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1 Libro = 1 Euro ~ Save The Children

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Charles Darwin quotation

Ignorance more frequently begets confidence than does knowledge: it is those who know little, and not those who know much, who so positively assert that this or that problem will never be solved by science

Jean-Baptiste Colbert quotation

L'art de l'imposition consiste à plumer l'oie pour obtenir le plus possible de plumes avec le moins possible de cris

Somebody quotation

El miedo es la via perfecta hacia el lado oscuro. El miedo lleva a Windows, Windows a la desesperacion, esta al odio hacia Bill Gates y ese odio lleva a LINUX

Vares Velles

Vares Velles
Al Tall

Això és Espanya (vara seguidilla) per Al Tall

dilluns, 20 d’octubre del 2008

El informe de la minoria (I) (The minority report). Philip K. Dick

Com he deixat anotat al meu bloc llibres llegits, he acabat la lectura del quart volum dels contes complets de Philip K. Dick

Com de costum, deixaré aquí un dels contes, L'informe de la minoria que donà lloc a la pel·lícula The Minority Report.

Entre els amics de la comunitat hi han uns quants cinèfils, entre els quals, Bandama i Danny l'escocès, així que va dedicat a ells.

El conte resulta una mica llarg, així que el pujaré a capítol per dia.


EL INFORME DE LA MINORÍA

I


-Me estoy quedando calvo -pensó Anderton al ver a ese joven- Calvo y gordo y viejo.

Sin embargo no lo dijo en voz alta; echó la silla hacia atrás, se puso en pie y rodeó el escritorio extendiendo con rigidez la mano derecha. Sonrió con forzada amabilidad y estrechó la mano del joven.

-¿Witwer? -preguntó, ingeniándoselas para que el tono resultara cortés.

-Así es -dijo el joven-. Pero puede llamarme Ed, si comparte mi rechazo por las formalidades innecesarias.

La expresión de su rostro franco y confiado indicaba que el problema estaba resuelto. Serían Ed y John: colaborarían cordialmente desde el principio.

-¿Te costó mucho encontrar el edificio? -preguntó Anderton con recelo, haciendo caso omiso de esa actitud prematuramente amistosa. Cielos, tenía que aferrarse a algo. Sintió miedo y empezó a sudar. Witwer se paseaba por la oficina como si ya fuera el dueño, como si estuviera verificando sus dimensiones. ¿No podía aguardar un par de días, un intervalo decente?

-Ningún problema -respondió Witwer de buen humor, con las manos en los bolsillos. Examinó ávidamente los voluminosos archivos alineados en la pared-. No he venido a su agencia a ciegas. Tengo mi propia opinión acerca del modo en que se dirige Precrimen.

Anderton encendió la pipa con un leve temblor en sus manos.

-¿Y cómo se dirige? Me gustaría saberlo.

-Nada mal-dijo Witwer . A decir verdad, muy bien.

Anderton lo miró fijamente.

-¿Es tu opinión personal¿ ¿O solo hablas por hablar?

Witwer sostuvo su mirada con franqueza.

-Personal y pública. El Senado está complacido con su trabajo. Más aún está entusiasmado. -y añadió-: Tan entusiasmado como pueden estarlo esos ancianos.

Anderton sintió una punzada de inquietud, aunque logró permanecer impasible a costa de un gran esfuerzo. Se preguntaba qué pensaba realmente Witwer. ¿Qué pasaba dentro de ese cráneo rapado? Los ojos del joven eran azules, brillantes y turbadoramente astutos. Witwer no era tonto; y, obviamente, era muy ambicioso.

-Según tengo entendido -dijo Anderton con cautela-, serás mi asistente hasta que me retire.

-Así lo entiendo yo también -respondió el otro sin vacilar un instante.

-Lo cual puede suceder este año, o el próximo..., o dentro de diez años. -La pipa tembló en la mano de Anderton-. No tengo prisa por jubilarme. Fundé Precrimen y puedo quedarme aquí todo el tiempo que quiera. Yo decido.

Witwer asintió con expresión candorosa.

-Por supuesto.

Anderton hizo un esfuerzo para calmarse.

-Solo quería dejar las cosas claras.

-Mejor desde el principio -convino Witwer-. Usted manda. Vale lo que usted diga. -Rebosando sinceridad, preguntó-: ¿Le molestaría mostrarme la organización? Me gustaría familiarizarme cuanto antes con la rutina general.

Mientras recorrían las atareadas oficinas de luz amarillenta, Anderton dijo:

-Conoces la teoría del precrimen, ¿no es así? Supongo que podemos darlo por sentado.

-Tengo la información que está públicamente disponible -respondió Witwer-. Con la ayuda de los mutantes precog, han logrado abolir el sistema punitivo posdelictivo de cárceles y multas. Como todos sabemos, el castigo nunca fue muy disuasorio, y no brindaba consuelo a una víctima que ya estaba muerta.

Habían llegado al ascensor. Mientras descendían con rapidez, Anderton dijo:

-Quizá hayas reparado en la objeción legalista a la metodología precrimen. Arrestamos a individuos que no han infringido ninguna ley.

-Pero que: sin duda lo harán -afirmó Witwer con conviccion.

-Afortunadamente no, porque los pillamos primero, antes de que puedan cometer un acto violento. Así que la comisión del delito mismo es pura metafísica. Sostenemos que son culpables. Ellos, por su parte, siempre alegan que son inocentes. Y en cierto sentido lo son.

Salieron del ascensor y atravesaron un corredor amarillo.

-En nuestra sociedad no tenemos grandes delitos –continuó Anderton, pero tenemos un campo de detención repleto de delincuentes en potencia.

Se abrieron y cerraron varias puertas hasta que llegaron al ala de análisis. Equipos imponentes se alzaban delante de ellos: los receptores de datos y los mecanismos informáticos que estudiaban y reestructuraban el material entrante. Y más allá de las máquinas estaban sentados los tres precogs, casi ocultos a la vista en ese laberinto de cables.

-Helos ahí -dijo Anderton en tono desabrido-. ¿Qué piensas de ellos?

Los tres idiotas balbuceaban en la penumbra. Cada expresión incoherente, cada sílaba pronunciada al azar, era analizada, comparada y transformada en símbolos visuales, copiada en fichas perforadas convencionales e introducida en diversas ranuras codificadas. Los idiotas balbuceaban todo el día, prisioneros en sus sillas de respaldo alto, rígidamente sujetos con bandas de metal, manojos de cables y grapas. Sus necesidades físicas eran atendidas de forma automática. No tenían necesidades espirituales. Como vegetales, mascullaban, dormitaban y existían. Sus obtusas y opacas mentes estaban perdidas en las sombras. Pero no en las sombras del presente. Esas tres criaturas balbuceantes con su cabeza hipertrófica y su cuerpo consumido, miraban el futuro. La maquinaria de análisis registraba profecías, y mientras los tres idiotas precog hablaban, las máquinas escuchaban atentamente.

Witwer perdió su airosa confianza. Una expresión de consternación y náusea le ensombreció los ojos, una mezcla de vergüenza y escándalo moral.

-No es agradable -murmuró-. No sabía que eran tan... -gesticuló, buscando en su mente la palabra apropiada-, tan... deformes.

-Deformes y retardados -convino Anderton-. Especialmente la chica. Donna tiene cuarenta y cinco años pero aparenta diez. Su talento se impone sobre todo lo demás; su lóbulo extrasensorial atrofia el equilibrio de la zona frontal. ¿Pero qué importa? Obtenemos sus profecías. Nos revelan lo que necesitamos. Ellos no entienden ni una palabra de lo que dicen, pero nosotros sí.

Más tranquilo, Witwer cruzó la habitación y se acercó a las máquinas. Tomó unas cuantas tarjetas que estaban en una ranura.

-¿Aquí aparecen los nombres? –preguntó.

-En efecto. -Anderton tomó las tarjetas de manos de Witwer-. Aún no he tenido tiempo de examinarlas -explicó, para justificar su brusquedad.

Witwer observaba, fascinado, mientras las máquinas deslizaban una nueva tarjeta en la ranura, ahora vacía, que fue seguida por una segunda y una tercera. Una tarjeta tras otra llegaba desde los discos registradores.

-Los precogs deben de ver muy lejos en el futuro -exclamó Witwer.

-Ven un horizonte muy limitado -le informó Anderton-, Una o dos semanas a lo sumo. Gran parte de los datos que nos proporcionan son inútiles para nosotros, pues no son relevantes para nuestra tarea. Los entregamos a los organismos pertinentes, los cuales también nos suministran datos a nosotros. Cada oficina importante tiene su sótano de monos valiosos.

-¡Monos? -Witwer lo miró con inquietud-. Ah, ya entiendo. Como los monos de la estatuilla. No dicen nada malo, no ven nada malo, etcétera. Muy divertido.

-Muy apropiado. -De forma automática, Anderton juntó las nuevas tarjetas que había entregado la máquina giratoria-. Algunos de estos nombres serán totalmente descartados, Y la mayoría de los restantes registra delitos menores: robo, evasión de impuestos, ataque, extorsión. Como sabrás, Precrimen ha reducido los delitos graves en un noventa y nueve coma ocho por ciento. Rara vez nos topamos con homicidio o traición. En definitiva, el culpable sabe que lo encerraremos en un campo de detención una semana antes de que tenga la oportunidad de cometer el crimen.

-¿Cuándo fue la última vez que se cometió un homicidio? -preguntó Witwer.

-Hace cinco años -dijo Anderton con orgullo.

-¿Cómo sucedió?

-El criminal se nos escabulló. Teníamos su nombre..., más aún, teníamos todos los detalles del crimen, incluido el nombre de la víctima. Sabíamos el momento preciso y el lugar donde se realizaría el acto de violencia, Pero a pesar de ello consiguió llevarlo a cabo. -Anderton se encogió de hombros-. A fin de cuentas, no podemos aprehenderlos a todos. Pero sí a la mayoría -aseguró mientras hojeaba las tarjetas.

-Un homicidio en cinco años. - Witwer estaba recobrando la confianza-. Un historial notable..., digno de orgullo.

-Yo estoy orgulloso -murmuró Anderton-. Hace treinta años que elaboré la teoría…; eran tiempos en que los oportunistas sólo pensaban en rápidas incursiones en el mercado bursátil. Yo vislumbré algo importante, algo de gran valor social.
Le arrojó el fajo de tarjetas a Wally Page, su subalterno a cargo del edificio de los monos.

-Fíjate cuáles nos sirven -le dijo-. Usa tu propio criterio.

M1entras Wally Page desaparecía con las tarjetas, Witwer dijo reflexivamente

-Es una gran responsabilidad.

-En efecto -convino Anderton-. Si dejamos que escape un sólo criminal, como ocurrió hace cinco años, tendremos una muerte sobre nuestra conciencia. Somos los únicos responsables. Si nos equivocamos, alguien muere. -Con gesto adusto extrajo tres nuevas tarjetas del paquete-. Es una responsabilidad pública.

-¿Alguna vez siente la tentación de...? -Witwer titubeó-. Quiero decir, algunos de los hombres que usted escoge deben de hacerle ofertas generosas.

-No serviría de nada. Se remite un duplicado de las tarjetas al comando en jefe del Ejército. Hay mecanismos de control. Ellos pueden vigilarnos continuamente, a su antojo. -Anderton echó una mirada a la tarjeta de arriba-. En consecuencia, aunque quisiéramos aceptar un... -se interrumpió, apretando los labios.

-¿Qué sucede? -preguntó Witwer.

Anderton plegó cuidadosamente la tarjeta de arriba y se la guardó en el bolsillo.

-Nada -murmuró-. Nada en absoluto.

Su brusquedad hizo que Witwer se ruborizara.

-Usted no me tiene simpatía -observó.

-Es cierto -admitió Anderton-. Ninguna. Pero...

No podía creer que ese joven le desagradara hasta tal punto. No parecía posible..., ¡era del todo imposible!

Según las perforaciones en código, John A. Anderton, inspector general de Precrimen, mataría a un hombre la semana siguiente.

Con absoluta, abrumadora convicción, se negaba a creerlo.

1 comentari:

Nekane ha dit...

Comienza una nueva etapa??, es él al que tiene que matar??.
BESINES