alguien invisible y se quedó horrorizado. ¿Qué siniestra broma era aquella? ¿Quién le había cambiado las manos, grandes y fuertes, por aquellas de niño? Pasado el primer susto, se dió cuenta de que no le era desconocidas, que reconocía como suyas las dulcísimas sensaciones de aquellos deditos, pequeños y tiernos, que entonces comenzaban a conocer las cosas: la silla, la mesa, la llave de la cerradura de casa sus padres, la palmatoria de latón, el misterioso costurero que había en la cocina, lleno de fantásticos botones, de rodetes de hilo, de largas agujas y estampas descoloridas, de recordatorios; las gafas del abuelo, aquel hombre alto y firme que tenía un bastón, un reloj de plata y un perro llamado Quinto. A través de los dedos regresaban sin parar las cosas entrañables: era frío el hierro del pico con que su padre arrancaba el carbón de la mina, tierna y suave la cara de su madre y no había que tocar las brasas de la chimenea ni el cuchillo porque si no las ánimas por la noche no le dejarían chocolate bajo la almohada.

La fuerte voz de Atanasi rompió el encanto.

-¿Qué has metido dentro del café, Bartomeu del demonio?

-Sin verlo lo adivino –gritó otro-. Los calcetines del cura.

-En el mío había un pollo con gafas.

-Y en el mío un siseñor con bolsillos.

-Qué suerte tenéis, cabrones! A mí sólo me ha tocado la caña de la doctrina!

-A ver si me calentáis la nariz y os envío a todos a tomar por culo! ¿Qué tenéis que decir de mi café?

...CONTINUARÁ

De paelles i altres delikatessen

Sóc d'un poble dotze quilòmetres riu amunt, vull dir que quan jo era menut, allò era un poble de l'interior que, per veure la mar, baixava a Cullera.

Encara recorde el tio Alejo, que ens portava, un dia a la setmana, al portamaletes de la seua bicicleta una caixa plana amb peix amb gel picat per damunt, peix que per poca calor que fera, començava immediatament a peixejar.

Les paelles que recorde de menut són les que ara en diem d'horta, amb carn de pollastre, o d'ànec, o de conill, o caragols, amb pilotetes de carn picada (de porc i de vedella amb pinyons, ou i una micona de canella, mmmm) i sobretot, molta, molta verdura, la del temps, acabada de collir de l'hort, cosa que feia que cada poques setmanes la paella tinguera un gust distint.

Ara recorde una paella especial, a l'inici de la primavera, quan coincidien els alls tendres, les carxofes, les primeres faves i les flor-i-cols. Aquesta paella que duia fetge de bou, cosa que acabava de fer-la més negra encara, quedava melosa gràcies a la flor-i-col, i era d'un gust especial. Crec que la provava una volta a l'any.

I a què ve aquesta història us preguntareu?

A que ahir la meua germana em va enviar un video de youtube que és tota una joia.

Una interpretació estrambòtica per ser suau i no cagar-se en una cosa negra i peluda de la mare que va parir als alemanys de la història...

Però em calle que acabaré perdent-me.

Mireu, mireu el vídeo. No té desperdici.




I per desempalagar-vos, un article bastant clar sobre què és en realitat la paella

dilluns, 14 de setembre del 2009

Arenys de Munt. 2.569 passos endavant

Aquest ha estat el resultat de SÍS a la primera consulta -no oficial, of course- sobre la independència de Catalunya.

2569 vots a favor (dos mil cinc-cents seixanta nou!) sobre un total de 2671 vots emesos. En termes futbolístics, una golejada.

I això, que vol dir res?

Segons com es miri, segons qui ho analitzi.

Per mi, vol dir que ja sabem que a un poblet de 8000 habitants, un diumenge, hi ha hagut una quantitat gens menyspreable de gent (el 41% del cens electoral) que ha decidit passar-se per unes urnes no oficials, i deixar per escrit, amb les seves paperetes, la seva opinió sobre la independència de la seva nació -mentre un tribunal constitucional espanyol continua debatent si aquest terme de nació, inclòs al preàmbul de l'estatut, és o no correcte- i ha dit per una majoria del 96% sobre els vots emesos, que no només és correcte el terme, sinó que no els importaria gens deixar d'una vegada de dependre d'aquests perepunyetes.

Per mi, vol dir que hi ha tot un munt de gent, i no tan sols a Arenys de Munt, amb ganes de dir la seva, amb ganes que li ho pregunten -també els NOS compten- per poder saber d'una refotuda vegada quin és l'estat de la qüestió.

Auguro i desitjo que aquestes consultes es multipliquin, fins que la Generalitat decideixi fer allò que li pertoca, convocar una consulta general a tot el territori, peti qui peti, i malgrat les resistències de la metròpoli.

Perquè, com diu Martí i Pol, ARA ÉS DEMÀ


ARA ÉS DEMÀ

Miquel Martí i Pol

Ara és demà.
No escalfa el foc d'ahir
ni el foc d'avui, i haurem de fer foc nou.
Del gran silenci ençà, tot el que es mou
es mou amb voluntat d'esdevenir.

I esdevindrà. Les pedres i el camí
seran el pa i la mar, i el fosc renou
d'ara mateix, el càntic que conmou,
l'àmfora nova plena de bon vi.

Ara és demà. Que ploguin noves veus
pel vespre tèrbol, que revinguin deus
desficioses d'amarar l'eixut.

Tot serà poc, i l'heura i la paret
proclamaran conjuntament el dret
de vulnerar la nova plenitud.

AHORA ES MAÑANA

Ahora es mañana.
No calienta el fuego de ayer
ni el fuego de hoy, y tendremos que hacer un fuego nuevo.
Desde el gran silencio hasta hoy, todo lo que se mueve
se mueve con voluntad de llegar a ser.

Y será. Las piedras y el camino
serán el pan y el mar, y el oscuro rumor
de ahora mismo, el canto que conmueve,
el ánfora nueva llena de buen vino.

Ahora es mañana.
Que lluevan nuevas voces
en la turbia tarde, que renazcan fuentes
impacientes por empapar lo reseco.

Todo será poco. Y la hiedra y la pared
proclamarán conjuntamente el derecho
de vulnerar la nueva plenitud.


I voldria acabar aquest comentari amb una versió d'un dels poemes de Salvador Espriu, feta pel meu paisà Raimon, i que vull dedicar a tots aquells espanyolets que s'han posat tan nerviosos i que han volgut impedir aquesta tímida i innòcua consulta. Amb tota la meva estima, I BEG YOUR PARDON.




I BEG YOUR PARDON

Salvador Espriu

Quan el centre del món
no ets ben bé tu
(per més que en tinguis la il·lusió),
si et desvetllaven enmig de la nit,
no vulguis preguntar-te per què vius:
distreu-te rosegant l'ungla d'un dit.

Quan el centre del món
queda tan lluny
de tu
que honestament
comences a saber que no ets ningú,
para't per un moment
i venta al primer nas un cop de puny.

Problemes cada volta més esquius
et vénen a torbar la dolça son.
Sols et faltava ja, pel que tu dius,
llucar que no ets del tot centre del món.

Parent de Badalona o d'Istanbul,
tant si ets actiu com si fas el gandul,
en aquest nostre món sense demà
és molt difícil de guanyar-te el pa.

No et donaré ni el més petit consol,
et volaran un dia qualsevol.
Però entretant evita alguns trastorns,
posant-te ben cordats els pantalons.

I BEG YOUR PARDON

Cuando el centro del mundo
no eres exactamente tú
(por mucho que mantengas la ilusión),
si te despertaran en mitad de la noche,
no quieras preguntarte por el sentido de la vida:
distráete mordiéndote la uña de un dedo.

Cuando el centro del mundo
queda tan lejos´
de tí
que honestamente
empiezas a saber que no eres nadie,
detente un instante
y propínale a la primera nariz un puñetazo.

Problemas cada vez más esquivos
vienen a turbar tus dulces sueños.
Nada más te faltaba ya, por lo que cuentas,
vislumbrar que no eres del todo el centro del mundo.

Pariente de Badalona o de Estambul,
tanto si eres activo como si haces el gandul,
en este nuestro mundo sin mañana
es muy complicado ganarse los garbanzos.

No te daré ni el más mínimo consuelo,
te volarán un día cualquiera.
Pero mientras ocurre evita algunos trastornos
sujetándote bien los pantalones.