Avui el cronista ens relata la batalla contra "els cavallers de la mort", arribats de França per venjar anteriors batalles i que seran anihilats per les tropes de Galceran i de Blasco i pels almogàvers.
I, amb tot el sarcasme, Muntaner ens comenta: "Queus dire? Que tots sen portaren lo nom que hauien aportat de França, que ells sauien mes nom los cauallers de la Mort, e tots muriren"
I, amb tot el sarcasme, Muntaner ens comenta: "Queus dire? Que tots sen portaren lo nom que hauien aportat de França, que ells sauien mes nom los cauallers de la Mort, e tots muriren"
CXCI
Y sucedió que llegaron a Sicília tres barones de França en ayuda del rey Carles, con ánimo de vengar la muerte de sus parientes que habían perecido en la guerra de Sicília en tiempos del señor rey En Jacme. Y estos tres barones traían consigo trescientos caballeros de França, elegidos, que eran de los mejores de França, y les llamaban "los caballeros de la muerte"; y llegaron a Catània con ánimo y voluntad de, inexcusablemente, combatir con el noble En Guillem Galceran, conde de Catancer (797), y con don Blasco d'Alagó, que estaban al servicio del señor rey de Sicília. Y juraron combatir a muerte, de modo que cuando llegaron a Catània, todo el mundo les llamó "los caballeros de la muerte", tal como ellos mismos se autodenominaban.
¿Qué os diré? Un día se enteraron de que el conde Galceran y don Blasco se encontraban en un castillo de Sicília que se llama Gallano (798), y los trescientos caballeros, con mucha gente preparada y otros que quisieron acompañarlos, acudieron a Gallano. Y el conde Galceran y don Blasco, que habían llegado a la llanura de Gallano, se enteraron, y revisaron la gente que tenían, y encontraron que no eran más de doscientos hombres a caballo, y unos trescientos de a pie; aunque tomaron el acuerdo de que sin dudarlo, les saldrían a batalla. Y al amanecer salieron de Gallano, en orden de batalla, tocando las trompas y nácaras; y los caballeros de la muerte, que los vieron, revisaron cuantos eran, y vieron que eran unos quinientos hombres a caballo, buena gente, y muchos hombres de a pie, de su país.
Y cuando ambas huestes se divisaron, los almogávares del conde Galceran y de don Blasco gritaron: - Desperta, ferres! Desperta! (799)-; y todos a una golpearon con los hierros de las lanzas las piedras, de forma que con las chispas que cada cual levantaba, parecía que todo el mundo fuese una hoguera, especialmente porque era el amanecer. Y los franceses, que vieron esto, se maravillaron y preguntaron qué quería decir esto; y los caballeros que había, que ya se habían enfrentado en lances de armas con almogávares en Calabria, les dijeron que era su costumbre, que siempre que entraban en batalla despertaban los hierros de las lanzas. Así que el conde de Brenda, que era uno de los condes de França, dijo:
- Oh Dios! - dijo él -, qué es esto? Con diablos nos enfrentamos, que el que despierta al hierro, es porque tiene la intención de atacar. Y creo que hemos encontrado lo que íbamos buscando.
Y entonces se persignó y se encomendó a Dios, y, en orden de batalla, arremetieron unos contra otros.
Y el conde Galceran y don Blasco no quisieron establecer ni vanguardia ni retaguardia, sino que todos juntos, la caballería por el ala izquierda y los almogávares por la derecha, atacaron la vanguardia enemiga, de tal forma que parecía que todo el mundo se les venía encima. Y la batalla fue muy cruel, y los almogávares dispararon sus dardos de forma endiablada; y en la entrada que hicieron fueron más de cien los franceses de a caballo que cayeron a tierra, quién por muerte del caballero, quién por muerte del caballo. Y luego rompieron las lanzas y empezaron a destripar caballos, y parecía que andaban entre ellos como si fuesen por un hermoso jardín. Y el conde Galceran y don Blasco se fajaron con las señeras de los franceses, de modo que las echaron todas a tierra. Y entonces hubierais podido contemplar lances de armas, y dar y encajar golpes, y nunca con tan poca gente hubo tan gran batalla ni tan cruel; y esto duró hasta la hora de mediodía, sin que nadie pudiese conocer quienes llevaban la mejor parte, salvo por las señeras de los franceses que habían sido todas abatidas, excepto la del conde de Brenda quien la tomó al morir el portaestandarte y se la encomendó a otro caballero. Y cuando los catalanes y aragoneses vieron que tan bravamente se defendían, se alzó un clamor entre ellos, y gritaron: - Aragó! Aragó!-; y entonces aquel nombre les inflamó a todos, y atacaron con tal fuerza, que fue la mayor maravilla del mundo, de forma que de los caballeros franceses no quedaron más que ochenta, que se retiraron a una loma, y entonces el conde Galceran y don Blasco, atacaron al galope entre ellos. ¿Qué os diré? Que todos hicieron honor al nombre que habían traído de França, ya que habiéndose bautizado con el nombre de "los caballeros de la muerte" todos murieron; que de los trescientos, e incluso del resto que iban con ellos, no escaparon más de cinco jinetes ligeros que eran de Catània, e iban con ellos de guías, los cuales huyeron.
Y cuando todos hubieron muerto, la compañía del conde Galceran y de don Blasco, levantaron el campo, y bien podéis decir que ganaron tal botín, que quedaron ricos para siempre todos los que en aquella batalla participaron. E hicieron recuento de cuanta gente habían perdido, y vieron que habían perdido veintidós hombres de a caballo y treinta y cuatro de a pie. Y así, contentos y satisfechos, cuando hubieron levantado el campo, volvieron a Gallano, y atendieron a los heridos. Y la noticia llegó al rey de Sicília que se encontraba en Nicosia (800), lo que le alegró mucho, a él y a todos los que con él estaban. Y cuatro días después de la batalla, el conde Galceran y don Blasco recorrieron Paternò y Adernò, y capturaron a muchos franceses que habían salido de Catània al bosque, para recoger leña y hierbas; y había doscientos caballeros franceses que habían ido para proteger las acémilas, y todos acabaron muertos y cautivos. Y así, en aquellos días, hubo gran duelo en Catània por la muerte de los caballeros de la muerte y los otros; e igualmente sintieron gran dolor el rey Carles y el papa cuando lo supieron, así que el papa dijo:
- Nos pensábamos haber hecho, y nada hemos hecho; que nos parece que la Sicília será defendida igualmente por éste, como ya lo fuera por su padre y su hermano; y aunque es joven, demostrará de qué linaje ha salido. Por lo que creo que al final, si no alcanzamos la paz, nunca conseguiremos más que daños.
NOTAS
¿Qué os diré? Un día se enteraron de que el conde Galceran y don Blasco se encontraban en un castillo de Sicília que se llama Gallano (798), y los trescientos caballeros, con mucha gente preparada y otros que quisieron acompañarlos, acudieron a Gallano. Y el conde Galceran y don Blasco, que habían llegado a la llanura de Gallano, se enteraron, y revisaron la gente que tenían, y encontraron que no eran más de doscientos hombres a caballo, y unos trescientos de a pie; aunque tomaron el acuerdo de que sin dudarlo, les saldrían a batalla. Y al amanecer salieron de Gallano, en orden de batalla, tocando las trompas y nácaras; y los caballeros de la muerte, que los vieron, revisaron cuantos eran, y vieron que eran unos quinientos hombres a caballo, buena gente, y muchos hombres de a pie, de su país.
Y cuando ambas huestes se divisaron, los almogávares del conde Galceran y de don Blasco gritaron: - Desperta, ferres! Desperta! (799)-; y todos a una golpearon con los hierros de las lanzas las piedras, de forma que con las chispas que cada cual levantaba, parecía que todo el mundo fuese una hoguera, especialmente porque era el amanecer. Y los franceses, que vieron esto, se maravillaron y preguntaron qué quería decir esto; y los caballeros que había, que ya se habían enfrentado en lances de armas con almogávares en Calabria, les dijeron que era su costumbre, que siempre que entraban en batalla despertaban los hierros de las lanzas. Así que el conde de Brenda, que era uno de los condes de França, dijo:
- Oh Dios! - dijo él -, qué es esto? Con diablos nos enfrentamos, que el que despierta al hierro, es porque tiene la intención de atacar. Y creo que hemos encontrado lo que íbamos buscando.
Y entonces se persignó y se encomendó a Dios, y, en orden de batalla, arremetieron unos contra otros.
Y el conde Galceran y don Blasco no quisieron establecer ni vanguardia ni retaguardia, sino que todos juntos, la caballería por el ala izquierda y los almogávares por la derecha, atacaron la vanguardia enemiga, de tal forma que parecía que todo el mundo se les venía encima. Y la batalla fue muy cruel, y los almogávares dispararon sus dardos de forma endiablada; y en la entrada que hicieron fueron más de cien los franceses de a caballo que cayeron a tierra, quién por muerte del caballero, quién por muerte del caballo. Y luego rompieron las lanzas y empezaron a destripar caballos, y parecía que andaban entre ellos como si fuesen por un hermoso jardín. Y el conde Galceran y don Blasco se fajaron con las señeras de los franceses, de modo que las echaron todas a tierra. Y entonces hubierais podido contemplar lances de armas, y dar y encajar golpes, y nunca con tan poca gente hubo tan gran batalla ni tan cruel; y esto duró hasta la hora de mediodía, sin que nadie pudiese conocer quienes llevaban la mejor parte, salvo por las señeras de los franceses que habían sido todas abatidas, excepto la del conde de Brenda quien la tomó al morir el portaestandarte y se la encomendó a otro caballero. Y cuando los catalanes y aragoneses vieron que tan bravamente se defendían, se alzó un clamor entre ellos, y gritaron: - Aragó! Aragó!-; y entonces aquel nombre les inflamó a todos, y atacaron con tal fuerza, que fue la mayor maravilla del mundo, de forma que de los caballeros franceses no quedaron más que ochenta, que se retiraron a una loma, y entonces el conde Galceran y don Blasco, atacaron al galope entre ellos. ¿Qué os diré? Que todos hicieron honor al nombre que habían traído de França, ya que habiéndose bautizado con el nombre de "los caballeros de la muerte" todos murieron; que de los trescientos, e incluso del resto que iban con ellos, no escaparon más de cinco jinetes ligeros que eran de Catània, e iban con ellos de guías, los cuales huyeron.
Y cuando todos hubieron muerto, la compañía del conde Galceran y de don Blasco, levantaron el campo, y bien podéis decir que ganaron tal botín, que quedaron ricos para siempre todos los que en aquella batalla participaron. E hicieron recuento de cuanta gente habían perdido, y vieron que habían perdido veintidós hombres de a caballo y treinta y cuatro de a pie. Y así, contentos y satisfechos, cuando hubieron levantado el campo, volvieron a Gallano, y atendieron a los heridos. Y la noticia llegó al rey de Sicília que se encontraba en Nicosia (800), lo que le alegró mucho, a él y a todos los que con él estaban. Y cuatro días después de la batalla, el conde Galceran y don Blasco recorrieron Paternò y Adernò, y capturaron a muchos franceses que habían salido de Catània al bosque, para recoger leña y hierbas; y había doscientos caballeros franceses que habían ido para proteger las acémilas, y todos acabaron muertos y cautivos. Y así, en aquellos días, hubo gran duelo en Catània por la muerte de los caballeros de la muerte y los otros; e igualmente sintieron gran dolor el rey Carles y el papa cuando lo supieron, así que el papa dijo:
- Nos pensábamos haber hecho, y nada hemos hecho; que nos parece que la Sicília será defendida igualmente por éste, como ya lo fuera por su padre y su hermano; y aunque es joven, demostrará de qué linaje ha salido. Por lo que creo que al final, si no alcanzamos la paz, nunca conseguiremos más que daños.
NOTAS
797. Catanzaro. Italia.
798. Gagliano Castelferrato. Sicilia.
799. Grito de guerra de los almogávares: Despierta, hierro, despierta.
800. Nicosia. Sicilia.
1 comentari:
Si es que no, amigo, el ejército francés, ni pie con bola y tuvo que esperar unos cuantos siglos más para que mi admirado Napoleón les pusiera las pilas. ¿Caballeros de la Muerte? Sí, hombre, sí, "Caballeros de la Penosa Defunción."
Qué bien me lo he pasado con la lectura de hoy. ¡Y con qué garbo la comenta el joven narrador!
Qué bueno.
Sahha, amigo, y gracias una vez más.
Bonobo Daniel.
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