Muntaner arriba a Djerba i a poc a poc, catorze mesos diu que dura la guerra, va fent-se amb el control de l'illa. I no només per força d'armes, sinó pel repartiment de menjar entre els aliats.
CCLII
Y cuando estuve listo, partí de Messina, junto con En Simón de Montoliu, al gobierno de un leño armado de su propiedad; y al cabo de poco tiempo arribamos a la isla de Gerba. Y cuando llegamos al castillo, nos encontramos, frente al castillo, a cuatrocientos hombres de a caballo, moros, del rey de Tunis, y a todos los moros de la isla. Y observamos que la puerta del castillo se encontraba cerrada, y enseguida desembarcamos en el castillo, y penetramos en él. Y os prometo que tan grandes batallas encontramos dentro como fuera, y éstas se producían entre los caballeros y escuderos que habían escapado de la muerte y los hombres del castillo. Y antes de intervenir en nada, recibí el castillo, y el homenaje de todos los que allí estaban, y luego entregué la carta del señor rey a misser Pelegrí de Pati y a los otros caballeros y escuderos, en la que el señor rey les ordenaba que me rindiesen todos homenaje inmediatamente, de boca y de manos, y que defendiesen mi persona tal como harían con la suya. Y así todos ellos cumplieron enseguida la orden del señor rey.
Y cuando esto se hubo realizado, yo impuse la paz, a unos de grado, y a otros por la fuerza, y me cuidé de que de aquí en adelante nadie se atreviese a ofender a otro, ni por causa de mujeres ni por cualesquiera otras causas; y cuando esto hube hecho, a todos y cada uno les di su paga y provisiones. Y mientras tanto, el señor rey me había enviado las tres naves fletadas, tal como habíamos convenido. Y en cuanto las naves llegaron a mi poder, envié mi leño armado a Capis (1015), donde se encontraban todos los ancianos de la casa de Ben Simomem, en un castillo de un alarbe amigo suyo, que es un gran señor en aquel país, llamado Jacob ben Àcia; y en cuanto ellos hubieron recibido las cartas que el señor rey les enviaba, y mi propia carta, embarcaron en el leño y vinieron a mi encuentro. Y mientras que el leño navegó hacia ellos, hice plantar palos ante el castillo hasta la distancia de un tiro de ballesta, y dispuse que, bajo pena de traición, nadie se alejara más allá del último palo, por ningún motivo, salvo que yo personalmente lo ordenara. Y dispuse que los de dentro, emparejados, un escudero y un ballestero, saliesen cada día dos veces a torneo.
Y nosotros, en el castillo, éramos treinta caballos armados, y quince ligeros; y así empezamos a defenderlo bien y con orden, de forma que siempre había alguien fuera. Y cité a todos los ancianos de la isla, en nombre del señor rey, para que acudiesen a mí, y envié a cada uno de ellos cartas que el señor rey les enviaba, para que me obedeciesen a mí, tal como si de su propia persona se tratara; y todos los ancianos de Moàbia acudieron a mí, tanto los que se encontraban en la isla, como los que estaban fuera. Y a todos perdoné, y a sus cabilas (1016), de todo cuanto habían hecho. Y enseguida hice construir una trinchera, con muros de piedra y tierra, fuera del castillo, y en dicha trinchera, dentro de sus murallas hice construir muchas casas con ladrillos, y alfombras y ramas. Y todos los de Moàbia, por la noche, con sus mujeres y sus hijos, acudieron a mí, y yo a todos les entregaba ración de harina, y de legumbres, y de trigo, y de quesos; y era una ración grande, por lo que vivían con mucha abundancia.
Y asimismo envié a decir al traidor Alef, que era el jefe de Mistoua, que se rindiese a mi mando, y no lo quiso hacer. Pero vinieron dos ancianos de Mistoua, aunque sus gentes no se quisieron separar de los otros; y de estos dos uno era Amer ben Busait, y el otro Bàrquet. ¿Qué os diré? Que no había pasado un mes desde mi llegada a Gerba, y yo ya tenía a mi lado a más de tres mil hombres de Moàbia, con sus mujeres y sus hijos. Y cuando todo esto acabó, cité tres veces al mencionado Alefs y a los de Mistoua, antes de hacerles ningún daño; y ellos no quisieron acogerse a mi merced, y los desafié, e introduje en la isla a doscientos hombres a caballo, alarbes (1017), todos ellos buenos caballeros, amigos de la casa de Ben Simomem y estaban de parte de Moàbia, y a cada uno de ellos yo le daba como sueldo un besante al día, cuyo valor es de tres sueldos y cuatro denarios, y avena, y ración de legumbres y de quesos.
Y cuando esto acabó y tuve en la isla a los doscientos caballeros con los de Moàbia, empecé a hacer cabalgadas contra ellos, de forma que cada noche los asaltábamos en un lugar distinto. ¿Qué os diré? Que esta guerra duró catorce meses, y todos los días nos batíamos al menos una vez al día; y por la merced de Dios, en aquellos catorce meses matamos y capturamos a más de setecientas personas de los suyos; y los derrotamos dos o tres veces; y eso que ellos eran unos cuatrocientos hombres a caballo y unos ocho mil de a pie. ¿Qué os diré? Que los arrinconamos en una esquina de la isla, y hubo una gran hambruna en sus filas, de modo que de las virutas de las palmas, tenían que hacer pan.
NOTAS
Y cuando esto se hubo realizado, yo impuse la paz, a unos de grado, y a otros por la fuerza, y me cuidé de que de aquí en adelante nadie se atreviese a ofender a otro, ni por causa de mujeres ni por cualesquiera otras causas; y cuando esto hube hecho, a todos y cada uno les di su paga y provisiones. Y mientras tanto, el señor rey me había enviado las tres naves fletadas, tal como habíamos convenido. Y en cuanto las naves llegaron a mi poder, envié mi leño armado a Capis (1015), donde se encontraban todos los ancianos de la casa de Ben Simomem, en un castillo de un alarbe amigo suyo, que es un gran señor en aquel país, llamado Jacob ben Àcia; y en cuanto ellos hubieron recibido las cartas que el señor rey les enviaba, y mi propia carta, embarcaron en el leño y vinieron a mi encuentro. Y mientras que el leño navegó hacia ellos, hice plantar palos ante el castillo hasta la distancia de un tiro de ballesta, y dispuse que, bajo pena de traición, nadie se alejara más allá del último palo, por ningún motivo, salvo que yo personalmente lo ordenara. Y dispuse que los de dentro, emparejados, un escudero y un ballestero, saliesen cada día dos veces a torneo.
Y nosotros, en el castillo, éramos treinta caballos armados, y quince ligeros; y así empezamos a defenderlo bien y con orden, de forma que siempre había alguien fuera. Y cité a todos los ancianos de la isla, en nombre del señor rey, para que acudiesen a mí, y envié a cada uno de ellos cartas que el señor rey les enviaba, para que me obedeciesen a mí, tal como si de su propia persona se tratara; y todos los ancianos de Moàbia acudieron a mí, tanto los que se encontraban en la isla, como los que estaban fuera. Y a todos perdoné, y a sus cabilas (1016), de todo cuanto habían hecho. Y enseguida hice construir una trinchera, con muros de piedra y tierra, fuera del castillo, y en dicha trinchera, dentro de sus murallas hice construir muchas casas con ladrillos, y alfombras y ramas. Y todos los de Moàbia, por la noche, con sus mujeres y sus hijos, acudieron a mí, y yo a todos les entregaba ración de harina, y de legumbres, y de trigo, y de quesos; y era una ración grande, por lo que vivían con mucha abundancia.
Y asimismo envié a decir al traidor Alef, que era el jefe de Mistoua, que se rindiese a mi mando, y no lo quiso hacer. Pero vinieron dos ancianos de Mistoua, aunque sus gentes no se quisieron separar de los otros; y de estos dos uno era Amer ben Busait, y el otro Bàrquet. ¿Qué os diré? Que no había pasado un mes desde mi llegada a Gerba, y yo ya tenía a mi lado a más de tres mil hombres de Moàbia, con sus mujeres y sus hijos. Y cuando todo esto acabó, cité tres veces al mencionado Alefs y a los de Mistoua, antes de hacerles ningún daño; y ellos no quisieron acogerse a mi merced, y los desafié, e introduje en la isla a doscientos hombres a caballo, alarbes (1017), todos ellos buenos caballeros, amigos de la casa de Ben Simomem y estaban de parte de Moàbia, y a cada uno de ellos yo le daba como sueldo un besante al día, cuyo valor es de tres sueldos y cuatro denarios, y avena, y ración de legumbres y de quesos.
Y cuando esto acabó y tuve en la isla a los doscientos caballeros con los de Moàbia, empecé a hacer cabalgadas contra ellos, de forma que cada noche los asaltábamos en un lugar distinto. ¿Qué os diré? Que esta guerra duró catorce meses, y todos los días nos batíamos al menos una vez al día; y por la merced de Dios, en aquellos catorce meses matamos y capturamos a más de setecientas personas de los suyos; y los derrotamos dos o tres veces; y eso que ellos eran unos cuatrocientos hombres a caballo y unos ocho mil de a pie. ¿Qué os diré? Que los arrinconamos en una esquina de la isla, y hubo una gran hambruna en sus filas, de modo que de las virutas de las palmas, tenían que hacer pan.
NOTAS
1015. Seguramente Gabès en el golfo del mismo nombre frente a Jerba
1016. Cabila. Tribu de beduinos o beréberes.
1017. Alarbes. Árabes beduinos.
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