La batalla naval continua i les forces catalanes, tornen amb el botí de les naus franceses apresades amb gran content del rei i dels sicilians.
LXVIII
Y pasada la medianoche, se levantó la brisa en el golfo, y alzaron velas; y eran tantos, que impedían ver la mar. Y no creáis que llevaban únicamente las cuarenta y cinco galeras ni los leños ni las barcas que con ellos iban, sino que además encontraron más de ciento treinta velas en Nicòtena, entre leños y taridas de bandas, y barcas que iban cargadas con viandas que transportaban para las huestes del rey Carles. Y las condujeron todas ellas a Messina; y cargaron en ellas toda la ropa y arneses levantados en Nicòtena.
¿Qué os diré? Que hicieron tanto camino ayudados por la brisa, aquella noche, que al amanecer ya se encontraban en Boca de Far (413), ante la torre del faro de Messina, y cuando se hizo de día, ya habían rebasado la torre. Y cuando la gente de Messina observó y vio tantas velas, gritaron todos:
- Ah! Dios, padre y señor! Qué es esto? ¡Ved la flota del rey Carles que regresa contra nosotros, que han capturado las galeras del señor rey!
Y el señor rey, que se encontraba levantado (siempre se levantaba al alba, tanto en invierno como en verano), oyó aquel ruido, y dijo:
-¿Qué es esto? ¿Qué grito es este que hay en la ciudad?
- Señor, dicen que la flota del rey Carles vuelve con mucho mayor poder del que había partido, y que vuestras galeras han sido aprehendidas.
Y el señor rey pidió un caballo, y montó enseguida, que no creo que haya otros diez que puedan montar tan rápido. Y cuando salió de palacio, cabalgó por la costa, donde encontró gran duelo de hombres, y de mujeres y de niños. Y los confortaba y les decía:
- Buena gente, no temáis, son nuestras galeras, que traen presa toda la flota.
Y así, mientras cabalgaba por la costa, tal les decía; y ellos le respondían:
- Santo señor, plazca a Dios que así sea!
¿Qué os diré? Que todo el mundo iba detrás, tanto hombres, como mujeres, como niños de Messina, y todas las huestes de Sicília. Y cuando el señor rey llegó a la Font d'Or, y vio el portento de tantas velas como llegaban con el viento de popa, pensó que era un milagro, y dijo para su coleto:
- Aquel Señor que hasta aquí me ha traído, no me desampare, ni a mí ni a este pueblo mezquino.
Y mientras se encontraba sumido en estos pensamientos, acudió un leño armado, con el pendón de las armas del señor rey, llevando a En Cortada a bordo, hasta donde se encontraba el señor rey, en la Font d'Or, con la señera ondeando, con su caballería y toda la gente que con él estaba; e inmediatamente tomó tierra. Y el señor rey, que vio venir este leño con sus señeras, sintió tanta alegría que no me hace falta decirlo; y se acercó a la orilla, y En Cortada saltó a tierra y dijo:
- Señor, ved aquí vuestras galeras que os traen presas todas estas otras, y han tomado Nicòtena, y la han quemado y asolado, y han matado a más de doscientos caballeros franceses.
Y cuando el señor rey oyó esto, descabalgó e hincó las rodillas en tierra, y lo mismo hicieron todos cuantos había, y comenzaron a cantar Salve Regina, y agradecieron y alabaron a Dios por esta victoria, y no la achacaron a ellos mismos, sino solo a Dios. ¿Qué os diré? El señor rey respondió a En Cortada que eran bienvenidos, y le ordenó que inmediatamente regresara, y que ordenase a todos que acudiesen ante la Duquena (414) y alabasen a Dios y saludasen. Y así se hizo tal como lo dispuso.
Y entraron primero las veintidós galeras, y cada una arrastraba detrás, entre galeras y leños y barcas, más de quince. Y así todas con los pendones y el estandarte izados, y arrastrando por tierra las señeras de los enemigos, entraron en Messina. Y si nunca vio nadie gozo ni alegría, por mar y por tierra, allá la hubiera podido ver. ¿Qué os diré? Que parecía que mar y tierra combatiesen (415); y los gritos eran de alabanza y gloria a Dios, y a madona santa María y a toda la corte celestial. Y cuando llegaron a la Duquena, que es el palacio del señor rey, gritaban las alabanzas todas las gentes de mar y de tierra, y respondían de tal forma, que por mi fe, su voz se podría escuchar hasta en Calabria. ¿Qué os diré? Con aquella fiesta y aquella alegría tomaron tierra, y todos los sicilianos gritaban:
- Padre y señor verdadero Dios, bendito seáis vos, que tales gentes nos habéis enviado para liberarnos de la muerte! Y bien parece, Señor, que esta gente es verdaderamente vuestra; que estos no son hombres, sino leones, que cada uno es tal entre los otros hombres del mundo como los leones lo son entre las otras bestias. Por lo que Señor, alabado y lleno de gracia seáis vos, que tal señor nos habéis dado, y con tan buena gente.
¿Qué os diré? Que la fiesta fue tan grande, que nunca nadie pudo ver otra mayor ni con mayor alegría.
Ahora los dejaré estar, y hablaré del rey Carles y del conde de Alençó y de sus gentes.
NOTAS
¿Qué os diré? Que hicieron tanto camino ayudados por la brisa, aquella noche, que al amanecer ya se encontraban en Boca de Far (413), ante la torre del faro de Messina, y cuando se hizo de día, ya habían rebasado la torre. Y cuando la gente de Messina observó y vio tantas velas, gritaron todos:
- Ah! Dios, padre y señor! Qué es esto? ¡Ved la flota del rey Carles que regresa contra nosotros, que han capturado las galeras del señor rey!
Y el señor rey, que se encontraba levantado (siempre se levantaba al alba, tanto en invierno como en verano), oyó aquel ruido, y dijo:
-¿Qué es esto? ¿Qué grito es este que hay en la ciudad?
- Señor, dicen que la flota del rey Carles vuelve con mucho mayor poder del que había partido, y que vuestras galeras han sido aprehendidas.
Y el señor rey pidió un caballo, y montó enseguida, que no creo que haya otros diez que puedan montar tan rápido. Y cuando salió de palacio, cabalgó por la costa, donde encontró gran duelo de hombres, y de mujeres y de niños. Y los confortaba y les decía:
- Buena gente, no temáis, son nuestras galeras, que traen presa toda la flota.
Y así, mientras cabalgaba por la costa, tal les decía; y ellos le respondían:
- Santo señor, plazca a Dios que así sea!
¿Qué os diré? Que todo el mundo iba detrás, tanto hombres, como mujeres, como niños de Messina, y todas las huestes de Sicília. Y cuando el señor rey llegó a la Font d'Or, y vio el portento de tantas velas como llegaban con el viento de popa, pensó que era un milagro, y dijo para su coleto:
- Aquel Señor que hasta aquí me ha traído, no me desampare, ni a mí ni a este pueblo mezquino.
Y mientras se encontraba sumido en estos pensamientos, acudió un leño armado, con el pendón de las armas del señor rey, llevando a En Cortada a bordo, hasta donde se encontraba el señor rey, en la Font d'Or, con la señera ondeando, con su caballería y toda la gente que con él estaba; e inmediatamente tomó tierra. Y el señor rey, que vio venir este leño con sus señeras, sintió tanta alegría que no me hace falta decirlo; y se acercó a la orilla, y En Cortada saltó a tierra y dijo:
- Señor, ved aquí vuestras galeras que os traen presas todas estas otras, y han tomado Nicòtena, y la han quemado y asolado, y han matado a más de doscientos caballeros franceses.
Y cuando el señor rey oyó esto, descabalgó e hincó las rodillas en tierra, y lo mismo hicieron todos cuantos había, y comenzaron a cantar Salve Regina, y agradecieron y alabaron a Dios por esta victoria, y no la achacaron a ellos mismos, sino solo a Dios. ¿Qué os diré? El señor rey respondió a En Cortada que eran bienvenidos, y le ordenó que inmediatamente regresara, y que ordenase a todos que acudiesen ante la Duquena (414) y alabasen a Dios y saludasen. Y así se hizo tal como lo dispuso.
Y entraron primero las veintidós galeras, y cada una arrastraba detrás, entre galeras y leños y barcas, más de quince. Y así todas con los pendones y el estandarte izados, y arrastrando por tierra las señeras de los enemigos, entraron en Messina. Y si nunca vio nadie gozo ni alegría, por mar y por tierra, allá la hubiera podido ver. ¿Qué os diré? Que parecía que mar y tierra combatiesen (415); y los gritos eran de alabanza y gloria a Dios, y a madona santa María y a toda la corte celestial. Y cuando llegaron a la Duquena, que es el palacio del señor rey, gritaban las alabanzas todas las gentes de mar y de tierra, y respondían de tal forma, que por mi fe, su voz se podría escuchar hasta en Calabria. ¿Qué os diré? Con aquella fiesta y aquella alegría tomaron tierra, y todos los sicilianos gritaban:
- Padre y señor verdadero Dios, bendito seáis vos, que tales gentes nos habéis enviado para liberarnos de la muerte! Y bien parece, Señor, que esta gente es verdaderamente vuestra; que estos no son hombres, sino leones, que cada uno es tal entre los otros hombres del mundo como los leones lo son entre las otras bestias. Por lo que Señor, alabado y lleno de gracia seáis vos, que tal señor nos habéis dado, y con tan buena gente.
¿Qué os diré? Que la fiesta fue tan grande, que nunca nadie pudo ver otra mayor ni con mayor alegría.
Ahora los dejaré estar, y hablaré del rey Carles y del conde de Alençó y de sus gentes.
NOTAS
413. Torre Faro. Población de Sicilia frente a Villa San Giovanni en Calabria.
414. Palacio donde residía el rey en Messina.
415. Esta frase: como si combatieran mar y tierra, es utilizada a menudo para indicar el gran fragor y ruido por distintas causas, entre ellas, por los gritos de alegría de la gente, en este caso.
1 comentari:
¡Pero qué manía con el Salve Regina, leche!
Sahha, amigo Julio.
Daniel.
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