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1 Libro = 1 Euro ~ Save The Children

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Charles Darwin quotation

Ignorance more frequently begets confidence than does knowledge: it is those who know little, and not those who know much, who so positively assert that this or that problem will never be solved by science

Jean-Baptiste Colbert quotation

L'art de l'imposition consiste à plumer l'oie pour obtenir le plus possible de plumes avec le moins possible de cris

Somebody quotation

El miedo es la via perfecta hacia el lado oscuro. El miedo lleva a Windows, Windows a la desesperacion, esta al odio hacia Bill Gates y ese odio lleva a LINUX

Vares Velles

Vares Velles
Al Tall

Això és Espanya (vara seguidilla) per Al Tall

dimecres, 1 d’abril del 2009

Dimecres, relats d'altri. Damasco. Rafik Schami

Interrompré durant aquest mes la sèrie que vinc publicant els dimecres sobre contes de Jesús Montcada, per incloure uns quants capítols del llibre de Rafik Schami "El lado oscuro del amor"

Avui el capítol 94. Un emocionat i emocionant cant a la seua ciutat, Damasc.


Damasco


Damasco no es una ciudad, un punto en un atlas, sino una leyenda que se disfraza de casas y callejones, historias, olores y rumores.

A lo largo de sus ocho mil años de historia, la ciudad vieja ha sido víctima infinidad de veces de plagas, guerras e incendio, y a falta de un sitio mejor siempre fue reconstruida en el mismo lugar. La mano que ha marcado Damasco hasta hoy es la de un planificador urbanístico griego llamado Hipodamo de Mileto. Él dividió la ciudad en barrios cuadrangulares rigurosamente geométricos, con grandes avenidas. Los griegos amaban las líneas rectas; los árabes, en cambio, prefieren el arco, la curvatura. Algunos afirman que eso guarda relación con sus agotadores viajes por el desierto. La curvatura acorta la distancia, al menos para la vista. Otros dicen que es la vida misma la que determina el arco: la rama de olivo se comba con el peso de sus frutos, el vientre de las mujeres embarazadas es un arco y las ramas de una palmera forman una bóveda redondeada. Solamente la muerte es rectilínea. La explicación de los viejos damascenos es más profana: los callejones se pueden defender mejor cuantas más sinuosidades tienen.

Si se quiere hablar de Damasco, hay que tener cuidado para no hundirse, porque Damasco es un mar de historias. La ciudad lo sabe y por eso conserva, pese a todo el amor de los árabes por las calles y callejones sinuosos, una sola calle recta, que precisamente recibe este nombre. Constituye el punto de referencia de todos los paseos y todos los relatos. Cuando uno se pierde en los infinitos recovecos de los callejones, siempre puede regresar a la calle Recta. Esta vía es una enorme brújula que desde hace tres mil años indica la dirección del este hacia el oeste.

Antes tenía más de veinte metros de anchura y era un fastuoso paseo con columnas y pórticos. Pero los mercaderes fueron invadiendo ambos lados de la calle con sus puestos, de manera que hoy no alcanza, en algunos lugares, los diez metros. Los mercaderes damascenos dominan a la perfección la técnica de la apropiación. Sin llamar la atención, se instalan en la acera con un cesto de verduras, una pequeña pirámide de cajas taraceadas o una bandeja con pistachos, que sólo depositan para secar al sol durante un par de horas. Luego se monta encima una ligera estructura de madera y se tiende sobre ella una tela aún más ligera, para proteger la mercancía del excesivo ardor del sol. En cuanto los transeúntes y los policías se han acostumbrado, la estructura de madera se viene abajo de vez en cuando, y los mercaderes se ven obligados a sustituir la temblona armazón por una construcción un poco más sólida. Pero, para poder gozar de una siesta sin preocuparse de los ladrones, es preciso dotar al conjunto de una puerta, y poco después de una ventanita con visillo. . Una semana más tarde, como por arte de magia, la fina madera se refuerza con adobe y, después de una acción sorpresiva en plena noche, de pronto la casita resplandece de blancura, con sus puertas y ventanas azules recién pintadas. Pronto vuelve a tener delante un cesto de verduras, sólo para llamar la atención de los clientes. El policía refunfuña, pero es tranquilizado con muchas palabras y un café... hasta que finalmente es trasladado. Su sucesor podría jurar que la calle siempre había descrito una curva en ese punto.

Damasco ha acogido y soportado a árabes, romanos, griegos, arameos y otras treinta y siete culturas. Dominaron sucesiva y a veces simultáneamente la ciudad, y ningún pueblo se marchó sin dejar su impronta. Así, Damasco se convirtió en una obra histórica confeccionada a base de retazos, una oficina de objetos perdidos de las culturas. Algunas personas también comparan la ciudad con un mosaico, cuyas teselas han sido ensambladas por los viajeros a lo largo de más de ocho mil años.

Los damascenos lo han recibido todo: una columna griega, un puente romano, un muro anodino con piedras de los palacios de siglos pasados, plantas traídas de África por manos esclavas. Hasta el día de hoy, uno cree escuchar en los callejones palabras pronunciadas por forasteros hace cientos de años. Y tropieza con personas, ya sea un mercader de verduras o un médico, cuyos antepasados vinieron de España, Yemen o Italia, y que aún así se consideran damascenos de pura cepa. Y lo gracioso es que tienen razón.

Damasco fue un fértil oasis en la seca Arabia. A finales de los años cuarenta se fundaron cerca de la ciudad algunas grandes empresas textiles, se abrieron muchos colegios, se amplió la universidad, y periódicos y revistas conquistaron los quioscos, dando testimonio de la riqueza cultural de la ciudad. Los cines se pusieron de moda y todos tenían días especiales para mujeres, y a veces un hombre enamorado esperaba tres horas en la calle sólo para poder contemplar a su amada al salir. Aunque debía tener un cuidado infernal para que nadie viera que le sonreía. Y si ella respondía a su sonrisa, eso era para él como un anticipo del paraíso.

1 comentari:

Daniel Yanez-Gonzalez ha dit...

Extraordinario capítulo, querido Julio. ¡Ay, Damasco, qué será de ti!

Sahha.

Daniel.