Una altra incursió dels almogàvers. O és que tot el món tenia dret a fer-se ric, i ells no?
Ara que, per assegurar millor els guanys, demanen correria real, o siga, sense impostos (sense quinta). No estava mal pensat, no.
Mort del Comte d'Alençó, nebot de Carles d'Anjou i germà del rei de França.
Ara que, per assegurar millor els guanys, demanen correria real, o siga, sense impostos (sense quinta). No estava mal pensat, no.
Mort del Comte d'Alençó, nebot de Carles d'Anjou i germà del rei de França.
LXX
¿Qué os diré? Que los marinos que habían embarcado en las galeras, ganaron tanto que fueron ricos para siempre, ellos y los suyos, al menos los que lo supieron guardar bien.
Y cuando los almogávares y los peones de mesnada vieron las grandes ganancias que los hombres de mar habían hecho, sintieron gran envidia. Y los almogávares y los jefes de los peones de mesnada fueron ante el señor rey y le dijeron:
- Señor, ya veis vos que los marinos han ganado mucho, tanto en nombre, como en aprecio, como en dinero, y que la gente cree que nosotros, como vamos mal vestidos, no valemos nada. Por tanto sería justo que nos dierais ocasión de que nosotros pudiéramos ganar también nuestro botín.
Y el señor rey les respondió:
- Cualquier ocasión que podamos daros de ganancia, la haremos con agrado.
- Pues, señor - dijeron ellos -, este es el momento en que nos podríais hacer ricos a todos, al tiempo que os daríamos el mayor honor y provecho que nunca vasallos hiciesen a señor.
Y el señor rey les dijo:
- Veamos de qué se trata.
- Señor - dijeron ellos -, es cierto que el conde de Alençó (416), hermano del rey de França y sobrino del rey Carles, se encuentra en la Gatuna con gran poder de caballería; y si a vos os pluguiera, podríais hacer tocar inmediatamente las trompetas para que las galeras embarcasen, e inmediatamente, señor, embarcarían, que gran alegría sienten los marinos cuando no están mano sobre mano. Y tan pronto como hayan embarcado, subiremos en las galeras, y cuando hayamos dormido un rato, en cuanto sea medianoche, las galeras podrían desembarcarnos en la playa de la Gatuna, a poniente, y de este modo las galeras podrían hacer dos viajes antes del alba. Y cuando estemos allá, por la mañana, al alba, si a Dios place, atacaremos el ejército enemigo, y haremos tal hazaña que Dios y vos, señor y todos los que os aprecian, sentirán gran placer y alegría, y nosotros quedaremos acomodados y ricos para siempre. Sin embargo, señor, os solicitamos la merced de que la correría sea real, de modo que no tengamos que entregar ni quinta ni nada; y mucho os alegraréis, señor. Que estamos seguros de que mañana será el día en que tomaremos tal venganza del rey Manfrèn y de sus hermanos, que vos y los vuestros quedaréis contentos para siempre. Ya que estaréis de acuerdo, señor, que si matamos al conde de Alençó y a tantos hombres buenos de França y de otras partes que con él están, habremos realizado santa venganza.
Y el señor rey les respondió alegremente, y les dijo:
- Estoy muy contento de todo lo que habéis planeado, así que consiento en que se haga. Y sed buenos y valientes, y actuad de forma que os lo tengamos que agradecer para siempre. Ya que ciertamente, si os comportáis cuerdamente desde el momento en que os hayan desembarcado las galeras hasta que la siguiente barcaza haya llegado, cuando les ataquéis al alba, todo lo que habéis planeado se cumplirá.
- Señor - dijeron ellos -, persignadnos y bendecidnos y dejadnos ir; y haced sonar la trompeta, y contad al almirante todo lo planeado, para que disponga dos leños armados en rueda, de modo que ellos no puedan alertar a nadie.
Y el rey les dijo:
- Ahora sed persignados y bendecidos de la mano de Dios y de la nuestra. E id con buena ventura y con el apoyo de Dios y de su bendita Madre, quienes os defiendan de todo mal y os den la victoria.
Y después de esto, le besaron los pies y se marcharon.
Y el señor rey hizo venir al almirante, y le ordenó que preparase las galeras, y le explicó todo el plan. Y el almirante inmediatamente cumplió lo que el señor rey le había ordenado. ¿Qué más palabras necesitáis? Que tal como se había dispuesto ante el señor rey se cumplió; y las galeras hicieron dos viajes cargadas de almogávares y de peones de mesnada hasta la hora de maitines, y todavía regresaron a por una tercera carga. Y tanta gente había en Sant Reiner de Messina dispuesta a pasar a la Gatuna, que procedían a embarcar como si se tratara de ir a un baile al que hubieran sido invitados; pero no había demasiado de qué alegrarse. Y cuando ya no pudieron subir a las galeras, subían a las otras barcas, en tal cantidad, que faltaba poco para hundirlas, y más de tres barcas se perdieron, puesto que tanta cantidad de gente embarcaba en ellas que las hacían zozobrar.
Y cuando las galeras y muchas barcas hubieron hecho dos viajes, y empezó a asomar el alba, se acercaron silenciosamente a la villa de la Gatuna, y eligieron algunos mandos de compañía con el encargo exclusivo de ir al albergue mayor de la Gatuna donde se alojaba el conde de Alençó, y otros habían de entrar en la villa, y otros debían atacar las tiendas y barracas que había en las afueras, ya que todos no cabían en la villa. Y tal como se había planeado, así se ejecutó.
¿Qué os diré? En cuanto amaneció, cada cual atacó por donde le correspondía; y sonaron las trompas de los almogávares y de los jefes de los peones de mesnada, y atacaron todos a una. Y no me preguntéis cómo ni en qué manera, puesto que nunca nadie atacó con más fiereza que ellos. Y los de la hueste del conde de Alençó se levantaron, sin saber qué había ocurrido, y los almogávares y los peones atacaron entre ellos, de modo que ni uno sólo pudo escapar.
Y aquellos a los que se había ordenado que fuesen a la posada del conde de Alençó, fueron y atacaron reciamente. Y cierto es que encontraron gran resistencia, ya que había trescientos caballeros de a pie, armados, que protegían al conde. ¿Pero de qué les valió? Enseguida fueron despedazados, y encontraron al conde que se estaba vistiendo; y a la puerta de la habitación había diez caballeros que no dejaban entrar a nadie. ¿Qué os diré? Los almogávares subieron a la habitación e intentaron abrirla; y los caballeros gritaron:
- No sea! No sea! Que aquí está el conde de Alençó! Capturadlo con vida, y el os dará más de quince mil marcos de plata.
Pero los almogávares gritaron:
- Nunca serán pesados! Puesto que debe morir, en venganza de las muertes que por culpa del rey Carles ha habido.
¿Qué os diré? Los diez caballeros murieron a la puerta de la habitación, como buenos y valientes, y el conde de Alençó fue despedazado.
Y mientras había gran batalla, regresaron las galeras y muchas otras barcas con otra expedición. Y podríais ver desembarcar más gente y hacer mortandad entre los franceses; que de aquella hueste, la mayor parte eran franceses, ya que estaban con el hermano del rey de França. ¿Qué os diré? Que antes de la tercia, los hubieron matado o capturado a todos.
Y llegó la alarma a Rèjol. Y el rey Carles, cuando se enteró, creyó que el rey de Aragó había pasado; e hizo armar a toda su gente, y permaneció en la ciudad de Rèjol, listo para defenderse a sí mismo y a la ciudad, sin saber cuál era la verdad. Y ocurría que nadie de la ciudad se atrevía a salir; y mientras tanto los almogávares y los peones de mesnada se embarcaron en las galeras y barcas; que tantas llegaron desde Messina que en un solo viaje los transportaron a todos, con tanto tesoro de oro y de plata, en vajillas y en cintos, y en espadas, y en florines, y en moneda de oro y de plata, y en telas, y en caballos, y mulos, y mulas, y palafrenes y arneses de caballeros, y tiendas, y ropas de vestir y de cama, que infinito sería el contarlo. ¿Qué os diré? Que nunca se pudo contar que en ninguna batalla que hubiese habido nunca, tanto se ganase ni en riqueza ni en animales. ¿Qué más os podría contar de esta hazaña? El que menos ganó, lo hizo sin medida y sin fin. Y bien se vio en Messina, que se gastaban más florines que antes céntimos; porque Messina se enriqueció hasta tal punto, que nunca más fueron pobres.
Ahora dejaré de hablar de este hecho, del que el señor rey quedó muy contento. Y buenos motivos tenía para estarlo por muchas razones; entre otras ésta; que los sicilianos apreciaban a cada uno de sus hombres más que a seis caballeros de las otras gentes; y adquirieron tal coraje, que sólo con que hubiese diez catalanes entre cincuenta sicilianos, ya no temían ser derrotados por doscientos hombres de otros países.
NOTAS
Y cuando los almogávares y los peones de mesnada vieron las grandes ganancias que los hombres de mar habían hecho, sintieron gran envidia. Y los almogávares y los jefes de los peones de mesnada fueron ante el señor rey y le dijeron:
- Señor, ya veis vos que los marinos han ganado mucho, tanto en nombre, como en aprecio, como en dinero, y que la gente cree que nosotros, como vamos mal vestidos, no valemos nada. Por tanto sería justo que nos dierais ocasión de que nosotros pudiéramos ganar también nuestro botín.
Y el señor rey les respondió:
- Cualquier ocasión que podamos daros de ganancia, la haremos con agrado.
- Pues, señor - dijeron ellos -, este es el momento en que nos podríais hacer ricos a todos, al tiempo que os daríamos el mayor honor y provecho que nunca vasallos hiciesen a señor.
Y el señor rey les dijo:
- Veamos de qué se trata.
- Señor - dijeron ellos -, es cierto que el conde de Alençó (416), hermano del rey de França y sobrino del rey Carles, se encuentra en la Gatuna con gran poder de caballería; y si a vos os pluguiera, podríais hacer tocar inmediatamente las trompetas para que las galeras embarcasen, e inmediatamente, señor, embarcarían, que gran alegría sienten los marinos cuando no están mano sobre mano. Y tan pronto como hayan embarcado, subiremos en las galeras, y cuando hayamos dormido un rato, en cuanto sea medianoche, las galeras podrían desembarcarnos en la playa de la Gatuna, a poniente, y de este modo las galeras podrían hacer dos viajes antes del alba. Y cuando estemos allá, por la mañana, al alba, si a Dios place, atacaremos el ejército enemigo, y haremos tal hazaña que Dios y vos, señor y todos los que os aprecian, sentirán gran placer y alegría, y nosotros quedaremos acomodados y ricos para siempre. Sin embargo, señor, os solicitamos la merced de que la correría sea real, de modo que no tengamos que entregar ni quinta ni nada; y mucho os alegraréis, señor. Que estamos seguros de que mañana será el día en que tomaremos tal venganza del rey Manfrèn y de sus hermanos, que vos y los vuestros quedaréis contentos para siempre. Ya que estaréis de acuerdo, señor, que si matamos al conde de Alençó y a tantos hombres buenos de França y de otras partes que con él están, habremos realizado santa venganza.
Y el señor rey les respondió alegremente, y les dijo:
- Estoy muy contento de todo lo que habéis planeado, así que consiento en que se haga. Y sed buenos y valientes, y actuad de forma que os lo tengamos que agradecer para siempre. Ya que ciertamente, si os comportáis cuerdamente desde el momento en que os hayan desembarcado las galeras hasta que la siguiente barcaza haya llegado, cuando les ataquéis al alba, todo lo que habéis planeado se cumplirá.
- Señor - dijeron ellos -, persignadnos y bendecidnos y dejadnos ir; y haced sonar la trompeta, y contad al almirante todo lo planeado, para que disponga dos leños armados en rueda, de modo que ellos no puedan alertar a nadie.
Y el rey les dijo:
- Ahora sed persignados y bendecidos de la mano de Dios y de la nuestra. E id con buena ventura y con el apoyo de Dios y de su bendita Madre, quienes os defiendan de todo mal y os den la victoria.
Y después de esto, le besaron los pies y se marcharon.
Y el señor rey hizo venir al almirante, y le ordenó que preparase las galeras, y le explicó todo el plan. Y el almirante inmediatamente cumplió lo que el señor rey le había ordenado. ¿Qué más palabras necesitáis? Que tal como se había dispuesto ante el señor rey se cumplió; y las galeras hicieron dos viajes cargadas de almogávares y de peones de mesnada hasta la hora de maitines, y todavía regresaron a por una tercera carga. Y tanta gente había en Sant Reiner de Messina dispuesta a pasar a la Gatuna, que procedían a embarcar como si se tratara de ir a un baile al que hubieran sido invitados; pero no había demasiado de qué alegrarse. Y cuando ya no pudieron subir a las galeras, subían a las otras barcas, en tal cantidad, que faltaba poco para hundirlas, y más de tres barcas se perdieron, puesto que tanta cantidad de gente embarcaba en ellas que las hacían zozobrar.
Y cuando las galeras y muchas barcas hubieron hecho dos viajes, y empezó a asomar el alba, se acercaron silenciosamente a la villa de la Gatuna, y eligieron algunos mandos de compañía con el encargo exclusivo de ir al albergue mayor de la Gatuna donde se alojaba el conde de Alençó, y otros habían de entrar en la villa, y otros debían atacar las tiendas y barracas que había en las afueras, ya que todos no cabían en la villa. Y tal como se había planeado, así se ejecutó.
¿Qué os diré? En cuanto amaneció, cada cual atacó por donde le correspondía; y sonaron las trompas de los almogávares y de los jefes de los peones de mesnada, y atacaron todos a una. Y no me preguntéis cómo ni en qué manera, puesto que nunca nadie atacó con más fiereza que ellos. Y los de la hueste del conde de Alençó se levantaron, sin saber qué había ocurrido, y los almogávares y los peones atacaron entre ellos, de modo que ni uno sólo pudo escapar.
Y aquellos a los que se había ordenado que fuesen a la posada del conde de Alençó, fueron y atacaron reciamente. Y cierto es que encontraron gran resistencia, ya que había trescientos caballeros de a pie, armados, que protegían al conde. ¿Pero de qué les valió? Enseguida fueron despedazados, y encontraron al conde que se estaba vistiendo; y a la puerta de la habitación había diez caballeros que no dejaban entrar a nadie. ¿Qué os diré? Los almogávares subieron a la habitación e intentaron abrirla; y los caballeros gritaron:
- No sea! No sea! Que aquí está el conde de Alençó! Capturadlo con vida, y el os dará más de quince mil marcos de plata.
Pero los almogávares gritaron:
- Nunca serán pesados! Puesto que debe morir, en venganza de las muertes que por culpa del rey Carles ha habido.
¿Qué os diré? Los diez caballeros murieron a la puerta de la habitación, como buenos y valientes, y el conde de Alençó fue despedazado.
Y mientras había gran batalla, regresaron las galeras y muchas otras barcas con otra expedición. Y podríais ver desembarcar más gente y hacer mortandad entre los franceses; que de aquella hueste, la mayor parte eran franceses, ya que estaban con el hermano del rey de França. ¿Qué os diré? Que antes de la tercia, los hubieron matado o capturado a todos.
Y llegó la alarma a Rèjol. Y el rey Carles, cuando se enteró, creyó que el rey de Aragó había pasado; e hizo armar a toda su gente, y permaneció en la ciudad de Rèjol, listo para defenderse a sí mismo y a la ciudad, sin saber cuál era la verdad. Y ocurría que nadie de la ciudad se atrevía a salir; y mientras tanto los almogávares y los peones de mesnada se embarcaron en las galeras y barcas; que tantas llegaron desde Messina que en un solo viaje los transportaron a todos, con tanto tesoro de oro y de plata, en vajillas y en cintos, y en espadas, y en florines, y en moneda de oro y de plata, y en telas, y en caballos, y mulos, y mulas, y palafrenes y arneses de caballeros, y tiendas, y ropas de vestir y de cama, que infinito sería el contarlo. ¿Qué os diré? Que nunca se pudo contar que en ninguna batalla que hubiese habido nunca, tanto se ganase ni en riqueza ni en animales. ¿Qué más os podría contar de esta hazaña? El que menos ganó, lo hizo sin medida y sin fin. Y bien se vio en Messina, que se gastaban más florines que antes céntimos; porque Messina se enriqueció hasta tal punto, que nunca más fueron pobres.
Ahora dejaré de hablar de este hecho, del que el señor rey quedó muy contento. Y buenos motivos tenía para estarlo por muchas razones; entre otras ésta; que los sicilianos apreciaban a cada uno de sus hombres más que a seis caballeros de las otras gentes; y adquirieron tal coraje, que sólo con que hubiese diez catalanes entre cincuenta sicilianos, ya no temían ser derrotados por doscientos hombres de otros países.
NOTAS
416. Parece que se trata de Pedro conde de Alençon, hijo de Luis IX el Santo. Por tanto hermano del rey de Francia, Felipe III el atrevido y sobrino de Carlos II de Anjou. Aunque, según leo en la Wikipedia, muere en 1284 mientras que todavía estamos a finales de 1282, o principios de 1283. Casi que me fío más de este cronista.
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