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El miedo es la via perfecta hacia el lado oscuro. El miedo lleva a Windows, Windows a la desesperacion, esta al odio hacia Bill Gates y ese odio lleva a LINUX

Vares Velles

Vares Velles
Al Tall

Això és Espanya (vara seguidilla) per Al Tall

dilluns, 15 de juny del 2009

Crònica de Ramon Muntaner (CCLXXV)

L'estol pisà, sota el comandament del comte Ner arriba disposat a aixecar el setge de Cagliari. Comença la batalla per la ciutat.

Assistim a una de les més èpiques descripcions d'aquesta crònica. Finalment, els pisans són derrotats i els catalans continuen amb el setge de Cagliari.


CCLXXV


Y este fue el socorro que recibieron: llegó el conde Ner como jefe, conduciendo mil doscientos hombres de a caballo, de los cuales ochocientos eran alemanes, a los que se considera los mejores caballeros del mundo, y el resto pisanos; y traía también seis mil hombres de a pie, entre los que había malvados sardos de Caboterra (1078) que se mezclaron con ellos, y peones toscanos y marquesanos con largas lanzas, que cada uno de ellos vale por un caballero; y treinta y seis galeras entre pisanas y genovesas, y muchas taridas y leños que transportaban caballeros y caballos. Y arribaron a Caboterra, y allí desembarcaron la caballería, y todos los peones, y cuatrocientos ballesteros que tenían. Y cuando los hubieron desembarcado, toda la flota puso rumbo a la isla Rossa (1079), donde hay un buen puerto. Y las taridas estaban todas encastilladas, y se pusieron en escuadra para mejor defenderse.

Y cuando acabó este desembarco, las galeras acudieron hacia Castell de Càller (1080), y el señor infante hizo armar treinta galeras, y ni una más; y él personalmente subió en las galeras, y salió a alta mar para combatir con los pisanos y los genoveses. Y aquellos fueron tan corteses que no quisieron esperarlos, sino que se retiraron tal como haría un caballero contra a un peón; de modo que todo el día estuvieron así: que cuando el señor infante ordenaba bogar, ellos huían, para más tarde regresar. De modo que el señor infante comprendió que no podía hacerles nada, por lo que desembarcó de las galeras, y dispuso que se defendieran bien las plazas; y dentro del castillo tenía quinientos hombres a caballo, con otros doscientos o más que habían acudido de entre los que habían salido de Viladesgleies por el pacto de rendición, ya que el señor infante se lo había prometido cuando salieron y le rindieron Viladesgleies. Y podéis ver como era de grande el ejército de dentro, por lo que el señor infante pensó que no debía permitir juntarse a los que habían venido con los de dentro; y así estableció el sitio de forma que si los de dentro salían para ayudar a los de fuera, los del asedio se pudieran oponer.

Y mientras el señor infante disponía todo esto, las galeras de los pisanos y de los genoveses se acercaban a las galeras del señor infante. Y el almirante desarmó todas sus galeras, excepto veinte, en las que embarcó pensando que lo esperarían para la batalla. Pero aquellos no quisieron, de modo que el almirante les envió mensajero diciendo que si querían combatir con él saldría con quince galeras; y tampoco quisieron. Y entonces el señor infante y el almirante comprendieron qué bien les hubieran venido las veinte galeras ligeras que yo les había predicado en mi sermón; que por cierto, si las hubiesen tenido, ni siquiera cuarenta galeras de pisanos y de genoveses se hubieran atrevido a venir, puesto que mientras las veinte las perseguían, las otras se les hubieran puesto a la espalda; y así podéis entender qué gran error fue este.

Ahora dejaré de hablar de las galeras, y volveré a hablaros del señor infante y de sus enemigos.

Cuando el señor infante hubo dispuesto con el almirante los asuntos del mar y del asedio, y hubo ordenado que el almirante fuese capitán general de todo, eligió a los que con él debían ir; y no quiso llevar consigo más que cuatrocientos caballeros armados, y cincuenta caballos ligeros, y dos mil hombres de a pie, entre almogávares y peones de mesnada. Y cuando llegó la madrugada, a la salida del sol, empezó a salir, con la caballería y los hombres de a pie, al encuentro del conde Ner, y se situó, listo para la batalla, entre él y el castillo, allá donde el conde Ner tenía que venir,. Y estando así, vieron acudir al conde Ner, escuadras alineadas, sus batallones y toda su gente ordenados, tal como nunca se viera venir a un ejército en orden de batalla. Y el señor infante, que los vio, dispuso a su gente del mismo modo; y entregó el mando de la vanguardia a un hombre noble de Catalunya llamado En Guillem d'Angleola, y él, con su señera, y con toda la caballería, se situó en un grupo compacto, y la infantería se situó en el lado en que los otros tenían la suya. ¿Qué os diré? Los ejércitos se aproximaron, y el conde Ner, aconsejado por un valiente caballero, llamado Orrigo, alemán, que había escapado del sitio de Viladesgleies, y que conocía al señor infante, dispuso que doce caballeros acompañaran al mencionado Orrigo, tudesco, y que no se cuidasen más que de la persona del señor infante. Y asimismo el señor infante dispuso que diez hombres de a pie, no se separasen de su estribo, y que un número dado de caballeros defendiesen su persona y su señera, ya que el señor infante pretendía no separarse de su señera.

¿Qué os diré? Cuando se encontraron las huestes, ambos bandos espolearon vigorosamente, de modo que nunca vierais batalla más cruel, que fueron con tanta furia unos contra otros como nunca se había visto; y tan fuerte empujaron los tudescos a nuestra caballería, que los doce caballeros, con aquel Orrigo, alemán, llegaron hasta donde se encontraba el señor infante. Y el señor infante, que vio que aquellos venían indudablemente contra él, atacó al primero con la lanza, con tal golpe, que lo traspasó de parte a parte, de forma que lo dejó tendido en tierra y muerto; y tras ésto echó mano de la maza, y se lanzó sobre otro, y tal mazazo le dio contra el yelmo, que le hizo volar los sesos. ¿Qué os diré? Que a mazazos en tierra, muertos, dejó a otros cuatro hasta que rompió la maza, y entonces echó mano de la espada, y con la espada en la mano hizo tal círculo, que nadie osaba ponérsele delante. Y cuando de los doce caballeros, siete vieron que cinco habían muerto ya a manos del señor infante, y contemplaron las maravillas que hacía, determinaron atacar todos a una contra el caballo del señor infante para obligarlo a descabalgar. Y así lo hicieron, que todos juntos aguijonearon, y le mataron el caballo, con lo que el señor infante fue a parar a tierra junto con su caballo; y al tiempo que a su caballo, mataron al portaestandarte, con lo que la señera cayó a tierra. Y estando el señor infante en tierra, le cayó la espada de las manos, el trozo que le quedaba, menos de la mitad, porque ya había perdido anteriormente la otra parte, ya que se le había roto en dos trozos. Y no olvidó en qué situación estaba, sino que se libró de la silla y del caballo, que tenía encima, tal como el fuerte caballero que era, y el de mayor coraje que en el mundo haya, y sacó el bordón que llevaba al cinto, y vio su señera en tierra, y con el bordón en la mano, levantó su señera, y la enderezó, y la mantuvo abrazada. Y en esto, un caballero de los suyos, llamado En Bernat de Boixadors, descabalgó y le tomó la señera, y le entregó su caballo al señor infante, montándolo inmediatamente el señor infante, e hizo que un caballero tomara la señera. Y en cuanto hubo izado la señera, se vio ante los siete caballeros y reconoció a Orrigo el tudesco; y con el pomo de su bordón al pecho, embistió contra él, y le dio tal golpe en el pecho que lo traspasó de parte a parte; y cayó muerto en tierra, de modo que ya no tuvo ocasión de regresar a Alemanya a narrar historias de esta batalla.

¿Qué os diré? Cuando sus compañeros vieron morir al citado Orrigo, se dispusieron a huir, pero entre el señor infante y los que con él estaban, de tal modo les atacaron que quedaron los doce en el campo, de los cuales, ocho murieron a manos del señor infante. Y una vez hubieron muerto, el señor infante espoleó hacia delante con su señera; y entonces se vieron tales hazañas que nunca se había visto antes batalla tan ardua, con tan poca gente como eran. Y en aquella cabalgada el señor infante se encontró con el conde Ner, y, con una lanza que había tomado de un infante, le dio tal golpe en el primer cuadrante del escudo, que lo lanzó a tierra. Y fue un milagro que, a la fuerza, los tudescos y los pisanos consiguieran montar a caballo al conde Ner, el cual había sido herido con más de diez heridas; y en cuanto se vio a caballo, en medio de la gran refriega, abandonó la batalla, y con diez hombres a caballo huyó al castillo de Càller; y encontró a la caballería del castillo de Càller, que eran quinientos, y estaban esperando afuera el resultado de la batalla, que no osaban entrar en la pelea, ya que si lo hacían, el almirante se les situaría a su espalda. Y el almirante, no abandonaba el asedio; de forma que todos se encontraban a la vista. De modo que cuando los de Càller vieron al conde Ner, se tuvieron por perdidos. ¿Qué os diré? Que fue tan árdua la batalla, que de repente, se separaron todos, los tudescos y los pisanos que quedaban, y se agruparon para su defensa en un montículo; y el señor infante, con los suyos, lo mismo; que parecía un torneo de diversión, y unos se guardaban de los otros.

Ahora os hablaré de los hombres de a pie.

Cuando los almogávares y los peones de mesnada vieron que empezaba la batalla de los caballeros, doscientos de entre ellos, rompieron sus lanzas, y se lanzaron contra los caballos, a destriparlos; mientras que los otros atacaban a la infantería contraria, de forma tan fuerte que con sus dardos, cada uno mató a otro, y luego corrieron contra ellos en tal forma, que en una hora escasa los habían derrotado y muerto. Y en el lago se ahogaron de dos mil al alza, y todos los otros murieron; ya que a los que huían o se escondían entre los matorrales, o se adentraban en la isla, los encontraban los sardos, y no dejaban ni a uno con vida; por lo que todos murieron.

Y cuando el señor infante y los suyos hubieron reposado un poco, se lanzaron de nuevo, agrupados, contra sus enemigos. Y aquellos hicieron lo mismo, salvo unos ochenta hombres de a caballo, del conde Ner, que al no encontrarlo, y ser la batalla tan fuerte y tan dura, regresaron a Càller. Y los otros combatieron, de forma que si la batalla fue dura en el primer asalto, más fuerte fue todavía en el segundo, a pesar de ser tan poca gente. Y el señor infante fue herido de un bordonazo en la cara; y cuando vio resbalar la sangre por la cara y por el pecho, todavía se enardeció más, que ni siquiera un león sería capaz de atacar a los que le hubieran hecho daño, tal como él hizo. ¿Qué os diré? Que con el bordón en la mano daba tales estocadas, que pobre de aquel al que alcanzaba, que con un golpe tenía bastante. ¿Qué os diré? Que de esta forma iba por el campo, unas veces aquí, otras allá, y nadie duraba frente a él; y tanto consiguió en una hora escasa con los suyos, todos ellos inmejorables, ricoshombre, caballeros y ciudadanos, que sus enemigos quedaron todos muertos y vencidos, no pudiendo escapar, entre los que se refugiaron en Càller y los que huyeron y consiguieron alcanzar su flota, más de doscientos; y ni siquiera esos hubieran podido huir de no ser por la preocupación que el señor infante mostraba sobre el asedio.

Y así el señor infante y los suyos levantaron el campo; y con gran alegría y enorme botín, regresaron a su campamento. Y la flota de los pisanos, con gran dolor regresaron y empezaron a huir, y arribaron a Pisa con su mal recado. Y el señor infante envió a Catalunya, al señor rey su padre, un leño armado, y le hizo saber cómo había sido la batalla, y le requirió para que le enviara veinte galeras ligeras, debido a los grandes escarnios que recibía de las galeras de los pisanos y de los genoveses.

Cuando el señor infante regresó al sitio, todavía apretó más a los de Càller; de modo que todos los sardos que había en la isla, y que todavía no se le habían rendido, se rindieron a él. Y el juez de Arborea llegó allí con todo su ejército, a los dos días de haberse celebrado la batalla, y sintió gran alegría y gozo de la victoria que Dios había concedido al señor infante, aunque quedó muy apenado de no haber participado ni él ni los suyos en la batalla. Y podéis creerme que no fue su culpa, ya que cuando el señor infante hubo entrado en Viladesgleies, él había participado en el sitio con todo su ejército; y así cuando el señor infante hubo conquistado Viladesgleies, partió con su licencia, y regresó a su tierra para visitar sus lugares; y en cuanto lo hubo hecho y reunido de nuevo su ejército, volvió a Càller, de modo que ya podéis entender que llegara a la batalla dos días tarde.

Sin embargo, cuando llegó al campamento con todo su ejército, entre el señor infante, y él, y el almirante, y los otros ricoshombre estrecharon el cerco tan duramente sobre Càller, que los de dentro se vieron condenados a muerte. De forma que un día sucedió que los de dentro habían enterrado al conde Ner, que había muerto de las heridas recibidas en batalla, y a gran parte de los que habían huido de la batalla y habían entrado en la ciudad; que pocos quedaban que no hubieran sufrido en sus carnes las señales del rey, esto es, tan buenos lanzazos, o mandobles que los del señor infante les habían dado; y con estas señales reales habían huido, tanto el conde Ner como los otros que de la batalla escaparon.


NOTAS


1078. Probablemente Capoterra. Al sur de Cagliari

1079. Isla Rossa. Aunque al nordoeste de la isla existe efectivamente una Isola Rossa, me inclino por pensar que se refiere más bien a la Isola dei Cavoli, frente al Porto Sa Ruxi, al nordeste de Cagliari.

1080. Supongo que se refiere al castillo de Bonaire, construido frente a Cagliari

2 comentaris:

Daniel Yanez-Gonzalez ha dit...

¡Ahí, ahí, buena batalla! Cómo se lo trabajaba el Infante, ¿eh? Igualito a los de ahora. ;-)

Un fuerte abrazo, Julio.

Sahha.

Daniel.

Daniel Yanez-Gonzalez ha dit...

Muchas gracias por el video. ¡Lo tuyo es de telepatía trasantlántica, Julio! ¡Me hablas de Zahi Hawass, un héroe personal mio! Me enganché a su "metodología" hace cinco años cuando veía una excavación suya en directo en el Channel 4 británico!" ¡No veas el chorreo que le echó a la guapa y rubia presentadora inglesa porque ella pasaba de ensuciarse los pantalones en plena excavación! ¡Y mira que se trataba de una tumba egipcia que acababan de abrir!

Ahora es el que controla todo el tema de la arqueología en Egipto, incluídas las colecciones, tesoros, excavaciones, etc. ¡Y de los pocos que hasta la fecha se ha atrevido a meterse con los jetas de los museos británicos, alemanes y franceses!

Sahha, Julio.