El "Sermó" de Muntaner
CCLXXII
Sermón de Muntaner
En nombre de Dios padre, que hizo el cielo y el tron,
al mod de Gui Nantui haré un bello sermón
en honor y alabanza del casal de Aragón.
Y para que así sea, como salutación
todos si gustan digan, la Virgen nos dé el don
del sentido común, y obrar en nuestro pro
en este mundo nuestro, y que la salvación
alcancen pronto el conde, vizconde y el barón,
caballero y burgués, marinero y peón,
que este viaje a Sardenya hacen con ilusión
abandonando tierras, familia y profesión,
siguiendo al alto infante N'Anfòs, y su pendón,
que es de toda Espanya honor y exaltación.
De levante a poniente, del sur al septentrión,
vibrará todo el mundo que está en sujeción
de sus valientes padres, al rey Jacme de Aragón.
Quiero que todos sepan que éste es el león
que anunció la Sibila que con real bastón,
abatirá el orgullo de mucha alta mansión;
no diré más, pues basta a buen entendedor.
Y ahora quiero que sepáis y paréis mientes
que todo este sermón se basa solamente
en tres partes que explico y que son evidentes.
Una es la persona que predica a la gente;
la segunda es el pueblo que escucha bien y entiende;
la última el sermón que convence al oyente.
Así, de la primera, digo que locamente
sube alto en el púlpito aquel que el don no tiene
de explicar pros y contras de aquello que pretende,
y no sabe lograr que su fin sea evidente.
La segunda es el pueblo, que bien calladamente
escucharlo debiera lo más atentamente,
sabiendo retener la prédica excelente,
poco valdrá el sermón si no fuera simiente;
que el Evangelio cuenta que aquel grano se pierde
si entre piedras se echa, o espinas igualmente.
Y la tercera os digo que dar ayuda debe
al propósito claro que está en todas las mentes;
y en él se basará mi sermón, brevemente,
en este buen viaje que a todos es placiente.
Así pues, señor infante, como a vuestro vasallo,
escuchad mis razones, que bastantes trabajos
he visto en este mundo, más que otro de mi brazo.
Y por esto en el mar quered ser adiestrado
por vuestros ascendientes que hicieron mucho estrago.
No pongáis de remeros jamás un tercer banco,
los hechos nos lo cuentan, hacen un mal trabajo.
Decid al almirante que haga veinte barcos
y que los tenga listos, ligeros como pájaros.
Y así los ballesteros, que son espabilados,
cuidarán bien sus armas y firmes cual badajos,
duros como arietes, estarán siempre al tajo,
y en nada os fallarán en lo que hayáis mandado.
Porque entre vuestra gente nunca hay altercados
y un solo ánimo tienen, y todos van aunados.
Y ésta es la gran verdad, que el cristal más preciado
no prefieren, señor, al coral que es pescado
en el mar de Sardenya, y cual metal dorado
os harán, buen señor, un lazo encadenado
y se atarán con él todos vuestros vasallos.
Por esto he comenzado por los hechos del mar,
que conviene saberlos quien quiera conquistar
el reino de Sardenya; y así hará temblar
a todos si esto hace. Y esto hacer no podrá
sin llevar gente fresca para herir y atacar;
y si hay tercer banco nunca podrá alcanzar
que piloto y ballestas puedan frescos estar,
ni proel ni remeros; esto no hay que dudar.
Que al ballestero bueno librado de remar
nadie puede oponerse, ni en tierra ni por mar;
y sobre aqueste asunto bien podría explicar
muchas buenas razones, que no hay ni que alegar.
Por lo que, buen señor, Dios os quiera guardar,
vuestra marina gente, bien debéis de cuidar,
y gran poder y honor al almirante dar
queráis, que ningún otro tenga opción de mandar
si no vos; de este modo os habrá de honorar
en toda cuanta lucha pretendáis comenzar.
Cien galeras, o más, sé que podréis fletar,
y leños, y taridas, no se podrán contar.
Cincuenta velas, séñer, sé que conduciréis,
taridas, leños, naves y galeras veréis
repletas, si Dios quiere, de marinos que habréis.
Y así fácil y alegre sé que os embarcaréis
en Portfangós con quellos que bien elegiréis
y que allí esperarán. Las naves dispondréis
en orden de batalla, las pequeñas después,
de forma que enemigos no os puedan ofender
ni dañar; mucho os ruego que de ellos os guardéis.
Con gente falsa y diestra sé que combatiréis;
por eso es necesario, señor, que cuenta os déis,
para que en sus palabras, vos nunca confiéis.
Y todas las galeras, en la costa tendréis;
y en orden de batalla bien las prepararéis
de modo que estén listas; vigilando pondréis
cuatro leños armados, a quien señal daréis
y habrán de ser ligeros. De temer ya no habréis,
que nadie os haga daño, nadie que vos no améis;
Con la ayuda de Dios, la gente embarcaréis,
que os darán el honor y gozo que queréis.
Y tengo todavía para vos un recado
Y es que en cada galera siempre sea ordenado
que dos pilotos haya y un proel, no miréis en el gasto;
cuidad bien los caballos, no sean olvidados
que temo que no hayan los debidos cuidados;
pues la gente de tierra, no están acostumbrados,
y olvidan sus deberes. Por eso es bien pensado
que siempre cada cual atienda a su mandato;
y así todos irán frescos y reposados.
Y que los caballeros estén acostumbrados
a subir a la nave junto con su caballo
y toda su compaña, para que ansí, temprano,
todos en su montura, se encuentren preparados.
Si otra cosa se hiciese sería gran engaño,
que es mejor prevenir y el viaje no es largo.
Contento con los suyos, mejor que alejado
que temiera que todo fuera desbaratado.
Y esto no quiera nadie, si quiere ser loado;
que si el caballo aleja, por torpe será dado,
ya que si éste le falla, será muy despreciado.
Y así por vuestra alteza, ordenaréis, señor,
que bien almogatèn u otro jefe mayor
de la almogavería, que del mundo son flor,
vayan en las galeras, siempre en grande loor
de los sus compañeros; e irán con buen humor
y alegría en las naves, do haranles gran honor.
Todas las provisiones puestas según valor,
que para todos haya, al grand como al menor.
Y que en cada bajel nombrado haya un señor
de todas estas cosas, guardando relación.
Y meteréis en cada navío, para horror
de enemigos, ballestas tres, y así quien mal amor
os tenga, padezca con saña gran dolor.
Trabucos, maganeles (muchos o no hay perdón),
azadas, picos, palas, hombres con su azadón
miles conduciréis, y albañiles, señor,
carpinteros y herreros, sin temor al calor.
Y luego, Dios mediante, no habréis tener pavor
que villas, ni castillos, o cualquier torreón,
resistírseos puedan, salvo con gran dolor
queriendo morir presto o perdiendo su honor.
Y cuando a ésto llegue su fin sin remisión,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Paraclitón,
y de su dulce Madre (membradla en la oración),
y de todos los santos, con gran gozo y fruición
empezad a embarcar; y que en toda ocasión
os defiendan y os guarden. Y dicen que en Maón
el buen rey de Mallorca dará tal colación,
que todos quedarán a plena satisfacción,
y que luego, señor, nadie ho reclamación.
En la isla de Sant Pere, haced restauración
con heno y con la avena de los caballos don,
y mientras, que la flota se apreste con tesón
a pasar a Sardenya, todos, el grande y el menor.
¡Ay! Quién ese día vea alegre habrá suo cor;
viendo condes, vizcondes, caballeros de honor,
y tanta gente lista, sirviendo a su señor
infante a quien Dios quiera darle su bendición,
ya que de todo el mundo es quien ha más valor,
y pase lo que pase nadie atisbó aflicción;
y en armas, en el mundo, no tiene parangón.
Todos los caballeros que os acompañarán,
son vuestros naturales, y dignos de alabar,
todos de buen linaje, no hay en el mundo par;
y los dos mil que son, ningún rey se podrá
jactar que mejor haylos. Y bastantes serán
los diez mil almogávares, que a vos os seguirán,
y los muchos peones que nunca os pedirán
que les paguéis un sueldo, que lo que ellos querrán
será solo serviros, y no os engañarán:
son vuestros naturales; y harán de modo tal
si cualquiera se opone a vuestro batallar.
Y así, señor, cuando en Sardenya podáis tierra tomar,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espirit Sant
empezad a ir por tierra a Càller, y a quemar
villas, castillos, burgos que no os acatarán.
Y frente al bel castillo vuestra flota emplazad,
y tras la empalizada que en puerto encontrarán,
como antes he dicho, vuestra flota ordenad.
Veréis los ballesteros que el muro barrerán,
avecillas volando podrían derribar.
¿Y quién dentro de Càller tranquilo quedará
que no tenga temor, cuando a tierra saltará
En Carròs, almirante, y con él además
Tan fiero catalán, como del mar saldrá?
No será solo Càller, que el orbe temblará.
Desde que el mundo es mundo, nadie podrá mostrar
que sin ayuda hubiese, expedición aital;
ni una sola moneda hubo que demandar,
y es gente de su tierra toda. ¿Qué rey así podrá
si imitarle quisiera, su prestigio igualar?
¡Ay, cuando el estandarte en Càller ondear
se verá en la montaña, y tanto lucirá,
que a toda la gran hueste sin fin señoreará,
con tantos bravos hombres cual lo acompañarán!.
Y sé que más allá de Estampaix acampará
el buen señor infante, que bien se alegrará,
y a la fuerza, o de grado, en Càller entrará.
Y de aquí en adelante mi consejo acabará,
pues seguir no ha lugar, que a miles los tendrá
de cada siervo suyo, más Dios lo guiará.
Una cosa señor, si permitís, diré,
y no olvidéis por nada lo que os recordaré:
a nadie de repúblicas en el mando dejéis,
ni en castillo ni en villa. Creedme os pediré,
que su palabra es falsa, y no saben qué es fe,
ni nunca lo sabrán. Y no os repetiré
todas las traiciones que en días contemplé;
cuánto mal le ficieron a vuestro padre, el rey,
y al alto rey Frederic, no sé si lo sabéis,
quisieron engañar, y a su espaldas tramaron, bien lo sé,
y así Mònac recuperaron, y mucho se burlaron de él;
y a vuestro antecesor causaronle perjuicios también;
quiera Dios castigarles y yo me alegraré,
y de sus falsas bocas, jamás podré creer
que salir puedan más que mentira y doblez,
que otra cosa distinta en vida encontraré.
Mas tratad a los sardos como a gente de bien
sed su luz y su guía, hacedles la merced,
que son gente leal. Y os digo más, poned
del Montcai gente en Còrsega, del pueblo aragonés
y de la Serranía, no os arrepentiréis.
Y ahora mi sermón debe ser acabado;
y ruego al buen Dios padre, que es vera luz y faro,
que el buen señor infante le sea encomendado,
y condes, y vizcondes, barones y prelados
que con él van, y todos los nobles y preclaros;
y que dentro de poco, con gran gozo enviado
buena nueva a sus padres, y al digno rey y santo,
quien hasta que no sepa la nueva habrá penado.
Señores y Señoras, que habéis esto escuchado,
rogad a Dios que pronto a casa hayan llegado
buenas nuevas, y a todos, amigos y privados.
Y porque con Dios padre mantengáis un buen pacto,
todos en pie conviene que hayáis bien recitado
tres padrenuestros antes al Dios trino y santo
y en honor de su Madre, que nació sin pecado.
Y yo ruego a su Hijo que nos sea otorgado
que el nombre de Aragón sea siempre exaltado,
y nunca falsedades puedan de los pisanos
disponer y vencer; y que sant Jordi al lado
del señor alto infante, se sirva acompañarlo (1068).
En nombre de Dios padre, que hizo el cielo y el tron,
al mod de Gui Nantui haré un bello sermón
en honor y alabanza del casal de Aragón.
Y para que así sea, como salutación
todos si gustan digan, la Virgen nos dé el don
del sentido común, y obrar en nuestro pro
en este mundo nuestro, y que la salvación
alcancen pronto el conde, vizconde y el barón,
caballero y burgués, marinero y peón,
que este viaje a Sardenya hacen con ilusión
abandonando tierras, familia y profesión,
siguiendo al alto infante N'Anfòs, y su pendón,
que es de toda Espanya honor y exaltación.
De levante a poniente, del sur al septentrión,
vibrará todo el mundo que está en sujeción
de sus valientes padres, al rey Jacme de Aragón.
Quiero que todos sepan que éste es el león
que anunció la Sibila que con real bastón,
abatirá el orgullo de mucha alta mansión;
no diré más, pues basta a buen entendedor.
Y ahora quiero que sepáis y paréis mientes
que todo este sermón se basa solamente
en tres partes que explico y que son evidentes.
Una es la persona que predica a la gente;
la segunda es el pueblo que escucha bien y entiende;
la última el sermón que convence al oyente.
Así, de la primera, digo que locamente
sube alto en el púlpito aquel que el don no tiene
de explicar pros y contras de aquello que pretende,
y no sabe lograr que su fin sea evidente.
La segunda es el pueblo, que bien calladamente
escucharlo debiera lo más atentamente,
sabiendo retener la prédica excelente,
poco valdrá el sermón si no fuera simiente;
que el Evangelio cuenta que aquel grano se pierde
si entre piedras se echa, o espinas igualmente.
Y la tercera os digo que dar ayuda debe
al propósito claro que está en todas las mentes;
y en él se basará mi sermón, brevemente,
en este buen viaje que a todos es placiente.
Así pues, señor infante, como a vuestro vasallo,
escuchad mis razones, que bastantes trabajos
he visto en este mundo, más que otro de mi brazo.
Y por esto en el mar quered ser adiestrado
por vuestros ascendientes que hicieron mucho estrago.
No pongáis de remeros jamás un tercer banco,
los hechos nos lo cuentan, hacen un mal trabajo.
Decid al almirante que haga veinte barcos
y que los tenga listos, ligeros como pájaros.
Y así los ballesteros, que son espabilados,
cuidarán bien sus armas y firmes cual badajos,
duros como arietes, estarán siempre al tajo,
y en nada os fallarán en lo que hayáis mandado.
Porque entre vuestra gente nunca hay altercados
y un solo ánimo tienen, y todos van aunados.
Y ésta es la gran verdad, que el cristal más preciado
no prefieren, señor, al coral que es pescado
en el mar de Sardenya, y cual metal dorado
os harán, buen señor, un lazo encadenado
y se atarán con él todos vuestros vasallos.
Por esto he comenzado por los hechos del mar,
que conviene saberlos quien quiera conquistar
el reino de Sardenya; y así hará temblar
a todos si esto hace. Y esto hacer no podrá
sin llevar gente fresca para herir y atacar;
y si hay tercer banco nunca podrá alcanzar
que piloto y ballestas puedan frescos estar,
ni proel ni remeros; esto no hay que dudar.
Que al ballestero bueno librado de remar
nadie puede oponerse, ni en tierra ni por mar;
y sobre aqueste asunto bien podría explicar
muchas buenas razones, que no hay ni que alegar.
Por lo que, buen señor, Dios os quiera guardar,
vuestra marina gente, bien debéis de cuidar,
y gran poder y honor al almirante dar
queráis, que ningún otro tenga opción de mandar
si no vos; de este modo os habrá de honorar
en toda cuanta lucha pretendáis comenzar.
Cien galeras, o más, sé que podréis fletar,
y leños, y taridas, no se podrán contar.
Cincuenta velas, séñer, sé que conduciréis,
taridas, leños, naves y galeras veréis
repletas, si Dios quiere, de marinos que habréis.
Y así fácil y alegre sé que os embarcaréis
en Portfangós con quellos que bien elegiréis
y que allí esperarán. Las naves dispondréis
en orden de batalla, las pequeñas después,
de forma que enemigos no os puedan ofender
ni dañar; mucho os ruego que de ellos os guardéis.
Con gente falsa y diestra sé que combatiréis;
por eso es necesario, señor, que cuenta os déis,
para que en sus palabras, vos nunca confiéis.
Y todas las galeras, en la costa tendréis;
y en orden de batalla bien las prepararéis
de modo que estén listas; vigilando pondréis
cuatro leños armados, a quien señal daréis
y habrán de ser ligeros. De temer ya no habréis,
que nadie os haga daño, nadie que vos no améis;
Con la ayuda de Dios, la gente embarcaréis,
que os darán el honor y gozo que queréis.
Y tengo todavía para vos un recado
Y es que en cada galera siempre sea ordenado
que dos pilotos haya y un proel, no miréis en el gasto;
cuidad bien los caballos, no sean olvidados
que temo que no hayan los debidos cuidados;
pues la gente de tierra, no están acostumbrados,
y olvidan sus deberes. Por eso es bien pensado
que siempre cada cual atienda a su mandato;
y así todos irán frescos y reposados.
Y que los caballeros estén acostumbrados
a subir a la nave junto con su caballo
y toda su compaña, para que ansí, temprano,
todos en su montura, se encuentren preparados.
Si otra cosa se hiciese sería gran engaño,
que es mejor prevenir y el viaje no es largo.
Contento con los suyos, mejor que alejado
que temiera que todo fuera desbaratado.
Y esto no quiera nadie, si quiere ser loado;
que si el caballo aleja, por torpe será dado,
ya que si éste le falla, será muy despreciado.
Y así por vuestra alteza, ordenaréis, señor,
que bien almogatèn u otro jefe mayor
de la almogavería, que del mundo son flor,
vayan en las galeras, siempre en grande loor
de los sus compañeros; e irán con buen humor
y alegría en las naves, do haranles gran honor.
Todas las provisiones puestas según valor,
que para todos haya, al grand como al menor.
Y que en cada bajel nombrado haya un señor
de todas estas cosas, guardando relación.
Y meteréis en cada navío, para horror
de enemigos, ballestas tres, y así quien mal amor
os tenga, padezca con saña gran dolor.
Trabucos, maganeles (muchos o no hay perdón),
azadas, picos, palas, hombres con su azadón
miles conduciréis, y albañiles, señor,
carpinteros y herreros, sin temor al calor.
Y luego, Dios mediante, no habréis tener pavor
que villas, ni castillos, o cualquier torreón,
resistírseos puedan, salvo con gran dolor
queriendo morir presto o perdiendo su honor.
Y cuando a ésto llegue su fin sin remisión,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Paraclitón,
y de su dulce Madre (membradla en la oración),
y de todos los santos, con gran gozo y fruición
empezad a embarcar; y que en toda ocasión
os defiendan y os guarden. Y dicen que en Maón
el buen rey de Mallorca dará tal colación,
que todos quedarán a plena satisfacción,
y que luego, señor, nadie ho reclamación.
En la isla de Sant Pere, haced restauración
con heno y con la avena de los caballos don,
y mientras, que la flota se apreste con tesón
a pasar a Sardenya, todos, el grande y el menor.
¡Ay! Quién ese día vea alegre habrá suo cor;
viendo condes, vizcondes, caballeros de honor,
y tanta gente lista, sirviendo a su señor
infante a quien Dios quiera darle su bendición,
ya que de todo el mundo es quien ha más valor,
y pase lo que pase nadie atisbó aflicción;
y en armas, en el mundo, no tiene parangón.
Todos los caballeros que os acompañarán,
son vuestros naturales, y dignos de alabar,
todos de buen linaje, no hay en el mundo par;
y los dos mil que son, ningún rey se podrá
jactar que mejor haylos. Y bastantes serán
los diez mil almogávares, que a vos os seguirán,
y los muchos peones que nunca os pedirán
que les paguéis un sueldo, que lo que ellos querrán
será solo serviros, y no os engañarán:
son vuestros naturales; y harán de modo tal
si cualquiera se opone a vuestro batallar.
Y así, señor, cuando en Sardenya podáis tierra tomar,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espirit Sant
empezad a ir por tierra a Càller, y a quemar
villas, castillos, burgos que no os acatarán.
Y frente al bel castillo vuestra flota emplazad,
y tras la empalizada que en puerto encontrarán,
como antes he dicho, vuestra flota ordenad.
Veréis los ballesteros que el muro barrerán,
avecillas volando podrían derribar.
¿Y quién dentro de Càller tranquilo quedará
que no tenga temor, cuando a tierra saltará
En Carròs, almirante, y con él además
Tan fiero catalán, como del mar saldrá?
No será solo Càller, que el orbe temblará.
Desde que el mundo es mundo, nadie podrá mostrar
que sin ayuda hubiese, expedición aital;
ni una sola moneda hubo que demandar,
y es gente de su tierra toda. ¿Qué rey así podrá
si imitarle quisiera, su prestigio igualar?
¡Ay, cuando el estandarte en Càller ondear
se verá en la montaña, y tanto lucirá,
que a toda la gran hueste sin fin señoreará,
con tantos bravos hombres cual lo acompañarán!.
Y sé que más allá de Estampaix acampará
el buen señor infante, que bien se alegrará,
y a la fuerza, o de grado, en Càller entrará.
Y de aquí en adelante mi consejo acabará,
pues seguir no ha lugar, que a miles los tendrá
de cada siervo suyo, más Dios lo guiará.
Una cosa señor, si permitís, diré,
y no olvidéis por nada lo que os recordaré:
a nadie de repúblicas en el mando dejéis,
ni en castillo ni en villa. Creedme os pediré,
que su palabra es falsa, y no saben qué es fe,
ni nunca lo sabrán. Y no os repetiré
todas las traiciones que en días contemplé;
cuánto mal le ficieron a vuestro padre, el rey,
y al alto rey Frederic, no sé si lo sabéis,
quisieron engañar, y a su espaldas tramaron, bien lo sé,
y así Mònac recuperaron, y mucho se burlaron de él;
y a vuestro antecesor causaronle perjuicios también;
quiera Dios castigarles y yo me alegraré,
y de sus falsas bocas, jamás podré creer
que salir puedan más que mentira y doblez,
que otra cosa distinta en vida encontraré.
Mas tratad a los sardos como a gente de bien
sed su luz y su guía, hacedles la merced,
que son gente leal. Y os digo más, poned
del Montcai gente en Còrsega, del pueblo aragonés
y de la Serranía, no os arrepentiréis.
Y ahora mi sermón debe ser acabado;
y ruego al buen Dios padre, que es vera luz y faro,
que el buen señor infante le sea encomendado,
y condes, y vizcondes, barones y prelados
que con él van, y todos los nobles y preclaros;
y que dentro de poco, con gran gozo enviado
buena nueva a sus padres, y al digno rey y santo,
quien hasta que no sepa la nueva habrá penado.
Señores y Señoras, que habéis esto escuchado,
rogad a Dios que pronto a casa hayan llegado
buenas nuevas, y a todos, amigos y privados.
Y porque con Dios padre mantengáis un buen pacto,
todos en pie conviene que hayáis bien recitado
tres padrenuestros antes al Dios trino y santo
y en honor de su Madre, que nació sin pecado.
Y yo ruego a su Hijo que nos sea otorgado
que el nombre de Aragón sea siempre exaltado,
y nunca falsedades puedan de los pisanos
disponer y vencer; y que sant Jordi al lado
del señor alto infante, se sirva acompañarlo (1068).
Y este sermón envié yo al señor rey y al señor infante N'Anfòs para que no se olvidasen de lo que hacía al caso y era menester que hiciesen. Y aunque mi consejo no fuera suficiente, al menos serviría para recordar las cosas, ya que un consejo trae otro mejor, y que cada uno expone los pros y las contras. Y, por la merced de Dios, todo lo que yo explicaba en este sermón se cumplió, excepto dos cosas, que mucho me entristecieron, y todavía me entristecen y siempre lo harán. La primera fue que no se construyeran las veinte galeras ligeras; que todo el escarnio y enojo que sufrió el almirante y la hueste por culpa de las galeras de los pisanos y de los genoveses, no lo hubieran sufrido si hubieran tenido estas veinte galeras ligeras. Y la otra fue que el señor infante, con toda su caballería y su infantería, una vez tomada tierra, no se dirigiera directamente a Càller (1069), él por tierra y la flota por mar, tal como hizo la armada; que si todos juntos, por mar y por tierra, hubieran acudido contra Càller, inmediatamente hubieran tomado Càller incluso antes de tomar Viladesgleies (1070), y toda la gente se hubiera mantenido sana y fresca, y hubieran conservado sus ropas, y tiendas, y provisiones, y vino, y bebidas y frutas confitadas que cada cual traía en las galeras; que en Viladesgleies no pudieron hacer uso de nada de esto, lo que les causó graves inconvenientes. Y únicamente estas dos cosas me entristecieron; aunque de todas formas, con la gracia de Dios, todo llegó a buen término; aunque podría haber ido mejor.
NOTAS
NOTAS
1068. Me he permitido la licencia de intentar una rima en castellano antiguo, ya que este sermón, a diferencia del resto de esta crónica, no se encuentra escrito en catalán sino en occitano, idioma de prestigio en el que se solía escribir la poesía de la época. Para aquellos que quieran leer el original, y mejorar mi intento aconsejo la siguiente dirección sermó de Muntaner
1069. Cagliari. Capital de Cerdeña. En la provincia del mismo nombre
1070. Iglesias. Municipio en la provincia de Carboni-Iglesias.
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