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1 Libro = 1 Euro ~ Save The Children

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Charles Darwin quotation

Ignorance more frequently begets confidence than does knowledge: it is those who know little, and not those who know much, who so positively assert that this or that problem will never be solved by science

Jean-Baptiste Colbert quotation

L'art de l'imposition consiste à plumer l'oie pour obtenir le plus possible de plumes avec le moins possible de cris

Somebody quotation

El miedo es la via perfecta hacia el lado oscuro. El miedo lleva a Windows, Windows a la desesperacion, esta al odio hacia Bill Gates y ese odio lleva a LINUX

Vares Velles

Vares Velles
Al Tall

Això és Espanya (vara seguidilla) per Al Tall

dimecres, 8 d’abril del 2009

Dimecres, relats d'altri. El amigo de los gatos. Rafik Schami

Continuant amb el la novel·la de Schami, "El lado oscuro del amor" avui porte el següent capítol, el 95, El amigo de los gatos. Quantes voltes, a l'infància, vaig veure com la nostra gata, la Vuita, li portava a ma mare els ratolins caçats, encara vius, com un regal.


El amigo de los gatos


El abuelo apretaba la mano de su nieto, porque temía perder al pequeño Farid en el bullicio del zoco. A la entrada de un caravasar se detuvo a hablar con un mercader de especias. Farid aprovechó la ocasión para atisbar con curiosidad el interior del gran edificio. En el patio había caballos y mulas atados, junto a los que vio muchos mozos que se dirigían a toda prisa hacia grandes almacenes llenos de sacos. Se los echaban al hombro como si no pesaran nada y luego los cargaban en los carros que esperaban en el patio. Un hombre pálido de traje oscuro anotaba lo que los estibadores iban amontonando en los carros. Un cochero hizo chasquear el látigo y los caballos, que habían estado dormitando con la cabeza baja, despertaron y salieron al trote. El cochero gritó a la gente que despejara el camino si no querían ensuciarse la ropa. La advertencia surtió efecto: acto seguido se abrió un pasillo para su vehículo y volvió a cerrarse tras él, al tiempo que se reanudaban las conversaciones.

De pronto, la mirada de Farid se detuvo en un carnicero de camellos, en un rincón alejado del caravasar. En el barrio cristiano la carne de camello estaba mal vista, por eso Farid nunca había visto algo semejante, una cruel escena que nunca olvidaría.

El gran animal estaba ante la puerta de la carnicería y miraba a Farid con ojos dilatados por el miedo. Un carnicero enano afilaba su gran cuchillo, hablando con otro hombre que cosía sacos de yute cerca de allí.

Finalmente, dos hombres hicieron arrodillarse al camello. El animal seguía mirando a Farid, como pidiéndole ayuda. Entonces el carnicero movió su gran cuchillo en el cuello del camello como si deslizara un arco sobre las cuerdas de un violín. La sangre brotó, derramándose en una enorme fuente. Los ojos del camello, ya vacíos, contemplaban la eternidad. El hombre que cosía sacos no dedicó una sola mirada a la escena. Dio una puntada más al que había terminado y lo dejó sobre un gran montón.

Desde el caravasar, Farid siguió paseando con su abuelo por el barrio de Qaimariya, que tiempo atrás había sido el centro comercial de Damasco, para convertirse luego en una zona residencial con algunos talleres. Por el camino descubrió algo extraño: un hombre estaba sentado en el suelo, en su tienda, y leía en voz alta el Corán rodeado por unos treinta gatos que descansaban en su regazo, en las estanterías, en el suelo y el escaparate de la estancia, por lo demás vacía.

- ¿Vende gatos? - preguntó Farid.

- No, no – dijo el abuelo - , es un hombre santo que se preocupa de todos los gatos del barrio.

Los felinos trepaban sobre el hombre que leía, saltaban de sus hombros a los anaqueles y volvían a bajar, pero él seguía leyendo con toda calma. El abuelo sacó un billete de una lira de su monedero y lo dejó en un cuenco de cobre junto a la entrada.

- Gracias por tu buen corazón – respondió el hombre, y volvió a su lectura.

Tres gatos cruzaron el callejón. Corrieron hacia la tienda, dejaron a la puerta su botín, tres ratones, y entraron. El hombre alzó la vista.

- Estas son sus declaraciones de amor – dijo, y sonrió cuando de pronto el ratón mediano dio un salto y desapareció, rápido como el rayo, por el ventanuco de un sótano al otro lado de la calle.

- Un buen actor – comentó el abuelo, y se llevó a Farid a casa.