Convocatòria de Corts a Barcelona.
L'església catalana, amb permís del rei es retira, ja que no entra en les seues possibilitats enfrontar-se a la decisió papal.
El rei Pere ordena construir deu galeres, quantitat clarament insuficient per a la que es prepara. Preneu nota de la seua explicació als armadors i amics Marquet i Maiol.
L'església catalana, amb permís del rei es retira, ja que no entra en les seues possibilitats enfrontar-se a la decisió papal.
El rei Pere ordena construir deu galeres, quantitat clarament insuficient per a la que es prepara. Preneu nota de la seua explicació als armadors i amics Marquet i Maiol.
CXII
Y cuando llegaron las cartas a los ricoshombre, prelados y ciudadanos y villanos, el señor rey llamó a En Ramon Marquet y En Berenguer Maiol, que habían regresado de Sicília con las galeras con que habían acompañado a madona la reina y los infantes, y les ordenó que inmediatamente hiciesen construir diez galeras nuevas, para que, cuando menos, no les faltasen galeras. Y En Ramon Marquet y En Berenguer Maiol dijeron al señor rey:
- Señor, ¿qué es lo que decís?: vos sabéis que vuestros enemigos poseen al menos ciento veinte galeras, y ¿sólo mandáis construir diez?
Respondió el rey:
-¿Y no sabéis que nos tenemos en Sicília unas ochenta, que en cuanto las necesitemos, acudirán armadas?
Dijeron ellos:
- Señor, al menos deberíamos construir aquí cincuenta galeras; ya que no sabemos si los que se encuentran en Sicília podrán acudir puntuales, cuando las necesitemos, ya que podrían demorarse si se complicara la situación allá. Que el ejército de la Iglesia y el del rey de França, y el del rey Carles, y el de sus aliados, es tan grande, que tememos que tanto allá como acá nos darán bastante que hacer. Y si tenemos cincuenta galeras, entre Valencia, Tortosa, Tarragona y Barcelona, las podríamos armar perfectamente; e incluso más si más tuviéramos. Pero sin embargo, sólo con que vos, señor, queráis construir cincuenta galeras en Catalunya y prepararlas, estamos convencidos, que con la ayuda de Dios y vuestra buena ventura, saldremos con bien y ganaremos a todas las de nuestros enemigos.
Y el señor rey les respondió:
- Prohombres, bien habláis, pero es mucho más preferible que los enemigos no sepan que las tenemos. Que si supiesen que tuviéramos cincuenta galeras, vendrían con todas las suyas, y sería difícil cosa y de gran peligro que contra todas combatiésemos; ya que en sus galeras irá muy buena gente, provenzales, gascones, genoveses, pisanos y otros muchos. Y si creen que sólo hay diez galeras, vendrán confiados, y despreciarán nuestro poder, y se irán desperdigando; y vosotros, con estas diez galeras, iréis atacando acá y acullá, a placer; y mientras ellos desprecian nuestro poder, nuestras galeras acudirán desde Sicília y atacarán donde se encuentre el grueso de su flota. Y de este modo, con la ayuda de Dios, venceremos mejor a nuestros enemigos mostrándonos con poco poder, cosa que se complicaría si mostráramos un gran ejército. Y en las guerras ocurre de este modo; que uno se debe encomendar a Dios; y luego, con la ayuda de Dios escoger lo mejor y más provechoso, y olvidarse del orgullo.
Y cuando esto hubieron oído, En Ramon Marquet y En Berenguer Maiol dijeron:
- Señor, perdonadnos nuestro atrevimiento al aconsejaros, que es bien cierto que cien como nosotros no os llegarían a la suela de vuestro calzado. Y cierto es, señor, que es muy sensato lo que decís; y así, señor, tal como ordenáis, haremos construir diez galeras.
- Ahora - dijo el señor rey- id con buena ventura, y guardad en secreto lo que nos os hemos confiado.
- Señor - dijeron ellos -, podéis estar seguro de ello.
Y con estas razones le besaron la mano y marcharon a realizar lo que el señor rey les había encomendado.
Y cuando la corte estuvo reunida, que todos habían acudido a Barcelona el día que el señor rey les había convocado, y se encontraban en el palacio real, el señor rey les dijo todo lo que había dicho en la corte de Saragossa a los aragoneses, y muchas otras buenas palabras que hacían al caso.
Y cuando el señor rey hubo hablado, se levantó el arzobispo de Tarragona, y dijo:
- Señor: yo os digo en mi nombre y en el de todos los prelados de nuestro arzobispado y el resto de clérigos, que nosotros no os podemos aconsejar en nada tocante a la guerra, y menos aún contra la sentencia que el santo padre ha dictado contra vos. Por lo que os rogamos que no nos exijáis ayuda; pero sin embargo plázcaos reducirnos la renta a su mínima expresión.
Y cuando el señor rey hubo oído lo que el arzobispo le había dicho, comprendió su gran bondad, tanto la de él como la de los otros prelados y clérigos, y el gran amor que le mostraban. Que lo que el arzobispo había dicho, lo dijo a buen entendedor, que quería decir que el señor rey tomase todo lo que pertenecía a la Iglesia, para ayudarse en la guerra; pero lo dijo de modo que no pudiese ser reprendido ni por el papa ni por nadie. Y es verdad que este era el sentir de todos cuantos prelados y clérigos había en toda la tierra del señor rey; que únicamente la vida conservasen mientras durase la guerra, y que el rey pudiese hacer uso de todo el resto.
Y así el señor rey respondió al arzobispo, y le dijo que había entendido correctamente lo que él le había respondido, y que los excusaba a él y a todos los otros prelados y clérigos, y que bien comprendía que lo que decían era justo; y así que marchasen en buena hora, y él se quedaría con los caporales, caballeros, ciudadanos y hombres de villa, a tratar sobre la guerra. Y así el arzobispo y los otros prelados, y clérigos abandonaron el consejo, y cada uno partió a su tierra; y el señor rey permaneció en la corte con los citados ricoshombre y otros.
Y cuando el arzobispo y los otros prelados y clérigos se encontraron fuera del consejo, se levantaron ricoshombre y caballeros y ciudadanos y hombres de villa a tratar sobre la guerra, cada uno a su turno. Y si antes en Saragossa se le dio buena respuesta al señor rey, y ayuda y consejo, mucho más cumplidamente se le respondió en esta corte, por parte de los ricoshombre, caballeros, ciudadanos y otros. Y si se ofrecieron generosamente de palabra, todavía mejor cumplieron de obra, tal como más adelante oiréis. Y el señor rey quedó totalmente satisfecho de la respuesta obtenida, y les concedió grandes dones y gracias. Y así la corte se disolvió con gran concordia entre el señor rey y sus vasallos y súbditos; y tras las palabras que les dirigió el señor rey, cada uno volvió a sus tierras.
Y cuando se hubo disuelto la corte, el señor rey fue a la ciudad de Gerona (555) y envió a decir al señor rey de Mallorca, su hermano, que se quería entrevistar con él, y que le rogaba por tanto que acudiese a dicha ciudad; o si lo prefería, él iría a Perpinyà. Y el señor rey de Mallorca le respondió que prefería ir él; y en pocos días acudió a Gerona, y el señor rey de Aragó le salió al encuentro hasta el puente. Y si se hicieron mútuamente fiesta no hay ni que decirlo, que ambos hermanos tenían gran deseo de verse. Y así entraron en Gerona, con grandes festejos que se hicieron en su honor. Aquel día el señor rey de Mallorca y su compañía comieron con el señor rey de Aragó; y luego, al día siguiente, y al tercer día, y al cuarto día, el señor rey de Mallorca invitó al señor rey de Aragón y a toda su compañía; y luego al quinto día, el señor rey de Aragón quiso que el rey de Mallorca comiese con él. Y cuando hubieron oído misa, ambos hermanos, sin nadie más, se retiraron a la cámara; y no salieron ni para comer hasta pasada la hora de nona. Qué cosas dispusieron y comentaron entre ellos, nadie lo puede saber; pero muchas gentes dijeron que el señor rey de Aragón concedió licencia al señor rey de Mallorca para aliarse y ayudar al rey de França contra él, ya que ambos hermanos eran sabios y sabían que Montpestller y los condados de Rosselló y de Confleent y de Cerdanya, se perderían si otra cosa se hacía. Y la casa de França tenía y tiene esta costumbre: que nunca devolverá nada que por guerra conquiste, antes perdería toda su tierra. Y como sabían que Montpestller, Rosselló, Confleent y Cerdanya no podrían ser defendidas; más valía conservarlas de esta forma. Y se separaron, y nunca conoció nadie absolutamente nada de lo que habían pactado, salvo lo que pensaron los entendidos; e incluso los franceses no abandonaron nunca esta sospecha. Y cuando se hubieron despedido uno del otro, el sèñer rey de Aragó regresó a Barcelona, y el rey de Mallorca a Perpinyà.
Ahora dejaré de hablar de los dos reyes, y volveré a hablar del señor infante En Jacme y del almirante.
NOTAS
- Señor, ¿qué es lo que decís?: vos sabéis que vuestros enemigos poseen al menos ciento veinte galeras, y ¿sólo mandáis construir diez?
Respondió el rey:
-¿Y no sabéis que nos tenemos en Sicília unas ochenta, que en cuanto las necesitemos, acudirán armadas?
Dijeron ellos:
- Señor, al menos deberíamos construir aquí cincuenta galeras; ya que no sabemos si los que se encuentran en Sicília podrán acudir puntuales, cuando las necesitemos, ya que podrían demorarse si se complicara la situación allá. Que el ejército de la Iglesia y el del rey de França, y el del rey Carles, y el de sus aliados, es tan grande, que tememos que tanto allá como acá nos darán bastante que hacer. Y si tenemos cincuenta galeras, entre Valencia, Tortosa, Tarragona y Barcelona, las podríamos armar perfectamente; e incluso más si más tuviéramos. Pero sin embargo, sólo con que vos, señor, queráis construir cincuenta galeras en Catalunya y prepararlas, estamos convencidos, que con la ayuda de Dios y vuestra buena ventura, saldremos con bien y ganaremos a todas las de nuestros enemigos.
Y el señor rey les respondió:
- Prohombres, bien habláis, pero es mucho más preferible que los enemigos no sepan que las tenemos. Que si supiesen que tuviéramos cincuenta galeras, vendrían con todas las suyas, y sería difícil cosa y de gran peligro que contra todas combatiésemos; ya que en sus galeras irá muy buena gente, provenzales, gascones, genoveses, pisanos y otros muchos. Y si creen que sólo hay diez galeras, vendrán confiados, y despreciarán nuestro poder, y se irán desperdigando; y vosotros, con estas diez galeras, iréis atacando acá y acullá, a placer; y mientras ellos desprecian nuestro poder, nuestras galeras acudirán desde Sicília y atacarán donde se encuentre el grueso de su flota. Y de este modo, con la ayuda de Dios, venceremos mejor a nuestros enemigos mostrándonos con poco poder, cosa que se complicaría si mostráramos un gran ejército. Y en las guerras ocurre de este modo; que uno se debe encomendar a Dios; y luego, con la ayuda de Dios escoger lo mejor y más provechoso, y olvidarse del orgullo.
Y cuando esto hubieron oído, En Ramon Marquet y En Berenguer Maiol dijeron:
- Señor, perdonadnos nuestro atrevimiento al aconsejaros, que es bien cierto que cien como nosotros no os llegarían a la suela de vuestro calzado. Y cierto es, señor, que es muy sensato lo que decís; y así, señor, tal como ordenáis, haremos construir diez galeras.
- Ahora - dijo el señor rey- id con buena ventura, y guardad en secreto lo que nos os hemos confiado.
- Señor - dijeron ellos -, podéis estar seguro de ello.
Y con estas razones le besaron la mano y marcharon a realizar lo que el señor rey les había encomendado.
Y cuando la corte estuvo reunida, que todos habían acudido a Barcelona el día que el señor rey les había convocado, y se encontraban en el palacio real, el señor rey les dijo todo lo que había dicho en la corte de Saragossa a los aragoneses, y muchas otras buenas palabras que hacían al caso.
Y cuando el señor rey hubo hablado, se levantó el arzobispo de Tarragona, y dijo:
- Señor: yo os digo en mi nombre y en el de todos los prelados de nuestro arzobispado y el resto de clérigos, que nosotros no os podemos aconsejar en nada tocante a la guerra, y menos aún contra la sentencia que el santo padre ha dictado contra vos. Por lo que os rogamos que no nos exijáis ayuda; pero sin embargo plázcaos reducirnos la renta a su mínima expresión.
Y cuando el señor rey hubo oído lo que el arzobispo le había dicho, comprendió su gran bondad, tanto la de él como la de los otros prelados y clérigos, y el gran amor que le mostraban. Que lo que el arzobispo había dicho, lo dijo a buen entendedor, que quería decir que el señor rey tomase todo lo que pertenecía a la Iglesia, para ayudarse en la guerra; pero lo dijo de modo que no pudiese ser reprendido ni por el papa ni por nadie. Y es verdad que este era el sentir de todos cuantos prelados y clérigos había en toda la tierra del señor rey; que únicamente la vida conservasen mientras durase la guerra, y que el rey pudiese hacer uso de todo el resto.
Y así el señor rey respondió al arzobispo, y le dijo que había entendido correctamente lo que él le había respondido, y que los excusaba a él y a todos los otros prelados y clérigos, y que bien comprendía que lo que decían era justo; y así que marchasen en buena hora, y él se quedaría con los caporales, caballeros, ciudadanos y hombres de villa, a tratar sobre la guerra. Y así el arzobispo y los otros prelados, y clérigos abandonaron el consejo, y cada uno partió a su tierra; y el señor rey permaneció en la corte con los citados ricoshombre y otros.
Y cuando el arzobispo y los otros prelados y clérigos se encontraron fuera del consejo, se levantaron ricoshombre y caballeros y ciudadanos y hombres de villa a tratar sobre la guerra, cada uno a su turno. Y si antes en Saragossa se le dio buena respuesta al señor rey, y ayuda y consejo, mucho más cumplidamente se le respondió en esta corte, por parte de los ricoshombre, caballeros, ciudadanos y otros. Y si se ofrecieron generosamente de palabra, todavía mejor cumplieron de obra, tal como más adelante oiréis. Y el señor rey quedó totalmente satisfecho de la respuesta obtenida, y les concedió grandes dones y gracias. Y así la corte se disolvió con gran concordia entre el señor rey y sus vasallos y súbditos; y tras las palabras que les dirigió el señor rey, cada uno volvió a sus tierras.
Y cuando se hubo disuelto la corte, el señor rey fue a la ciudad de Gerona (555) y envió a decir al señor rey de Mallorca, su hermano, que se quería entrevistar con él, y que le rogaba por tanto que acudiese a dicha ciudad; o si lo prefería, él iría a Perpinyà. Y el señor rey de Mallorca le respondió que prefería ir él; y en pocos días acudió a Gerona, y el señor rey de Aragó le salió al encuentro hasta el puente. Y si se hicieron mútuamente fiesta no hay ni que decirlo, que ambos hermanos tenían gran deseo de verse. Y así entraron en Gerona, con grandes festejos que se hicieron en su honor. Aquel día el señor rey de Mallorca y su compañía comieron con el señor rey de Aragó; y luego, al día siguiente, y al tercer día, y al cuarto día, el señor rey de Mallorca invitó al señor rey de Aragón y a toda su compañía; y luego al quinto día, el señor rey de Aragón quiso que el rey de Mallorca comiese con él. Y cuando hubieron oído misa, ambos hermanos, sin nadie más, se retiraron a la cámara; y no salieron ni para comer hasta pasada la hora de nona. Qué cosas dispusieron y comentaron entre ellos, nadie lo puede saber; pero muchas gentes dijeron que el señor rey de Aragón concedió licencia al señor rey de Mallorca para aliarse y ayudar al rey de França contra él, ya que ambos hermanos eran sabios y sabían que Montpestller y los condados de Rosselló y de Confleent y de Cerdanya, se perderían si otra cosa se hacía. Y la casa de França tenía y tiene esta costumbre: que nunca devolverá nada que por guerra conquiste, antes perdería toda su tierra. Y como sabían que Montpestller, Rosselló, Confleent y Cerdanya no podrían ser defendidas; más valía conservarlas de esta forma. Y se separaron, y nunca conoció nadie absolutamente nada de lo que habían pactado, salvo lo que pensaron los entendidos; e incluso los franceses no abandonaron nunca esta sospecha. Y cuando se hubieron despedido uno del otro, el sèñer rey de Aragó regresó a Barcelona, y el rey de Mallorca a Perpinyà.
Ahora dejaré de hablar de los dos reyes, y volveré a hablar del señor infante En Jacme y del almirante.
NOTAS
555. Curiosamente Gerona en el original, en vez de Girona.
1 comentari:
Un abrazo, amigo, desde Madrid.
Gracias por la crónica.
Saha.
Daniel.
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