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1 Libro = 1 Euro ~ Save The Children

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Charles Darwin quotation

Ignorance more frequently begets confidence than does knowledge: it is those who know little, and not those who know much, who so positively assert that this or that problem will never be solved by science

Jean-Baptiste Colbert quotation

L'art de l'imposition consiste à plumer l'oie pour obtenir le plus possible de plumes avec le moins possible de cris

Somebody quotation

El miedo es la via perfecta hacia el lado oscuro. El miedo lleva a Windows, Windows a la desesperacion, esta al odio hacia Bill Gates y ese odio lleva a LINUX

Vares Velles

Vares Velles
Al Tall

Això és Espanya (vara seguidilla) per Al Tall

diumenge, 26 d’octubre del 2008

El Informe de la Minoría (VII) (The minority report). Philip K. Dick

VII


Al volante de la nave patrulla de alta velocidad, Anderton describió el contenido de la cinta del informe de la minoría.

Lisa escuchaba sin hacer comentarios, con el rostro contraído y tenso y las manos entrelazadas sobre el regazo. Bajo la nave, la campiña desvastada por la guerra se extendía como un mapa en relieve. Ruínas de granjas y pequeñas plantas industriales jalonaban los páramos, acribillados de cráteres, que separaban una ciudad de otra.

-Me pregunto cuántas veces habra ocurrido algo así -dijo Lisa cuando Anderton hubo terminado.

-¿Un informe de la minoría? Muchas veces.

-Me refiero al precog desfasado. Usando los informes de los otros como dato anulándolos. -Con ojos sombríos y serios, añadió-: Quizá a muchas personas que están en los campos les ha ocurrido lo mismo que a ti.

-No -insistió Anderton. Pero también él empezaba a sentirse incómodo con la idea-. Yo estaba en situación de ver la tarjeta, de echar un vistazo al informe. Eso cambiaba las cosas.

Pero Lisa gesticuló significativamente.

-Quizá todos ellos habrían reaccionado asi, si les hubiéramos contado la verdad.

-Habría sido un riesgo demasiado grande -respondió tozudo.

Lisa soltó una carcajada.

-¿Riesgo? ¿Azar? ¿Incertidumbre? ¿Trabajando con precogs?

Anderton se concentró en conducir la rápida nave

-Éste es un caso único -insistió-. Y tenemos un problema inmediato. Podemos abordar los aspectos teóricos después. Debo llevar esta cinta a las personas indicadas antes de que tu brillante y joven amigo la destruya.

-¿Se la llevas a Kaplan?

-Por supuesto. -Tanteó el rollo de cinta que estaba en el asiento entre ellos-. Él estará interesado, y le resultará reconfortante saber que su vida no corre peligro.

Lisa sacó la pitillera de su cartera.

-¿Y crees que te ayudará?

-Quizá..., o quizá no. Vale la pena correr el riesgo.

-¿Cómo lograste pasar tan pronto a la clandestinidad? -pregunto Lisa-. Es difícil obtener un disfraz tan persuasivo.

-Solo se necesita dinero -respondió él evasivamente. Mientras fumaba, Lisa reflexionó.

-Quizá Kaplan te proteja -dijo-. Es muy poderoso.

-Pensé que era solo un general retirado.

-Técnicamente es sólo eso, pero Witwer obtuvo su expediente. Kaplan encabeza una insólita y exclusiva organización de veteranos. Es una especie de club, con pocos pero selectos miembros. Sólo altos oficiales..., una clase internacional de ambos bandos de la guerra. Aquí en Nueva York, tienen una gran mansión, tres publicaciones en papel satinado y coberturas televisivas que cuestan una pequeña fortuna.

-¿Que quieres decir?

-Sólo esto. Me has convencido de que eres inocente Es obvio que no quieres cometer un homicidio Pero ahora debes comprender que el informe original, el informe de la mayoría, no era falso. Nadie lo falsificó, y Ed Witwer no lo creó. No hay conspiración contra ti, y nunca la hubo. Si aceptas el informe de la minoría como genuino también deberás aceptar el de la mayoría.

Él asintió a regañadientes.

-Supongo que sí.

-Ed Witwer actúa de buena fe -continuó Lisa- cree sinceramente que eres un criminal en potencia. ¿Por qué no? Él tiene el informe de la mayoria en su escritorio, pero tú tienes esa tarjeta plegada en el bolsillo.

-La destruí -murmuró Anderton.

Lisa se inclinó hacia él.

-A Ed Witwer no le empuja el deseo de conseguir tu puesto -dijo-. Está motivado por el mismo deseo que siempre te ha dominado a tí. Cree en Precrimen. Quiere que el sistema continúe. He hablado con él y estoy convencida de que dice la verdad.

-¿Quieres que le lleve esta cinta a Witwer? -preguntó Anderton-. Si lo hago, la destruirá.

-Pamplinas -replicó Lisa-. Los originales han estado en sus manos desde el prinicipio. Pudo haberlos destruido si hubiera querido.

-Es cierto -concedió Anderton-. Es posible que no estuviera al corriente.

-Claro que no lo estaba. Míralo de esta manera. Si Kaplan se apodera de esa cinta, la policía quedará desacreditada. ¿No entiendes por qué? Demostraría que el informe de la mayoría era un error. Ed Witwer tiene toda la razón. Es preciso que te arresten..., para que Precrimen sobreviva. Tú estás pensando en tu propia seguridad, pero piensa por un segundo en el sistema. -Inclinándose, apagó el cigarrillo y buscó otro en su cartera- ¿Qué significa más para ti..., tu seguridad personal o la existencia del sistema?

-Mi seguridad -respondió Anderton sin vacilar.

-¿De veras?

-Si el sistema sólo puede sobrevivir encarcelando a personas inocentes, debe ser destruido. Mi seguridad personal es importante porque soy un ser humano. Además creo...

Lisa extrajo una pequeña pistola de la cartera.

-Y yo creo -dijo con aspereza- que tengo el dedo en el gatillo, nunca he usado un arma como ésta. Pero estoy dispuesta a hacerlo.

Al cabo de una pausa, Anderton preguntó:

-¿Quieres que dé la vuelta? ¿Eso quieres?

-Sí, volvamos a la jefatura de policía. Lo lamento. Si pudieras poner el bien del sistema por encima de tus egoístas...

-Guárdate el sermón -dijo Anderton-. Llevaré la nave de regreso, pero no escucharé tu apología de un código de conducta que ningún hombre inteligente aceptaría.

Los labios de Lisa se unieron en una línea delgada y pálida. Empuñando la pistola, mantenía los ojos fijos en él mientras Anderton describía un amplio giro con la nave. Algunos objetos sueltos cayeron de la guantera cuando la nave viró inclinándose al límite, elevando majestuosamente un ala hasta quedar casi vertical.

Anderton y su esposa estaban sujetos por los brazos metálicos de los asientos. Pero no así el tercer miembro del pasaje.

Por el rabillo del ojo, Anderton vio un veloz movimiento. También oyó un sonido, la lucha tenaz de un hombre corpulento que perdía el equilibrio y se estrellaba contra la pared reforzada de la nave. Todo sucedió en un santiamén. Fleming se puso de pie al instante y embistió, lanzando el brazo hacia la pistola de la mujer. Anderton estaba demasiado sobresaltado para gritar. Lisa se dio la vuelta, vio al hombre y chilló. Fleming le dio un golpe que le hizo soltar el arma que cayó al suelo con un sonido metálico.

Con un gruñido, Fleming la apartó y aferró la pistola.

-Lo lamento -jadeó, enderezándose-. Pensé que ella diría algo más. Por eso esperé.

-Usted estaba aquí cuando... -comenzó Anderton, y se interrumpió. Era obvio que Fleming y sus hombres lo habían tenido bajo vigilancia. Habían reparado en la existencia de la nave de Lisa y lo habían tenido en cuenta. Mientras Lisa se preguntaba si sería prudente llevarlo a un lugar seguro, Fleming se había introducido en el compartimiento de carga de la nave.

-Quizá sea mejor que me dé esa cinta -dijo Fleming, extendiendo los dedos torpes y húmedos-. Tiene razón. Witwer la habría destruido.

-¿También Kaplan? -preguntó Anderton aturdido, aún desconcertado por la aparición de ese hombre.

-Kaplan trabaja con Witwer. Por eso su nombre aparecía en la línea cinco de la tarjeta. No sabemos cuál de los dos es el jefe. Quizá ninguno de ellos.- Fleming se deshizo de la diminuta pistola y desenfundó su arma militar-. Cometió un gran error al despegar con esta mujer. Le dije que ella manejaba todo esto.

-No puedo creerlo -protestó Anderton-. Si ella...

-Usted no se da cuenta. Fue Witwer quien ordenó calentar el motor de la nave. Querían alejarlo del edificio para que nosotros no pudiéramos llegar hasta usted. Una vez a solas, separado de nosotros no tenía la menor oportunidad.

Una extraña expresión cruzó los tensos rasgos de Lisa.

-No es verdad -susurró-. Witwer no vio esta nave. Yo iba a supervisar...

-Casi se sale con la suya -interrumpió Fleming-. Tendremos suerte si no nos persigue una nave de la policía. No hubo tiempo de verificarlo. -Mientras hablaba, se agachó detrás del asiento de la mujer-. Lo primero es quitarla de en medio. Tendremos que sacarlo de esta zona. Page le describió a Witwer su nuevo disfraz, y no sabemos si han difundido la noticia por todas partes.

Aún agachado, Fleming agarró a Lisa. Arrojándole su pesada arma a Anderton, la obligó a alzar la barbilla hasta que tuvo la cabeza apoyada contra el asiento. Lisa se resistió frenéticamente. Un gemido de terror se elevó de su garganta. Haciendo caso omiso, Fleming cerró las manazas sobre el cuello y empezó a apretar.

-Sin heridas de bala -explicó, jadeando-. Se caerá..., un accidente natural. Siempre ocurren cosas así. Pero, en este caso, el cuello se habrá roto antes.
.
Anderton tardó en reaccionar. Los gruesos dedos de Fleming ya estaban cruelmente hundidos en la carne pálida de su mujer cuando él alzó la culata de la pesada pistola y la descargó sobre la nuca de Fleming. Las enormes manos se aflojaron. Fleming se tambaleó, se inclinó hacia atrás y se desplomó contra la pared de la nave. Tratando de recobrarse, comenzó a erguir el cuerpo, pero Anderton le pegó de nuevo, esta vez sobre el ojo izquierdo. Fleming se desmoronó y se quedó quieto.

Procurando respirar, Lisa permaneció un momento encorvada, meciendo el cuerpo. Gradualmente recobró el color.

-¿Puedes tomar los controles? -preguntó Anderton con voz apremiante, sujetándola por los hombros.

-Sí, eso creo. -Ella cogió el volante mecánicamente-. Estaré bien. No te preocupes por mí.

-Esta pistola -dijo Anderton- es un modelo reglamentario del Ejército. Pero no es de la guerra. Es una de las nuevas armas que han desarrollado. Quizá esté equivocado, pero existe la probabilidad...

Se acercó al cuerpo tendido de Fleming. Tratando de no tocarle la cabeza, le abrió el abrigo y hurgó en sus bolsillos. Poco después tenía en las manos su sudada billetera.

Tod Fleming, según la identificación, era un mayor del ejército adscrito al Departamento de Inteligencia Interna de Información Militar. Entre los diversos papeles había un documento firmado por el general Leopold Kaplan, declarando que Fleming estaba bajo la proteccion especial de su propio grupo, la Liga Internacional de Veteranos.

Fleming y sus hombres operaban a las órdenes de Kaplan. El camión del pan, el accidente, formaba parte de un plan.

Significaba que Kaplan había procurado. mantenerlo libre de la policía. El plan se iniciaba con el contacto inicial en su casa, cuando los hombres de Kaplan lo habían capturado mientras él hacía el equipaje. Comprendió, con incredulidad, lo que había ocurrido. Aun entonces, querían cerciorarse de llegar hasta el antes que la policía. Desde el principio había sido una compleja estrategia para asegurarse de que Witwer no lo arrestara.

-Estabas en lo cierto -le dijo a su esposa mientras regresaba al asiento-. ¿Podemos llegar a Witwer?

Ella asintió. Señalando el circuito de comunicaciones del salpicadero, preguntó:

-¿Qué... averiguaste?

-Comunícame con Witwer. Quiero hablar con él cuanto antes. Es muy urgente.

Ella marcó el número temblando, entró en el canal de circuito cerrado y se comunicó con la jefatura de policía de Nueva York. Una sucesión de oficiales menores desfiló por la pantalla hasta que apareció una réplica de los rasgos de Ed Witwer.

-¿Me recuerdas? -le preguntó Anderton. Witwer palideció.

-Por Dios. ¿Qué ha ocurrido? Lisa, ¿lo traes bajo arresto?

-De pronto reparó en el arma que empuñaba Anderton-. Por favor, no le haga nada. Al margen de lo que usted crea, ella no es responsable.

-Eso ya lo sé -respondió Anderton-. ¿Puedes rastrear nuestra posición? Quizá necesitemos protección para regresar.

-¡Regresar! -Witwer lo miró incrédulamente-. ¿Viene hacia aquí? ¿Piensa entregarse?

-Sí, pienso entregarme. -Anderton añadió con urgencia-: Hay algo que debes hacer de inmediato. Cierra el edificio de los monos. Asegúrate de que nadie se acerque allí, ni siquiera Page. Y mucho menos la gente del Ejército.

-Kaplan -dijo la imagen en miniatura.

-¿Qué pasa con él?

-Estuvo aquí. Acaba de irse.

El corazón de Anderton dio un brinco.

-¿Qué estuvo haciendo?

-Recogiendo datos. Transcribiendo duplicados de los informes de nuestros precogs sobre usted. Insistió en que los quería únicamente para su protección.

-Entonces ya lo tiene. Es demasiado tarde.

-¿A qué se refiere? -exclamó Witwer-. ¿Qué está pasando?

-Te lo diré -suspiró Anderton- cuando llegue a mi oficina

1 comentari:

Nekane ha dit...

Que pasadaaaaaaaaaaa!!!.
BESINES, es que las mujeres somos dea arma tomar...