Vespra de Sant Bartomeu, 23 d'Agost de 1310. La retirada de les tropes castellanes ha deixat lliure l'exèrcit de Granada que ataca els catalans que setgen Almeria. Com sol ocórrer en aquesta crònica, el fracàs queda convertit en triomf i la treva amb Granada en aliança.
CCXLVII
Y un día, víspera de Sant Bartomeu (1001), sucedió que los moros, todos cuantos había en el reino de Granada, se reunieron contra el señor rey de Aragó, por culpa del rey de Castilla, que levantó el cerco que mantenía, sin hacérselo saber antes al señor rey de Aragó. Y cometió gran falta el rey de Castilla no haciéndole saber al señor rey de Aragón, que alzaba el sitio, y puso en gran peligro al señor rey de Aragón, quien fue sorprendido por tanta gente como se le venía encima, cosa que él no podía sospechar; y así todo el ejército de Granada vino, la víspera de Sant Bartomeu, contra la hueste del señor rey de Aragón. Y el señor rey de Aragó vio este tan gran ejército, y se asombró sobremanera, pero no desmayó ni un ápice, sino que dispuso que el señor infante En Ferrando se situase frente al esperonte (1002) de la ciudad de Almería, para que si alguien salía de la ciudad con el ánimo de atacar a los sitiadores mientras éstos se combatían con los sarracenos, el señor infante lo pudiese impedir. Y quiero que sepáis que era la parte más peligrosa que había; y por eso el señor infante aceptó defender aquel lugar, porque era la parte más difícil, ya que de otra forma no lo hubiese aceptado.
¿Qué os diré? Cuando el señor rey estuvo listo con todas sus mesnadas para enfrentarse con la hueste de los sarracenos, salió del interior de Almería, por el esperonte, con agua de mar hasta la cintura, un hijo del rey de Godix (1003), con cuatrocientos hombres de a caballo y mucha gente a pie. Y se dio la alerta en las tiendas; y el señor infante, muy bien preparado, con su compañía, salió a combate con toda su compañía y con su caballería de forma muy ordenada. Y en cuanto los moros hubieron franqueado el esperonte, el hijo del rey de Godix que era uno de los mejores caballeros del mundo y un gran hombre, llegó el primero, gritando, con la azagaya en la mano: -Ani ben i soltan-, que otra cosa no decía. Y el infante En Ferrando preguntó:
-¿Qué dice?
Y los traductores que se encontraban cerca le dijeron:
- Señor, dice que él es hijo de rey-
Respondió el señor infante:
- Y yo, hijo de rey!
Y espoleó contra él; y antes de que se le pudiera acercar, ya había matado con su lanza a más de seis caballeros, y había roto la lanza. Y luego echó mano de la espada, y espada en mano se abrió sitio hasta que llegó al que gritaba que era hijo de rey; y aquel, en cuanto lo vio llegar y conoció que era el infante, fue contra él, y con la espada, le dio tal mandoble, que le echó en tierra el primer cuartel del escudo; y fue un mandoble asombroso. Y gritó:
- ¡Ani ben e soltan!
Y el señor infante le dio tal golpe en la cabeza, que hasta los dientes le hundió, con lo que cayó muerto a tierra. Y acto seguido los sarracenos se dieron por vencidos; y aquel que pudo regresar por el esperonte salvó la vida, que el resto todos murieron. Y así fue como el señor infante se enfrentó a los de la ciudad.
Y mientras se oía aquel griterío en el esperonte, los moros de la hueste se prepararon para atacar, y el señor rey quiso espolear. Pero En Guillem d'Angleola y N'Asbert de Mediona descabalgaron, y tomaron por el freno el caballo del señor rey, y le dijeron:
- Señor ¿qué hacéis? No os mováis, que la vanguardia hará bien su trabajo.
Y el señor rey tenía tales ansias de atacar, que por poco no le estalla el corazón; y os digo que si no fuera porque él personalmente había nombrado a aquellos dos ricoshombre, junto con otros, como caudillos, no se lo hubiera permitido; pero ya no podía hacer otra cosa.
Y la vanguardia atacó a los moros, y los derrotaron. Y posiblemente hubieran podido entrar aquel día en Granada, y exterminar a toda su caballería; pero por temor de fracasar en el asedio, no fuera cosa que acudiesen de otra parte aquel día, suspendió la persecución, no sin que antes murieran un sinfín de moros de a caballo y de a pie, que fue la mayor hazaña que nunca se hiciese, y la mayor derrota. Así que desde aquel día en adelante, los moros temieron de tal forma a los cristianos que no se atrevían ni a verlos. ¿Qué os diré? El señor rey regresó con toda su gente, con gran alegría y contento, a las tiendas, donde encontró al señor infante En Ferrando que había hecho tales hazañas que ni Rotlan las hubiera hecho. Y al día siguiente celebraron la fiesta del bienaventurado sant Bartomeu apóstol.
Y cuando el rey de Granada hubo contemplado la maravilla que el señor rey de Aragó, y sus gentes, habían hecho, se tuvo por perdido, ya que nunca hubiera podido imaginar tanto esfuerzo y bondad como en ellos residía. Y escogió a sus embajadores y los mandó al señor rey de Aragó, enviándoles a pedir y rogar que le levantase el sitio, ya que se les venía encima el invierno, y bien podía ver que lo que hacía lo hacía por gentes que no lo valían (que los castellanos habían levantado el sitio, para que él perdiese la vida), y que aquella conquista no le iba a servir de nada. Y así, le rogaba que le pluguiese pactar treguas con él, y le ofrecía que siempre le apoyaría en la guerra, contra todos sus enemigos, y que en su honor, liberaría todos los cautivos cristianos que obraban en su poder, que eran gran cantidad.
Y cuando el señor rey hubo escuchado este mensaje, convocó a su consejo, y les explicó lo que el rey de Granada le había enviado a decir; y recibió el consejo de regresar a su tierra, principalmente por tres razones: la primera, por el invierno que se les echaba encima; la segunda por la gran traición de los castellanos; la tercera, por los cautivos cristianos que se le entregaban, que eran más gente que si dos ciudades como Almería hubiese capturado. Y así se acordó, y se firmó la tregua; y el señor rey hizo reunir a toda su gente con todas sus pertenencias, y regresaron quien por mar, quien por tierra, al reino de València. Y así podéis ver cuan dispuesto estaba el señor rey de Aragón para acrecentar y multiplicar la santa fe católica, que en aquella conquista, que no era suya, fue a mantener un asedio; que estad seguros que si el reino de Granada perteneciese a su conquista, mucho tiempo ha que estaría en manos de los cristianos.
Y cuando esto acabó y el señor rey hubo regresado al reino de València, el señor infante En Ferrando con sus gentes y sus galeras regresó al Rosselló, con el señor rey su padre, quien sintió gran alegría cuando lo vio, sobre todo por lo bien que se había comportado en todas las cosas.
Ahora dejaré de hablar del señor rey de Aragó, y volveré a hablar del señor rey de Sicília.
NOTAS
¿Qué os diré? Cuando el señor rey estuvo listo con todas sus mesnadas para enfrentarse con la hueste de los sarracenos, salió del interior de Almería, por el esperonte, con agua de mar hasta la cintura, un hijo del rey de Godix (1003), con cuatrocientos hombres de a caballo y mucha gente a pie. Y se dio la alerta en las tiendas; y el señor infante, muy bien preparado, con su compañía, salió a combate con toda su compañía y con su caballería de forma muy ordenada. Y en cuanto los moros hubieron franqueado el esperonte, el hijo del rey de Godix que era uno de los mejores caballeros del mundo y un gran hombre, llegó el primero, gritando, con la azagaya en la mano: -Ani ben i soltan-, que otra cosa no decía. Y el infante En Ferrando preguntó:
-¿Qué dice?
Y los traductores que se encontraban cerca le dijeron:
- Señor, dice que él es hijo de rey-
Respondió el señor infante:
- Y yo, hijo de rey!
Y espoleó contra él; y antes de que se le pudiera acercar, ya había matado con su lanza a más de seis caballeros, y había roto la lanza. Y luego echó mano de la espada, y espada en mano se abrió sitio hasta que llegó al que gritaba que era hijo de rey; y aquel, en cuanto lo vio llegar y conoció que era el infante, fue contra él, y con la espada, le dio tal mandoble, que le echó en tierra el primer cuartel del escudo; y fue un mandoble asombroso. Y gritó:
- ¡Ani ben e soltan!
Y el señor infante le dio tal golpe en la cabeza, que hasta los dientes le hundió, con lo que cayó muerto a tierra. Y acto seguido los sarracenos se dieron por vencidos; y aquel que pudo regresar por el esperonte salvó la vida, que el resto todos murieron. Y así fue como el señor infante se enfrentó a los de la ciudad.
Y mientras se oía aquel griterío en el esperonte, los moros de la hueste se prepararon para atacar, y el señor rey quiso espolear. Pero En Guillem d'Angleola y N'Asbert de Mediona descabalgaron, y tomaron por el freno el caballo del señor rey, y le dijeron:
- Señor ¿qué hacéis? No os mováis, que la vanguardia hará bien su trabajo.
Y el señor rey tenía tales ansias de atacar, que por poco no le estalla el corazón; y os digo que si no fuera porque él personalmente había nombrado a aquellos dos ricoshombre, junto con otros, como caudillos, no se lo hubiera permitido; pero ya no podía hacer otra cosa.
Y la vanguardia atacó a los moros, y los derrotaron. Y posiblemente hubieran podido entrar aquel día en Granada, y exterminar a toda su caballería; pero por temor de fracasar en el asedio, no fuera cosa que acudiesen de otra parte aquel día, suspendió la persecución, no sin que antes murieran un sinfín de moros de a caballo y de a pie, que fue la mayor hazaña que nunca se hiciese, y la mayor derrota. Así que desde aquel día en adelante, los moros temieron de tal forma a los cristianos que no se atrevían ni a verlos. ¿Qué os diré? El señor rey regresó con toda su gente, con gran alegría y contento, a las tiendas, donde encontró al señor infante En Ferrando que había hecho tales hazañas que ni Rotlan las hubiera hecho. Y al día siguiente celebraron la fiesta del bienaventurado sant Bartomeu apóstol.
Y cuando el rey de Granada hubo contemplado la maravilla que el señor rey de Aragó, y sus gentes, habían hecho, se tuvo por perdido, ya que nunca hubiera podido imaginar tanto esfuerzo y bondad como en ellos residía. Y escogió a sus embajadores y los mandó al señor rey de Aragó, enviándoles a pedir y rogar que le levantase el sitio, ya que se les venía encima el invierno, y bien podía ver que lo que hacía lo hacía por gentes que no lo valían (que los castellanos habían levantado el sitio, para que él perdiese la vida), y que aquella conquista no le iba a servir de nada. Y así, le rogaba que le pluguiese pactar treguas con él, y le ofrecía que siempre le apoyaría en la guerra, contra todos sus enemigos, y que en su honor, liberaría todos los cautivos cristianos que obraban en su poder, que eran gran cantidad.
Y cuando el señor rey hubo escuchado este mensaje, convocó a su consejo, y les explicó lo que el rey de Granada le había enviado a decir; y recibió el consejo de regresar a su tierra, principalmente por tres razones: la primera, por el invierno que se les echaba encima; la segunda por la gran traición de los castellanos; la tercera, por los cautivos cristianos que se le entregaban, que eran más gente que si dos ciudades como Almería hubiese capturado. Y así se acordó, y se firmó la tregua; y el señor rey hizo reunir a toda su gente con todas sus pertenencias, y regresaron quien por mar, quien por tierra, al reino de València. Y así podéis ver cuan dispuesto estaba el señor rey de Aragón para acrecentar y multiplicar la santa fe católica, que en aquella conquista, que no era suya, fue a mantener un asedio; que estad seguros que si el reino de Granada perteneciese a su conquista, mucho tiempo ha que estaría en manos de los cristianos.
Y cuando esto acabó y el señor rey hubo regresado al reino de València, el señor infante En Ferrando con sus gentes y sus galeras regresó al Rosselló, con el señor rey su padre, quien sintió gran alegría cuando lo vio, sobre todo por lo bien que se había comportado en todas las cosas.
Ahora dejaré de hablar del señor rey de Aragó, y volveré a hablar del señor rey de Sicília.
NOTAS
1001. San Bartolomé, 24 de agosto de 1310.
1002. Esperonte. Obra en ángulo saliente que se hacía en las cortinas de las murallas y a veces en las riberas de los ríos.
1003. Guadix
1 comentari:
Esto se está animando. ¡Con qué chispa cuenta lo de los mazazos del infante!
Sahha, Julio.
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