contadores de visitas III
De nits, però,en direcció a la capella abandonada, els pagesos de la contrada van començar a veure llums estranyes. Semblava l’incendi d’un bosc, peò la resplendor era blanca i palpitava dolçament. En Frigimelica, el de la bòbila, hi anà una nit a fer una ullada, per curiositat. A mig camí, però, la moto tingué pana. Sense saber per què, no s’arriscà a continuar a peu. De tornada, digué que una gran aurèola de llum es difonia des del turonet de l’ermità; i no era claror ni de foc ni de llum. Sense dificultat, els pagesos deduïren que aquella era la llum de Déu.
Algunes nits, també des de Tis es contemplava la lluïssor. Tanmateix, l’arribada de l’ermità, les seves extravagàncies i, després, les llums nocturnes, ancoraren en l’habitual indiferència dels vilatans per tot allò que fes referència, ni que fos de lluny, a la religió. Si sortia el tema, en parlaven com de coses conegudes de feia molt temps, no insistien a trobar-hi una explicació i la frase “l’ermità fa els seus llums” esdevingué d’us corrent, com dir: “aquesta nit plou o bufa el vent”.
Que tanta indiferència era del tot sincera, ho confirmà la solitud en què deixaren Silvestro. La idea d’anar-lo a trobar en pelegrinatge hauria semblat el súmmum del ridícul.
III
Sin embargo, por las noches, en la dirección de la capilla abandonada, los campesinos de la región empezaron a ver extrañas luces. Parecía como si el bosque se hubiera incendiado, pero el resplandor era blanco y palpitaba dulcemente. Frigimelica, el de la fábrica de ladrillos, fue una noche a dar un vistazo, por curiosidad. A medio camino, sin embargo, la moto le hizo pana. Sin saber por qué, no se arriesgó a continuar a pie. Al regresar, dijo que una gran aureola de luz se difundía desde el altozano del ermitaño; y no era claridad ni de fuego ni de luz. Sin dificultad, los campesinos dedujeron que aquélla era la luz de Dios.
Algunas noches, incluso se contemplaba el brillo desde el propio Tis. Sin embargo, la llegada del ermitaño, sus extravagancias y, más tarde, las luces nocturnas, quedaron ancladas en la habitual indiferencia de los vecinos para todo aquello que se relacionara, ni aunque fuera de lejos, con la religión. Si surgía el tema, hablaban de ello como de cosas conocidas desde hacía mucho tiempo, no insistían a encontrar ninguna explicación y la frase “el ermitaño hace sus luces” se convirtió en frase de uso corriente, como si dijeran: “esta noche llueve o sopla el viento”.
Que tanta indiferencia era totalmente sincera, lo corroboró la soledad en que dejaron a Silvestro. La idea de irlo a visitar en peregrinaje habría sido el colmo del ridículo.
1 comentari:
vaya nombres que tienen los paisanos ...
Si llegan a ser los de El Escorial ..montan otro negocio...
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