contadores de visitas XII
L’endemà, però, el gos no vingué a agafar el pa, ni tampoc els dies successius. Això era el que Defendente esperava. Un cop mort Silvestro, qualsevol il·lusió de poder treure profit de la seva amistat s’esvaí. Pel que feia al gos, millor que es mantingués allunyat. I tanmateix, quan el forner veia dins la barraqueta deserta la forma del pa que s’esperava sola, soleta, experimentava una desil·lusió.
Encara se sentí pitjor quan, tres dies més tard, tornà a veure Galeone. El gos caminava, aparentment avorrit, per l’aire fred de la plaça i ja no semblava aquell que havien vist a través dels vidres del cafè. Ara es mantenia dret sobre les potes, ja no es balancejava i, sí, encara estava prim, però amb el pelatge menys aspre, les orelles erectes i la cua ben aixecada. Qui l’havia alimentat? En Sapori mirà al voltant. La gent passava indiferent, com si l’animal ni tan sols existís. Abans de migdia, el forner diposità un altre pa acabat de fer amb un tros de formatge sota el banc de sempre. El gos no es deixà veure.
Dia rere dia, Galeone estava més llustrós, el pèl li queia llis i atapeït, com als gossos del senyors. Per tant, algú tenia cura d’ell; o potser més d’un a la vegada, cadascú sense que ho sabés l’altre, per motius recòndits. Potser temien l’animal que havia vist massa coses, potser esperaven comprar a bon preu la gràcia divina sense arriscar-se a la burla dels conciutadans. O fins i tot el poble de Tis sencer tenia el mateix pensament i, cada casa, quan arribava el vespre, intentava atreure’s l’animal per guanyar-se’l amb menges exquisides?
Potser per això Galeone, no havia tornat més a agafar el pa; ara, probablement, tenia coses millors. Però, ningú no en parlava mai i el tema de l’ermità, si per casualitat aflorava, també es deixava perdre de seguida. Quan el gos compareixia pel carrer, giraven les mirades enllà, gairebé com si fos un gos vagabund més dels molts que infesten tots els pobles del món. En silenci, en Sapori es rosegava per dins com qui, havent tingut per primer cop una idea genial, s’adona que altres, més atrevits que ell, se n’han apoderat clandestinament i es preparen per treure’n avantatges que no els corresponen.
XII
A la mañana siguiente, sin embargo, el perro no vino a recoger el pan, ni tampoco los días sucesivos. Eso era lo que Defendente esperaba. Una vez muerto Silvestro, cualquier ilusión de poder sacar provecho de su amistad se desvaneció. Por lo que hacía al perro, mejor que se mantuviera alejado. Y sin embargo, cuando el panadero veía dentro de la barraquita desierta la silueta del pan que esperaba solo, experimentaba una gran desilusión.
Todavía se sintió peor cuando, tres días después, volvió a ver Galeone. El perro caminaba, aparentemente aburrido, bajo el viento frío de la plaza y ya no parecía aquél que habían contemplado a través de los cristales del café. Ahora se mantenía erguido sobre sus patas, ya no se balanceaba y, sí, todavía estaba delgado, pero con el pelaje menos áspero, las orejas erectas y la cola bien levantada. ¿Quien lo había alimentado? Sapori miró a su alrededor. La gente pasaba indiferente, como si el animal ni siquiera existiera. Antes de mediodía, el panadero depositó otro pan acabado de hacer con un trozo de queso bajo el banco de siempre. El perro no se dejó ver.
Día tras día, Galeone estaba más lustroso, el pelo le caía liso y apretado, como a los perros de los señores. Por tanto, alguien lo cuidaba; o a lo mejor más de uno a la vez, cada uno sin que el otro lo supiera, por motivos recónditos. Quizás temían al animal que había visto demasiadas cosas, quizás esperaban comprar a buen precio la gracia divina sin arriesgarse a la burla de los conciudadanos. ¿O incluso todo el pueblo de Tis pensaba lo mismo y, cada casa, cuando llegaba la noche, intentaba atraerse al animal para ganarselo con manjares exquisitos?
Quizás por eso Galeone, no había vuelto ya a recoger el pan; ahora, probablemente, tenía cosas mejores. Sin embargo, nadie hablaba nunca de ello y el tema del ermitaño, si por casualidad salía a relucir, también se dejaba perder enseguida. Cuando el perro aparecía por la calle, desviaban sus miradas, como si fuera un perro vagabundo más de los muchos que infestan todos los pueblos del mundo. En silencio, Sapori se corroía por dentro como quien, habiendo tenido por primera vez una idea genial, se da cuenta que otros, más atrevidos que él, se se le han hecho suya clandestinamente y se preparan para sacar ventajas que no les corresponden.
4 comentaris:
jejej, no me lo puedo creer??? pero como somosss!!!!!! verás tú al final todos peleandose por alimentar al perro!! no esperaba este desenlace de la historia........seguiré pendiente.
muaksssssssss
mañana me pondré al día esta mañana me fué imposible comentarte!!!!!!!!.
BESITOS
al perro le están hasta los chorizos y los lomos de las matanzas ...
Era mía la culpa, hay que cerrar en cada comentario,
perdona.
BESITOS
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