Mentre Alfons el Franc, prepara la seua coronació a Saragossa, l'almirall Roger de Llòria, hiperactiu com veiem, decideix que li queda encara prou temps per fer un raid per la costa francesa, i guanyar, de passada, alguns calerets més.
CLII
Y cuando el señor rey hubo enviado las cartas a todas partes, para que a fecha cierta estuviesen en Saragossa, ya que él quería celebrar fiesta, y asumir la corona, acudió a él el almirante y le dijo:
- Señor, vos habéis dado cincuenta días para que todo el mundo acuda a Saragossa, a vuestra fiesta de coronación; y a mí me sabría muy mal que la tripulación de las galeras estuviese ociosa todo ese tiempo. Por lo que, con la gracia de Dios y vuestra licencia, partiré, e iré corriendo la costa de aquí a Marsella, y haré todo lo posible para, con la ayuda de Dios, regresar a tiempo de acudir a Saragossa a vuestra coronación.
Dijo el rey:
- Bien hablado, Almirante.
Y de este modo el almirante se despidió del señor rey, y embarcó con todas sus galeras, y zarpó hacia el cabo de Leucata (692).
Y cuando se encontró frente al cabo de Leucata, fue hacia la playa de Sirinyà (693); y allí, al amanecer, atracó y desembarcó, él con cien hombres a caballo; y cuando se hizo de día llegaron a Sirinyà y saquearon toda Serinyà. Y los ataques se sucedieron por toda la región y llegaron hasta la ciudad de Besers (694), que se encuentra a dos leguas; y salió la guarnición de Besers, y acudieron a Serinyà, y eran unas treinta mil personas, contando las que se les añadieron de otros lugares. Y el almirante dijo a sus gentes:
- Barones, hoy es el día en que la casa de Aragón ganará honor y aprecio ya para siempre por toda esta región. Y tened en cuenta que lo que nos llega es gente muerta, y que nunca han visto a un hombre irritado; por lo que ataquemos contra ellos sin contemplaciones, que lo único que podréis contemplar serán sus espaldas. Y que la cabalgada sea real, de modo que todo el botín que cada uno consiga sea para él; pero, bajo pena de traición, os ordeno a cada uno de vosotros que no toméis ni ropa ni caballo ni ninguna otra cosa hasta que haya terminado la batalla.
Y así lo otorgaron todos.
Y mientras tanto la hueste se acercó a ellos, creyendo que no tendrían más trabajo que el de atar a los prisioneros; y cuando se pusieron a tiro, que ya podían lanzar los dardos, y disparar con las ballestas a corta distancia y a placer, sonaron las trompas y las nácaras, y el almirante con sus hombres a caballo, espoleó contra los enemigos a caballo que eran unos trescientos, entre franceses y gente del país. Y los almogávares, que eran unos dos mil, lanzaron sus dardos de forma que no hubo ni uno solo que no matase, o malhiriese a nadie; y los ballesteros disparaban a placer. Y tanto fue el arrojo que demostraron el almirante y su compañía, gritando: - Aragó!, Aragó!-, que de repente dieron la vuelta sus enemigos, tanto los de a caballo como los de a pie, y el almirante y su compañía los alcanzaron. ¿Qué os diré? La persecución llegó hasta media legua de Besers; y hubiera llegado hasta el centro de la ciudad, pero ya estaba anocheciendo, y el almirante temía que no pudiesen alcanzar las galeras de día, ya que se encontraban en la peor playa que había de levante a poniente. De modo que contuvo a su gente y los hizo regresar; y mientras volvían iban levantando el campo, y huelga que me preguntéis por el gran botín que consiguieron. Y cuando fue de noche, ellos llegaron a la playa frente a las galeras, y quemaron y saquearon todo Serinyà, excepto la iglesia de madona Santa María de Serinyà, que es muy hermosa.
Y los de Besers y los de los otros lugares se reunieron en Besers, y habían perdido tanta gente, que comprendieron que si el almirante regresaba a la mañana siguiente, no podrían defender la ciudad si no conseguían refresco de gente. Por lo que enviaron aquella noche a reclutar gente por toda la región para que viniesen a defender la ciudad de Besers, ya que habían perdido la mayor parte de su gente. Y era verdad, y bien lo podían decir, que no volvieron ni dos de diez; que todos murieron, mientras que el almirante, una vez pasada revista de su compañía, encontró que no había perdido sino siete hombres de a pie. Así que a la mañana siguiente había llegado tanta gente a Besers, que era asombroso; pero el almirante no se preocupó de esto, y pasada la medianoche embarcaron él y su gente, y fueron al grao de Agda (695); y en cuanto amaneció desembarcó a su gente. Y por el canal de Viats (696) remontaron las galeras ligeras y los leños armados; y las otras galeras fueron a la ciudad de Agda, y la tomaron y la saquearon completamente. Y no quiso que muriese ni mujer ni niño, ni nadie, salvo los hombres de quince hasta sesenta años; todos los otros fueron respetados. Y saqueó y quemó cuanto encontró, salvo el palacio episcopal; ya que nunca consintió que se le hiciera el más mínimo daño a una iglesia, ni que ninguna mujer fuera deshonrada, ni se la tocara; y Dios se lo recompensó, concediéndole muchas victorias y haciéndole alcanzar un buen final.
Y la otra gente había ido a la villa de Viats (697), unos por tierra, otros por mar, otros remontando el canal. E igualmente lo saquearon todo, y capturaron todo lo que había, leños y barcas, de los que había muchos en el canal. Y se había dado la alarma en toda la comarca; y los de Sent Tiberi (698) y de Lupià (699) y de Gijà (700), acudieron al mar, pero cuando ya se encontraban cerca de Agda, tuvieron noticia de lo que les había pasado el día anterior a los de Besers; y cuando oyeron esto sólo pensaron en dar la vuelta; pero no se apresuraron lo suficiente para que los hombres a caballo del almirante y los almogávares no alcanzasen a más de cuatro mil y los alanceasen. Y luego regresaron a Agda, y pasaron tres días quemando y saqueando toda la región.
Y una vez hecho esto, el almirante hizo embarcar a su gente, y tomaron el rumbo de Aigüesmortes (701). Y en el puerto de Aigüesmortes encontraron naves y leños y galeras; y todo cuanto encontró, lo envió a Barcelona. Y luego fue al cabo de la Espigueta (702), y cuando salió de aquel mar, y se perdió su rastro, todo el mundo creyó que había regresado a Sicília, y de noche, aprovechando la brisa, se internó en mar tanto como pudo, de forma que no se les pudiese avistar desde la tierra. Y a la mañana siguiente, con la calma, tomó el rumbo del cabo de Leucata, y tomó tierra por la noche y encontró veinte velas entre leños y barcas cargadas de buena ropa, y las capturó todas, y las envió a Barcelona. Y al amanecer de aquel día entró por el grao de Narbona, y encontró leños y galeras, y todo lo condujo a mar abierto. ¿Qué os diré? Que el botín que ganaron tanto él como los que con él iban, fue incontable; y mucho más hubiera conseguido de no ser por la urgencia que tenía de regresar a Catalunya, para poder así acudir a tiempo a la coronación del señor rey de Aragó. De modo que partió del grao de Narbona con todos los navíos que había capturado, y puso rumbo a Barcelona.
Y dejaré estar al almirante que regresa, y volveré a hablar del señor rey de Aragón.
NOTAS
- Señor, vos habéis dado cincuenta días para que todo el mundo acuda a Saragossa, a vuestra fiesta de coronación; y a mí me sabría muy mal que la tripulación de las galeras estuviese ociosa todo ese tiempo. Por lo que, con la gracia de Dios y vuestra licencia, partiré, e iré corriendo la costa de aquí a Marsella, y haré todo lo posible para, con la ayuda de Dios, regresar a tiempo de acudir a Saragossa a vuestra coronación.
Dijo el rey:
- Bien hablado, Almirante.
Y de este modo el almirante se despidió del señor rey, y embarcó con todas sus galeras, y zarpó hacia el cabo de Leucata (692).
Y cuando se encontró frente al cabo de Leucata, fue hacia la playa de Sirinyà (693); y allí, al amanecer, atracó y desembarcó, él con cien hombres a caballo; y cuando se hizo de día llegaron a Sirinyà y saquearon toda Serinyà. Y los ataques se sucedieron por toda la región y llegaron hasta la ciudad de Besers (694), que se encuentra a dos leguas; y salió la guarnición de Besers, y acudieron a Serinyà, y eran unas treinta mil personas, contando las que se les añadieron de otros lugares. Y el almirante dijo a sus gentes:
- Barones, hoy es el día en que la casa de Aragón ganará honor y aprecio ya para siempre por toda esta región. Y tened en cuenta que lo que nos llega es gente muerta, y que nunca han visto a un hombre irritado; por lo que ataquemos contra ellos sin contemplaciones, que lo único que podréis contemplar serán sus espaldas. Y que la cabalgada sea real, de modo que todo el botín que cada uno consiga sea para él; pero, bajo pena de traición, os ordeno a cada uno de vosotros que no toméis ni ropa ni caballo ni ninguna otra cosa hasta que haya terminado la batalla.
Y así lo otorgaron todos.
Y mientras tanto la hueste se acercó a ellos, creyendo que no tendrían más trabajo que el de atar a los prisioneros; y cuando se pusieron a tiro, que ya podían lanzar los dardos, y disparar con las ballestas a corta distancia y a placer, sonaron las trompas y las nácaras, y el almirante con sus hombres a caballo, espoleó contra los enemigos a caballo que eran unos trescientos, entre franceses y gente del país. Y los almogávares, que eran unos dos mil, lanzaron sus dardos de forma que no hubo ni uno solo que no matase, o malhiriese a nadie; y los ballesteros disparaban a placer. Y tanto fue el arrojo que demostraron el almirante y su compañía, gritando: - Aragó!, Aragó!-, que de repente dieron la vuelta sus enemigos, tanto los de a caballo como los de a pie, y el almirante y su compañía los alcanzaron. ¿Qué os diré? La persecución llegó hasta media legua de Besers; y hubiera llegado hasta el centro de la ciudad, pero ya estaba anocheciendo, y el almirante temía que no pudiesen alcanzar las galeras de día, ya que se encontraban en la peor playa que había de levante a poniente. De modo que contuvo a su gente y los hizo regresar; y mientras volvían iban levantando el campo, y huelga que me preguntéis por el gran botín que consiguieron. Y cuando fue de noche, ellos llegaron a la playa frente a las galeras, y quemaron y saquearon todo Serinyà, excepto la iglesia de madona Santa María de Serinyà, que es muy hermosa.
Y los de Besers y los de los otros lugares se reunieron en Besers, y habían perdido tanta gente, que comprendieron que si el almirante regresaba a la mañana siguiente, no podrían defender la ciudad si no conseguían refresco de gente. Por lo que enviaron aquella noche a reclutar gente por toda la región para que viniesen a defender la ciudad de Besers, ya que habían perdido la mayor parte de su gente. Y era verdad, y bien lo podían decir, que no volvieron ni dos de diez; que todos murieron, mientras que el almirante, una vez pasada revista de su compañía, encontró que no había perdido sino siete hombres de a pie. Así que a la mañana siguiente había llegado tanta gente a Besers, que era asombroso; pero el almirante no se preocupó de esto, y pasada la medianoche embarcaron él y su gente, y fueron al grao de Agda (695); y en cuanto amaneció desembarcó a su gente. Y por el canal de Viats (696) remontaron las galeras ligeras y los leños armados; y las otras galeras fueron a la ciudad de Agda, y la tomaron y la saquearon completamente. Y no quiso que muriese ni mujer ni niño, ni nadie, salvo los hombres de quince hasta sesenta años; todos los otros fueron respetados. Y saqueó y quemó cuanto encontró, salvo el palacio episcopal; ya que nunca consintió que se le hiciera el más mínimo daño a una iglesia, ni que ninguna mujer fuera deshonrada, ni se la tocara; y Dios se lo recompensó, concediéndole muchas victorias y haciéndole alcanzar un buen final.
Y la otra gente había ido a la villa de Viats (697), unos por tierra, otros por mar, otros remontando el canal. E igualmente lo saquearon todo, y capturaron todo lo que había, leños y barcas, de los que había muchos en el canal. Y se había dado la alarma en toda la comarca; y los de Sent Tiberi (698) y de Lupià (699) y de Gijà (700), acudieron al mar, pero cuando ya se encontraban cerca de Agda, tuvieron noticia de lo que les había pasado el día anterior a los de Besers; y cuando oyeron esto sólo pensaron en dar la vuelta; pero no se apresuraron lo suficiente para que los hombres a caballo del almirante y los almogávares no alcanzasen a más de cuatro mil y los alanceasen. Y luego regresaron a Agda, y pasaron tres días quemando y saqueando toda la región.
Y una vez hecho esto, el almirante hizo embarcar a su gente, y tomaron el rumbo de Aigüesmortes (701). Y en el puerto de Aigüesmortes encontraron naves y leños y galeras; y todo cuanto encontró, lo envió a Barcelona. Y luego fue al cabo de la Espigueta (702), y cuando salió de aquel mar, y se perdió su rastro, todo el mundo creyó que había regresado a Sicília, y de noche, aprovechando la brisa, se internó en mar tanto como pudo, de forma que no se les pudiese avistar desde la tierra. Y a la mañana siguiente, con la calma, tomó el rumbo del cabo de Leucata, y tomó tierra por la noche y encontró veinte velas entre leños y barcas cargadas de buena ropa, y las capturó todas, y las envió a Barcelona. Y al amanecer de aquel día entró por el grao de Narbona, y encontró leños y galeras, y todo lo condujo a mar abierto. ¿Qué os diré? Que el botín que ganaron tanto él como los que con él iban, fue incontable; y mucho más hubiera conseguido de no ser por la urgencia que tenía de regresar a Catalunya, para poder así acudir a tiempo a la coronación del señor rey de Aragó. De modo que partió del grao de Narbona con todos los navíos que había capturado, y puso rumbo a Barcelona.
Y dejaré estar al almirante que regresa, y volveré a hablar del señor rey de Aragón.
NOTAS
692. En L'Étang de Leucate. Entre Les Pyrénées Orientales y L'Aude.
693. Sigean. En l'Étang de Bages et de Sigean. En l'Aude.
694. Béziers. En l'Herault.
695. Puerto de Agde. En l'Herault.
696. Actual Canal de Midi. En l'Herault.
697. Vias. Junto a Béziers
698. Saint-Thibéry
699. Loupian
700. Gigean.
701. Aigues-mortes. En el Gard.
702. Topónimo no localizado. Debe estar situado en la Camargue. En el Gard. Sólo se me ocurre, por su cercanía a Leucata que pudiera tratarse de algún refugio cerca de La Palme
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