Fracàs de les ambaixades enviades al papa i al rei de França. Sonen tambors de guerra.
CIV
Cuando los mensajeros del señor rey de Aragó hubieron partido de Barcelona, no descansaron hasta llegar al papa. Y seguro que habréis visto mensajeros del señor rey de Aragó mejor recibidos de lo que ellos fueron en la corte del papa; pero ellos no hicieron ningún caso al recibimiento. De modo que llegaron ante el papa, y le dijeron así:
- Santo padre, el señor rey de Aragó os saluda a vos y a todo vuestro colegio y se encomienda a vuestra gracia.
Y el papa y los cardenales callaron, y no le respondieron nada. Y los mensajeros que vieron que sus saludos no eran correspondidos, dijeron:
- Santo padre, el señor rey de Aragó os envía a decir por nuestra boca que se asombra mucho de que vuestra santidad haya dictado sentencia contra él y que tan cruelmente hayáis procedido contra él y su tierra, sin haberlo ni siquiera convocado a audiencia, lo cual es inaudito. Y él, santo padre, está listo para responder ante vuestra presencia al rey Carles y a cualquier otro que tenga alguna queja contra él; y está listo y preparado para afirmar, con el aval de cinco o seis reyes de cristianos quienes se obligarán ante vuestra corte y vuestra santidad, a responder correctamente a todo cuanto le sea demandado por el rey Carles o por cualquier otro. Y así suplica y requiere a vuestra santidad y a los cardenales que sea escuchado su derecho, y que revoquéis la sentencia que habéis dictado que, por nuestro honor, no ha lugar. Y si por ventura él no quisiera atender a esta razonable oferta que se le hace, entonces santo padre habría motivo para que procedieseis contra él (lo que por cierto no sería injusto) y que la santa Iglesia conozca lo que debe hacerse.
Y acabado esto callaron.
Y el papa respondió:
- Atentamente hemos escuchado lo que nos habéis dicho. Y os respondemos que nos no desharemos lo ya hecho, y que lo que hemos declarado contra él, lo hemos hecho rectamente y con toda razón.
Y calló. Y se levantó uno de los mensajeros, que era caballero, y dijo:
- Santo padre, mucho me asombro de la cruel respuesta que nos dais; y bien puede verse que sois de la misma nación que el rey Carles, puesto que los suyos son escuchados y amados y ayudados, mientras que el señor rey de Aragó, que ha hecho más a favor de la santa Iglesia, en los últimos cien años, que el resto de reyes del mundo, sin el más mínimo socorro ni ayuda de la Iglesia; y que hubiera conquistado más lugares, si vos hubieseis concedido a los que en su ayuda hubiesen ido en Barbaría parecidas indulgencias a las que, en este momento, contra él dais; y sin embargo tuvo que abandonar a causa de la cruel respuesta que le disteis, lo que ha redundado en gran desastre para la cristiandad. Por lo que, santo padre, por amor de Dios, cambiad vuestra respuesta:
Y el papa respondió:
- Esta es la única respuesta: y no daremos otra.
Y después de esto se levantaron los mensajeros a una, y dijeron:
- Santo padre, ved aquí cartas en las que figura que tenemos poder de firmar en nombre del señor rey de Aragó todo lo que os hemos dicho; de modo que plázcaos aceptar su firma.
Dijo el papa:
- No la recibiremos.
Y entonces, los cuatro mensajeros trajeron un notario, y le dijeron:
- Santo padre, puesto que así nos respondéis, nos recurrimos vuestra sentencia, en nombre del señor rey de Aragó, ante nuestro señor verdadero Dios, que es señor de todo, y ante el bienaventurado Sent Pere. Y de esto requerimos que este notario haga escritura.
Y el notario se levantó, y tomó la apelación y la elevó a pública.
- Y además, santo padre, protestamos en nombre del señor rey de Aragó, que puesto que en vosotros no encontramos merced, que todo el mal que él o sus gentes hagan en defensa propia, recaiga sobre vuestra alma, y sobre la de todos los que tal consejo os han dado; y queden libres de culpa y de castigo el alma del señor rey de Aragó y las de los suyos, que bien sabe Dios que nada ocurrirá por culpa de él ni de sus gentes. Y de esto, escribano, hacednos otra carta.
Y así se hizo. Y el papa respondió:
- Justamente hemos procedido nos contra vuestro rey. Y quien esto no crea, tened por cierto que está separado y excomulgado; que todo el mundo sabe y puede saber que nunca salió sentencia injusta de la corte del papa. Y bien es verdad que esta es justa; por lo que de aquí en adelante nunca la cambiaremos por otra. Y marchaos.
Y después de esto los mensajeros se partieron del papa descontentos, y regresaron a Catalunya y al señor rey; y le contaron todo lo que se les había dicho y lo que ellos habían hecho. Y el señor rey alzó los ojos al cielo, y dijo:
- Padre y señor! ¡En vuestras manos y en vuestro poder encomiendo a mí y a mi tierra!
¿Qué os diré? Que si estos mensajeros del papa regresaron con mala respuesta, con peor regresaron los del rey de França; y del mismo modo protestaron. Y cuando estuvieron ante el señor rey de Aragó y le hubieron narrado la mensajería, él dijo:
- Ahora que ocurra lo que debe suceder, que, con que Dios esté con nosotros, no tememos su ejército.
Y no quiero hablar más de estas embajadas, que demasiado me extendería si lo quisiese contar todo; pero basta con que os cuente el resumen y la sustancia. Y así, dejaré de hablar de los mensajeros y del señor rey de Aragó, y volveré al almirante.
- Santo padre, el señor rey de Aragó os saluda a vos y a todo vuestro colegio y se encomienda a vuestra gracia.
Y el papa y los cardenales callaron, y no le respondieron nada. Y los mensajeros que vieron que sus saludos no eran correspondidos, dijeron:
- Santo padre, el señor rey de Aragó os envía a decir por nuestra boca que se asombra mucho de que vuestra santidad haya dictado sentencia contra él y que tan cruelmente hayáis procedido contra él y su tierra, sin haberlo ni siquiera convocado a audiencia, lo cual es inaudito. Y él, santo padre, está listo para responder ante vuestra presencia al rey Carles y a cualquier otro que tenga alguna queja contra él; y está listo y preparado para afirmar, con el aval de cinco o seis reyes de cristianos quienes se obligarán ante vuestra corte y vuestra santidad, a responder correctamente a todo cuanto le sea demandado por el rey Carles o por cualquier otro. Y así suplica y requiere a vuestra santidad y a los cardenales que sea escuchado su derecho, y que revoquéis la sentencia que habéis dictado que, por nuestro honor, no ha lugar. Y si por ventura él no quisiera atender a esta razonable oferta que se le hace, entonces santo padre habría motivo para que procedieseis contra él (lo que por cierto no sería injusto) y que la santa Iglesia conozca lo que debe hacerse.
Y acabado esto callaron.
Y el papa respondió:
- Atentamente hemos escuchado lo que nos habéis dicho. Y os respondemos que nos no desharemos lo ya hecho, y que lo que hemos declarado contra él, lo hemos hecho rectamente y con toda razón.
Y calló. Y se levantó uno de los mensajeros, que era caballero, y dijo:
- Santo padre, mucho me asombro de la cruel respuesta que nos dais; y bien puede verse que sois de la misma nación que el rey Carles, puesto que los suyos son escuchados y amados y ayudados, mientras que el señor rey de Aragó, que ha hecho más a favor de la santa Iglesia, en los últimos cien años, que el resto de reyes del mundo, sin el más mínimo socorro ni ayuda de la Iglesia; y que hubiera conquistado más lugares, si vos hubieseis concedido a los que en su ayuda hubiesen ido en Barbaría parecidas indulgencias a las que, en este momento, contra él dais; y sin embargo tuvo que abandonar a causa de la cruel respuesta que le disteis, lo que ha redundado en gran desastre para la cristiandad. Por lo que, santo padre, por amor de Dios, cambiad vuestra respuesta:
Y el papa respondió:
- Esta es la única respuesta: y no daremos otra.
Y después de esto se levantaron los mensajeros a una, y dijeron:
- Santo padre, ved aquí cartas en las que figura que tenemos poder de firmar en nombre del señor rey de Aragó todo lo que os hemos dicho; de modo que plázcaos aceptar su firma.
Dijo el papa:
- No la recibiremos.
Y entonces, los cuatro mensajeros trajeron un notario, y le dijeron:
- Santo padre, puesto que así nos respondéis, nos recurrimos vuestra sentencia, en nombre del señor rey de Aragó, ante nuestro señor verdadero Dios, que es señor de todo, y ante el bienaventurado Sent Pere. Y de esto requerimos que este notario haga escritura.
Y el notario se levantó, y tomó la apelación y la elevó a pública.
- Y además, santo padre, protestamos en nombre del señor rey de Aragó, que puesto que en vosotros no encontramos merced, que todo el mal que él o sus gentes hagan en defensa propia, recaiga sobre vuestra alma, y sobre la de todos los que tal consejo os han dado; y queden libres de culpa y de castigo el alma del señor rey de Aragó y las de los suyos, que bien sabe Dios que nada ocurrirá por culpa de él ni de sus gentes. Y de esto, escribano, hacednos otra carta.
Y así se hizo. Y el papa respondió:
- Justamente hemos procedido nos contra vuestro rey. Y quien esto no crea, tened por cierto que está separado y excomulgado; que todo el mundo sabe y puede saber que nunca salió sentencia injusta de la corte del papa. Y bien es verdad que esta es justa; por lo que de aquí en adelante nunca la cambiaremos por otra. Y marchaos.
Y después de esto los mensajeros se partieron del papa descontentos, y regresaron a Catalunya y al señor rey; y le contaron todo lo que se les había dicho y lo que ellos habían hecho. Y el señor rey alzó los ojos al cielo, y dijo:
- Padre y señor! ¡En vuestras manos y en vuestro poder encomiendo a mí y a mi tierra!
¿Qué os diré? Que si estos mensajeros del papa regresaron con mala respuesta, con peor regresaron los del rey de França; y del mismo modo protestaron. Y cuando estuvieron ante el señor rey de Aragó y le hubieron narrado la mensajería, él dijo:
- Ahora que ocurra lo que debe suceder, que, con que Dios esté con nosotros, no tememos su ejército.
Y no quiero hablar más de estas embajadas, que demasiado me extendería si lo quisiese contar todo; pero basta con que os cuente el resumen y la sustancia. Y así, dejaré de hablar de los mensajeros y del señor rey de Aragó, y volveré al almirante.
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