Després de l'exagerada (en tots els sentits de la paraula) victòria relatada al capítol anterior, amb la que la Companyia havia trencat el setge, fent honor a que la millor defensa és un atac, eixen en direcció Andrinòpol a trobar-se amb el fill de l'Emperador.
Nova victòria de la Companyia.
Atents a l'anècdota del Peric de Na Clara i el seu fill. I és que, si el joc et deixa pelat, hi ha que anar a per més diners. I en aquell temps no hi havien encara caixers automàtics...
Nova victòria de la Companyia.
Atents a l'anècdota del Peric de Na Clara i el seu fill. I és que, si el joc et deixa pelat, hi ha que anar a per més diners. I en aquell temps no hi havien encara caixers automàtics...
CCXXI
Y después de esto nos reunimos todos en consejo, y decidimos qué haríamos. Y finalmente adoptamos la siguiente decisión: que Dios, y el bienaventurado monsèñer sant Pere, y sant Paul, y sant Jordi, que nos habían otorgado aquella victoria, nos ayudarían a conseguir la victoria sobre aquel malvado que tan gran traición nos había hecho; y que por nada del mundo nos detendríamos en Gal·lípol, puesto que Gal·lípol era un lugar fuerte y nosotros habíamos ganado tanto botín que nos podría flaquear el corazón; y que por nada del mundo nos dejásemos sitiar; y más todavía, que el hijo del emperador, que se acercaba, no podía venir junto con toda la hueste, sino que probablemente enviaría una vanguardia, de modo que nosotros nos enfrentaríamos con la vanguardia, y la atacaríamos; y si lográbamos destrozar la vanguardia, quedarían derrotados. Y así, no pudiendo subir al cielo, ni bajar al abismo, ni irnos por mar, estaba claro que por sus manos teníamos que pasar. De modo que era conveniente que no nos flaquease el corazón por nada que hubiésemos ganado ni por mucho ejército que tuviésemos enfrente; y así que fuésemos contra ellos. Y de este modo se acordó.
Y dejamos en el castillo cien hombres, con las mujeres, y emprendimos la marcha. Y cuando habíamos cumplido tres jornadas, tal como a Dios le plugo, nos dormimos a la falda de una montaña, y a la parte contraria dormían ellos; y los unos no sabíamos nada de los otros hasta que llegó la medianoche, y divisamos una gran claridad de fogatas que ellos tenían encendidas. Y enviamos espías para que nos trajeran noticias (dos griegos que elegimos), y supimos que en aquel lugar acampaba el hijo del emperador con seis mil hombres a caballo, y que de madrugada debían ponerse en camino hacia Gal·lípol, y que las otras tropas se encontraban a una legua de ellos, y que el hijo del emperador dormía en un castillo que había en aquella llanura, que se llamaba Apro (930), que era un buen castillo fortificado, y defendía una gran ciudad. Y nosotros nos alegramos mucho cuando supimos que había castillo y villa, ya que pensamos que la vileza de aquella gente era tanta, que lo primero que intentarían sería defender el castillo y la villa de Apro.
Y cuando llegó el amanecer, todos nos confesamos y comulgamos, y nos dispusimos con todas nuestras armas, en orden de batalla, a subir a la montaña que estaba labrada. Y cuando llegamos arriba, ya se había hecho de día, y los de la hueste nos vieron, y pensaron que nos íbamos a poner a su merced. Pero el hijo del emperador no lo tomó a juego, sino que se armó muy bien, y él era muy buen caballero, que nada le faltaba salvo ser leal. Y así, gentilmente armado con su coraza, con toda su gente vino contra nosotros y nosotros contra él.
Y cuando empezamos a atacar, gran parte de nuestros almogávares bajaron de los caballos, ya que se sentían más seguros a pie que a caballo; y empezamos todos a atacar muy vigorosamente, y lo mismo ellos a nosotros. ¿Qué os diré? Que plugo a Dios que la vanguardia se rindió, igual que los de la batalla anterior, salvo el hijo del emperador, que batallaba contra nosotros con cien caballeros; así que fue a atacar, en una de sus entradas, a un marinero llamado Bernat Ferrer, quien cabalgaba sobre un buen corcel que había ganado en la primera batalla, y llevaba asimismo unas corazas muy bellas que había obtenido del mismo modo, y no llevaba escudo porque no sabía cabalgar bien. Y el hijo del emperador creyó que era hombre importante, y le dio un mandoble con la espada en el brazo izquierdo, de modo que le arrancó la mano; y aquél que se vio sangrando, y era un mozo con mucho temple, fue a abrazarlo, y con una broca le dio trece puñaladas, y de una de ellas lo hirió en la cara, desfigurándosela toda. Y entonces perdió el escudo, y cayó del caballo, y los suyos lo sacaron de la refriega, que era enorme, y sin saberlo nosotros se lo llevaron al castillo de Apro.
Y la batalla duró, muy fuerte y áspera, hasta la noche. Y Dios, que todo lo hace bien, nos guió en tal manera que todos huían desbaratados hacia el castillo de Apro, corriendo campo a través por donde mejor les parecía, con la intención de alcanzar el castillo. Pero no lo lograron muchos, ya que aquel día murieron más de diez mil hombres a caballo, y un sin número de los de a pie; y de los nuestros no murieron más que once hombres a caballo y veintisiete hombres de a pie.
De modo que cuando llegó la noche, permanecimos en el campo con nuestras armaduras. Y a la mañana siguiente temíamos que todavía nos presentasen batalla, pero no encontramos a ninguno de ellos vivo en el campo; y fuimos al castillo y lo combatimos, y allí permanecimos ocho días. Y levantamos el campo, y nos llevamos diez mil carros (que cada carro era tirado por cuatro búfalos), y tanto ganado, que cubría toda la tierra. Y ganamos un sin fin, mucho más todavía que en la primera batalla. Y desde aquel momento toda la Romanía fue derrotada; y les metimos de tal modo el miedo en el cuerpo, que nadie podía gritar: "Francs! Francs! (931)", sin que todos comenzasen inmediatamente a huir.
Y así, con gran alegría regresamos a Gal·lípol; y luego, hacíamos incursiones cada día, llegando a veces hasta las puertas de Contastinoble. Y sucedió un día que un almogávar de a caballo, llamado Peric de Na Clara, habiendo perdido en el juego, con dos hijos que tenía, tomó sus armas, sin más compañía, y fue caminando hasta Contastinoble; y en un jardín (932) del emperador encontró a dos mercaderes genoveses que practicaban la caza de la perdiz, y los capturó, y los llevó a Gal·lípol, y obtuvo de rescate tres mil pérperas de oro (y la pérpera vale diez sueldos de Barcelona). Y cada día se hacían muchas incursiones similares.
NOTAS
Y dejamos en el castillo cien hombres, con las mujeres, y emprendimos la marcha. Y cuando habíamos cumplido tres jornadas, tal como a Dios le plugo, nos dormimos a la falda de una montaña, y a la parte contraria dormían ellos; y los unos no sabíamos nada de los otros hasta que llegó la medianoche, y divisamos una gran claridad de fogatas que ellos tenían encendidas. Y enviamos espías para que nos trajeran noticias (dos griegos que elegimos), y supimos que en aquel lugar acampaba el hijo del emperador con seis mil hombres a caballo, y que de madrugada debían ponerse en camino hacia Gal·lípol, y que las otras tropas se encontraban a una legua de ellos, y que el hijo del emperador dormía en un castillo que había en aquella llanura, que se llamaba Apro (930), que era un buen castillo fortificado, y defendía una gran ciudad. Y nosotros nos alegramos mucho cuando supimos que había castillo y villa, ya que pensamos que la vileza de aquella gente era tanta, que lo primero que intentarían sería defender el castillo y la villa de Apro.
Y cuando llegó el amanecer, todos nos confesamos y comulgamos, y nos dispusimos con todas nuestras armas, en orden de batalla, a subir a la montaña que estaba labrada. Y cuando llegamos arriba, ya se había hecho de día, y los de la hueste nos vieron, y pensaron que nos íbamos a poner a su merced. Pero el hijo del emperador no lo tomó a juego, sino que se armó muy bien, y él era muy buen caballero, que nada le faltaba salvo ser leal. Y así, gentilmente armado con su coraza, con toda su gente vino contra nosotros y nosotros contra él.
Y cuando empezamos a atacar, gran parte de nuestros almogávares bajaron de los caballos, ya que se sentían más seguros a pie que a caballo; y empezamos todos a atacar muy vigorosamente, y lo mismo ellos a nosotros. ¿Qué os diré? Que plugo a Dios que la vanguardia se rindió, igual que los de la batalla anterior, salvo el hijo del emperador, que batallaba contra nosotros con cien caballeros; así que fue a atacar, en una de sus entradas, a un marinero llamado Bernat Ferrer, quien cabalgaba sobre un buen corcel que había ganado en la primera batalla, y llevaba asimismo unas corazas muy bellas que había obtenido del mismo modo, y no llevaba escudo porque no sabía cabalgar bien. Y el hijo del emperador creyó que era hombre importante, y le dio un mandoble con la espada en el brazo izquierdo, de modo que le arrancó la mano; y aquél que se vio sangrando, y era un mozo con mucho temple, fue a abrazarlo, y con una broca le dio trece puñaladas, y de una de ellas lo hirió en la cara, desfigurándosela toda. Y entonces perdió el escudo, y cayó del caballo, y los suyos lo sacaron de la refriega, que era enorme, y sin saberlo nosotros se lo llevaron al castillo de Apro.
Y la batalla duró, muy fuerte y áspera, hasta la noche. Y Dios, que todo lo hace bien, nos guió en tal manera que todos huían desbaratados hacia el castillo de Apro, corriendo campo a través por donde mejor les parecía, con la intención de alcanzar el castillo. Pero no lo lograron muchos, ya que aquel día murieron más de diez mil hombres a caballo, y un sin número de los de a pie; y de los nuestros no murieron más que once hombres a caballo y veintisiete hombres de a pie.
De modo que cuando llegó la noche, permanecimos en el campo con nuestras armaduras. Y a la mañana siguiente temíamos que todavía nos presentasen batalla, pero no encontramos a ninguno de ellos vivo en el campo; y fuimos al castillo y lo combatimos, y allí permanecimos ocho días. Y levantamos el campo, y nos llevamos diez mil carros (que cada carro era tirado por cuatro búfalos), y tanto ganado, que cubría toda la tierra. Y ganamos un sin fin, mucho más todavía que en la primera batalla. Y desde aquel momento toda la Romanía fue derrotada; y les metimos de tal modo el miedo en el cuerpo, que nadie podía gritar: "Francs! Francs! (931)", sin que todos comenzasen inmediatamente a huir.
Y así, con gran alegría regresamos a Gal·lípol; y luego, hacíamos incursiones cada día, llegando a veces hasta las puertas de Contastinoble. Y sucedió un día que un almogávar de a caballo, llamado Peric de Na Clara, habiendo perdido en el juego, con dos hijos que tenía, tomó sus armas, sin más compañía, y fue caminando hasta Contastinoble; y en un jardín (932) del emperador encontró a dos mercaderes genoveses que practicaban la caza de la perdiz, y los capturó, y los llevó a Gal·lípol, y obtuvo de rescate tres mil pérperas de oro (y la pérpera vale diez sueldos de Barcelona). Y cada día se hacían muchas incursiones similares.
NOTAS
930. Seguramente Uzunköpru, cerca de Edirne (Adrianópolis)
931. Francos, francos. Es el nombre como se les conocía de forma tradicional a los cruzados occidentales en el imperio bizantino y en el imperio latino, lo que Muntaner llama la Romanía.
932. Puede tener el significado de parque o de huerta.
1 comentari:
Número clave de hoy, el 10.000: "Diez mil hombres a caballo" y "diez mil carros". ¿Seguimos con las exageraciones, Ramón?
Qué bueno lo del secuestro de los genoveses.
Sahha, Julio.
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