I arriba la mort de Pere III d'Aragó, II de Catalunya i I de València, dit, merescudament, el Gran. Amb 45 anys, només, de vida, i només 9 anys de regnat -son pare, Jaume I va durar massa, i Pere, massa poc- ha reconquistat Alacant i Múrcia perdudes novament pels seus parents de Castella, s'ha enfrontat al francesos i ha conquerit Sicília, i el sud d'Itàlia, i ha fet fora de la península els invasor francesos.
A partir d'aquest moment ja parlarem dels seus dos hereus, Alfons el Franc, rei d'Aragó, Catalunya, València, i Mallorca i Jaume I, rei de Sicília.
A partir d'aquest moment ja parlarem dels seus dos hereus, Alfons el Franc, rei d'Aragó, Catalunya, València, i Mallorca i Jaume I, rei de Sicília.
CXLVI
Y una vez hecho esto, solicitó que le aproximaran una cruz que tenía enfrente, y la recibió en sus manos, llorando con gran devoción; y rezó un piadosa oración. Y cuando lo hubo hecho, elevó los ojos al cielo, y se persignó tres veces, y luego abrazó la cruz, y cruzó los brazos sobre ella, y dijo:
Padre y señor y verdadero Dios Jesucristo, en vuestras manos encomiendo mi espíritu. Plázcaos, por la santa pasión que por nosotros, pecadores, sufristeis, recibir mi alma en el paraíso, con el bienaventurado monsèñer sant Martí, del que hoy todos los cristianos del mundo celebran la festividad, y con los otros santos benditos.
Y en cuanto hubo dicho esto, levantó los ojos al cielo, y su alma se separó de él, tan dulcemente, como si fuera la de un niño que fuese con los ángeles al paraíso. Dios, por su bondad y merced, quiera que así sea! Y todos debemos ser de la misma opinión, que él se encuentra con el bienaventurado sant Martí y con los otros santos en el paraíso, y que nunca ningún cristiano tuvo tan hermoso fin como él, en el año mil doscientos ochenta y cinco.
Y cuando el señor rey hubo abandonado esta vida, vierais duelo, y llantos, y gritos, que nunca se vieron ni oyeron tales. Y mientras todos lloraban, los albaceas, que se encontraban en aquel lugar, ya habían hecho armar una galera en Barcelona desde que vieran que el rey se encontraba tan mal, y en cuanto murió, eligieron un caballero sabio y bueno, y le dieron dos copias autenticadas del testamento del señor rey, y le ordenaron que embarcara enseguida en Barcelona en la galera que encontraría lista, y que tomase el rumbo de Mallorca, y que fuese allá donde encontraría al señor rey de Aragón, N'Anfòs; y que en cuanto llegase a donde éste estaba, que nadie bajase a tierra sino él, y que no dejasen embarcar a nadie en la galera; y cuando llegara a su destino, que hablase únicamente con el señor rey y con el almirante, y les contase la muerte del señor rey y les diese una de las copias del testamento; y en cuanto hubiere hecho esto, que embarcase de nuevo y que fuese a Sicília, y que ante todo el mundo tomase el rumbo de Sicília; y cuando hubiese llegado a Sicília, relatase a madona la reina, y al señor rey En Jacme, rey de Sicília, y al señor infante En Frederic, la muerte del señor rey, y diese al señor rey de Sicília la copia del testamento. Y el caballero dijo que se encontraba listo para hacer lo que ordenaban y fue a Barcelona, y encontró la galera preparada, y embarcó, y enseguida batió remos y zarpó.
Ahora dejaré de hablar de la galera, y volveré a hablar del señor rey de Aragón.
Como ya os he dicho, grande fue el duelo que se celebró por toda la tierra; que los mensajeros volaron a todas partes, y a la mañana siguiente ya había más de veinte mil personas de Barcelona, y más de cinco mil de Tarragona, y del campo de Penedès, de forma que se reunió tanta gente que no podían caber en Vilafranca ni siquiera en dos leguas a la redonda. Y a la mañana siguiente, con gran procesión, trasladaron el cuerpo al monasterio de Santes Creus, y allí celebraron un oficio muy solemne (ya que había sido absuelto en confesión, y había jurado los mandamientos de la santa Iglesia), y hubo sermón y toda la solemnidad que correspondía a tal señor; y hubierais visto quemar más de diez mil hachones, desde que abandonó esta vida hasta que fue sepultado. Y una vez fue enterrado el señor rey, regresaron todos a sus tierras, y por todas partes se encontraban con grandes llantos y lamentaciones.
Dios, por su merced, acoja su alma, amén! Que ha muerto aquel que hubiera sido otro Alexandri en el mundo, sólo con que diez años más hubiera vivido.
Ahora dejaré de hablaros de él, y volveré a hablar del mensajero que va hacia Mallorca y Sicília.
Padre y señor y verdadero Dios Jesucristo, en vuestras manos encomiendo mi espíritu. Plázcaos, por la santa pasión que por nosotros, pecadores, sufristeis, recibir mi alma en el paraíso, con el bienaventurado monsèñer sant Martí, del que hoy todos los cristianos del mundo celebran la festividad, y con los otros santos benditos.
Y en cuanto hubo dicho esto, levantó los ojos al cielo, y su alma se separó de él, tan dulcemente, como si fuera la de un niño que fuese con los ángeles al paraíso. Dios, por su bondad y merced, quiera que así sea! Y todos debemos ser de la misma opinión, que él se encuentra con el bienaventurado sant Martí y con los otros santos en el paraíso, y que nunca ningún cristiano tuvo tan hermoso fin como él, en el año mil doscientos ochenta y cinco.
Y cuando el señor rey hubo abandonado esta vida, vierais duelo, y llantos, y gritos, que nunca se vieron ni oyeron tales. Y mientras todos lloraban, los albaceas, que se encontraban en aquel lugar, ya habían hecho armar una galera en Barcelona desde que vieran que el rey se encontraba tan mal, y en cuanto murió, eligieron un caballero sabio y bueno, y le dieron dos copias autenticadas del testamento del señor rey, y le ordenaron que embarcara enseguida en Barcelona en la galera que encontraría lista, y que tomase el rumbo de Mallorca, y que fuese allá donde encontraría al señor rey de Aragón, N'Anfòs; y que en cuanto llegase a donde éste estaba, que nadie bajase a tierra sino él, y que no dejasen embarcar a nadie en la galera; y cuando llegara a su destino, que hablase únicamente con el señor rey y con el almirante, y les contase la muerte del señor rey y les diese una de las copias del testamento; y en cuanto hubiere hecho esto, que embarcase de nuevo y que fuese a Sicília, y que ante todo el mundo tomase el rumbo de Sicília; y cuando hubiese llegado a Sicília, relatase a madona la reina, y al señor rey En Jacme, rey de Sicília, y al señor infante En Frederic, la muerte del señor rey, y diese al señor rey de Sicília la copia del testamento. Y el caballero dijo que se encontraba listo para hacer lo que ordenaban y fue a Barcelona, y encontró la galera preparada, y embarcó, y enseguida batió remos y zarpó.
Ahora dejaré de hablar de la galera, y volveré a hablar del señor rey de Aragón.
Como ya os he dicho, grande fue el duelo que se celebró por toda la tierra; que los mensajeros volaron a todas partes, y a la mañana siguiente ya había más de veinte mil personas de Barcelona, y más de cinco mil de Tarragona, y del campo de Penedès, de forma que se reunió tanta gente que no podían caber en Vilafranca ni siquiera en dos leguas a la redonda. Y a la mañana siguiente, con gran procesión, trasladaron el cuerpo al monasterio de Santes Creus, y allí celebraron un oficio muy solemne (ya que había sido absuelto en confesión, y había jurado los mandamientos de la santa Iglesia), y hubo sermón y toda la solemnidad que correspondía a tal señor; y hubierais visto quemar más de diez mil hachones, desde que abandonó esta vida hasta que fue sepultado. Y una vez fue enterrado el señor rey, regresaron todos a sus tierras, y por todas partes se encontraban con grandes llantos y lamentaciones.
Dios, por su merced, acoja su alma, amén! Que ha muerto aquel que hubiera sido otro Alexandri en el mundo, sólo con que diez años más hubiera vivido.
Ahora dejaré de hablaros de él, y volveré a hablar del mensajero que va hacia Mallorca y Sicília.
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